La política de la ira: diálogo entre Natalio Botana y José Emilio Burucúa

septiembre, 2025
Convocados por NOTICIAS y el sello Edhasa, los historiadores charlaron sobre cambio tecnológico, democracia y violencia social.

En el segundo encuentro del ciclo de charlas organizado por NOTICIAS y el sello Edhasatodos los meses hasta fin de año en la Librería del Fondolos historiadores Natalio Botana y José Emilio Burucúa analizaron la situación actual de la Argentina y el mundo, en medio de la transformación científico-tecnológica más grande que haya conocido la humanidad.

El diálogo estuvo moderado por el editor de Edhasa, Fernando Fagnani. La crisis de representatividad, el predominio de un liberalismo “derogatorio”, el aumento de la “iracundia” (en términos de Botana) pero también la importancia del control de las pasiones y la recuperación de los mejores legados de la civilización fueron parte esta charla apasionante.

Presidente de la Academia Nacional de la Historia, Natalio Botana tiene una importante carrera como investigador en universidades del mundo. Es autor de libros fundamentales de la tradición historiográfica argentina: “El orden conservador” y “La tradición republicana”, entre otros. Su ultimo libro es “La experiencia democrática. Cuarenta años de luces y sombras. Argentina 1983-2023” (Edhasa).

José Emilio Burucúa es historiador del arte, doctor en Filosofía y Letras por la UBA y director de Estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París y Winter Scholar en el Getty Research Institute de Estados Unidos. Su último libro es un imprescindible estudio sobre un término fundamental: “Civilización. Historia de un concepto”(FCE).

Fernando Fagnani: La charla va a girar en torno al concepto de civilización. Por dos razones. Una bastante obvia es que el último libro de José Emilio Burucúa se llama “Civilización”. Pero también Botana en su libro “La experiencia democrática”, habla de una mutación civilizatoria a partir de los últimos 10 años, ligada a la emergencia de una tecnología que cambia la vida cotidiana de la gente.

Natalio Botana: Creo que hubo un encuentro entre estos dos libros. Una de las hipótesis centrales de “La experiencia democrática” es que estos 40 años de democracia cabalgan sobre lo que he denominado “una mutación civilizatoria” que nos coloca en el umbral de una nueva era. La mutación civilizatoria está guiada por las transformaciones científico-tecnológicas que están llevando al mundo a un nivel de incertidumbre que no sabemos en qué va a concluir. Es una historia muy abierta y sorpresiva porque en los últimos 15 o 20 años ha habido una aceleración histórica inaudita. Pero en el plano político y moral hay un retroceso.
José Emilio Burucúa: Para refrendar esto que acaba de decir Natalio sobre el avance del mundo digital, hay un ejemplo dramático reciente que es la sublevación de Nepal. Hay allí causas profundas, una insatisfacción grande más o menos por las mismas razones que hay insatisfacción social en nuestro país. Pero la chispa que encendió el conflicto fue el hecho de que el gobierno cerró las plataformas de internet. Eso provocó grandes manifestaciones en Katmandú, que nunca antes existieron. La causa inmediata es la interrupción de la praxis digital.

Esto permite ver hasta qué punto se da esta convergencia de la irrupción del nuevo mundo de la ciencia y la tecnología y cómo se anuda con la crisis de la civilización. En mi libro intenté hablar de seis pilares de la civilización. En primer lugar, el pacto social se funda en lo que se ha llamado “la domesticación de los guerreros”. En Argentina, después de la catástrofe de la dictadura militar, la experiencia democrática logró hacer efectivo el dominio de los guerreros y el autodominio de los individuos. Norbert Elias es el que descubrió el principio del “control de las pasiones” para alcanzar la domesticación del guerrero. Natalio dice algo muy interesante y es que hay una ruptura muy importante de este autocontrol de las pasiones que se da en la política, en el intercambio social y que él ha llamado “la iracundia”. La considera una pseudo libertad. Eso demostraría que no hay posibilidades de ese autocontrol tan ansiado, que venía del autocontrol primero de los guerreros para después transformarse en un autocontrol genérico que hace posible la paz social. Pero ahora está gravemente herido por esta especie de pseudo libertad de la iracundia.

Fernando Fagnani: Una pregunta para ambos: ¿por qué la ira?
Natalio Botana: En general, los fenómenos de iracundia son producto de crisis de legitimidad del orden político. Lo que hay hoy en el mundo occidental, es una muy seria y grave crisis de la democracia que no la habíamos conocido hasta hace poco tiempo. Esa crisis está alentada por el fenómeno de la mutación civilizatoria y el ascenso de las redes sociales y de un mundo intercomunicado permanentemente. Hoy está seriamente en entredicho el sistema representativo. La representación está muy vinculada a la mutación científico-tecnológica. Porque jamás en la larga historia de los siglos y milenios los habitantes del planeta se han autorrepresentado más. Telefonito, foto y cada cual armando una pequeña tribu. Antes, la mediación en las democracias se hacía mediante partidos políticos. Bien o mal, los partidos políticos eran una escuela que formaba dirigentes. El partido político era esa valla que se interponía entre el ciudadano y el gobierno. Hoy están en crisis. Por tanto, cuando tenemos este vacío, este desierto de representación, ¿qué ocurre? Es el ascenso de los “outsiders”.

Comparen la trayectoria de Raúl Alfonsín, el padre de la democracia, y Javier Milei. Alfonsín empezó como concejal del municipio donde vivía, diputado provincial, como legislador nacional durante el gobierno de Illia y por fin va a llegar a la presidencia de la República. El partido político, por tanto, era una escuela de experiencia. Ahora, vean ustedes la trayectoria de de Javier Milei. Ninguna. Se ha producido un desfasaje, insisto, entre creación científico-tecnológica y creación política. Y un desfasaje entre mutación científico-civilizatoria y progreso moral. Por otra parte, quien mejor está siguiendo el rastro de la mutación científico-tecnológica no es la civilización occidental. Es Asia. Y China pese a ser un sistema capitalista políticamente, sigue siendo un sistema del régimen de partido único. Controla ferreamente la invención más notable de la civilización occidental que son las libertades públicas. Las libertades públicas ahí no existen. Existe sí la libertad económica, que es una cosa muy diferente, aunque el gobierno en Argentina la quiera confundir.

Burucúa: Estoy de acuerdo con lo que ha dicho Natalio, pero iría tal vez a una escala más pequeña que es la de los individuos. Freud en “El malestar de la cultura” dice que la civilización no es posible sin un proceso de restricción de las pulsiones. Norbert Elias habla de las “pasiones”. Freud también dice que tiene que haber algún grado de satisfacción una vez que se ha terminado el proceso de contención o represión de las emociones. Se controla la ira para transformarla, por ejemplo, en acción política. El socialismo insistía en esto. Jean Jaurès y Malatesta insistían en este autocontrol de los individuos comprometidos con el cambio social. Georges Sorel plantea otro camino, que es precisamente el de la iracundia. La legitimación de la violencia. Freud creía en la necesidad de la represión de las pasiones. Era bastante pesimista en el sentido de que eso no se podía mantener largo tiempo, pero insistía en que era necesario. Para Freud, el psicoanálisis era poder llegar a entender cómo funcionaba ese mecanismo para hacerlo operativo y generar la menor cantidad posible de dolor personal y colectivo.

Fagnani: Hay un concepto que salió dos veces que es el de violencia. Primero, referido a los sucesos de Nepal y, en segundo lugar, a Sorel. Siempre es claro que tiene que haber algo muy profundo para que una chispa encienda. ¿Perciben hoy ustedes que en Argentina, en América Latina, en Estados Unidos, una chispa puede volverse una situación de violencia o es más una violencia simbólica y discursiva que no necesariamente va a desembocar en otro tipo de violencia?
Botana: El problema de fondo es cuando la iracundia se traslada al plano de la macropolítica. Hemos soportado desde el año 2023 la barbarie de la palabra. La degradación de la cultura argentina estremece porque aparece el insulto, la mala educación. Los buenos modales, el respecto de las formas se está aniquilando progresivamente. Cuando hay una convergencia de una desarticulación económica que arroja a grandes sectores de la población a la miseria, a la indigencia y a la desprotección; cuando los partidos políticos flaquean; cuando los nuevos instrumentos tecnológicos ofrecen a cada ciudadano la ilusión de que están representados; allí interviene la iracundia.

Mi preocupación como historiador de las formas políticas es que la pasión se institucionalice. Que lo normal en una institución política -léase poder ejecutivo- sea la expresión de la pasión. Eso ocurrió en el siglo XX en Alemania. Lo que a mí me preocupa es que esta desarticulación que estamos viviendo del sistema político confluya con la desarticulación del sistema económico. De ahí la importancia de salvar la constitución económica de nuestra república, que viene sufriendo crisis tras crisis desde que se instauró la democracia. Lo único que tenemos en este momento es felizmente haber ahuyentado el poder militar, es decir, el primer nivel de las pasiones. Yo creo que ese es el gran legado de Alfonsín. Y hay libertades públicas. Lo único que nos queda con la eliminación del poder militar y con las libertades públicas es la alternancia. El buen uso del sufragio que parecería que no sufre corrupciones, sobre todos en los distritos más grandes. Fíjense qué poco que tenemos. El desafío es muy muy grande. El psicoanálisis no tiene respuesta para esto.

Burucúa: No, pero puede ser una herramienta extraordinaria de liberación individual y también de recuperación del autocontrol. Con la contención de la emociones se puede alcanzar la felicidad. Ese es el propósito del psicoanálisis. Esta valoración del psicoanálisis como una herramienta de libertad personal y por supuesto, entonces, colectiva. Pero esta contención de las pasiones no es gratis. Tenemos que ver cómo cómo canalizarlas, para que el dolor que produce toda represión se pueda conjurar y pueda convertirse en felicidad. En el diálogo extraordinario de Freud con Einstein, Einstein le pregunta por qué la guerra. Freud va a decir que es probable que nunca podamos manejar esa violencia. Allí está el pesimismo del último Freud. En su análisis de lo que se considera la cumbre de la praxis moral en Occidente que es el apotegma de la Torá: “Amarás al prójimo como a ti mismo”, afirma que eso es absolutamente imposible. Pero aunque no pueda llegarse a él, tiene que estar presente como horizonte normativo.

Botana: Pero la cuestión sigue abierta: cuál es el mejor sistema político capaz de controlar las pasiones, para tener un gobierno que a su vez sea capaz de institucionalizar bienes públicos. ¿Qué hacemos con los bienes públicos? En Argentina, en el año 1900, el desideratum de esta nación de inmigrantes, con una población originaria muy reprimida; era instalar bienes públicos gratuitos. En otros términos, la escuela, el colegio secundario, la universidad son gratuitas. El hospital es gratuito. Los pasajes más bellos del libro de Burucúa, “Civilización”, son aquellos en que se dedica a la “administración de la piedad”. Eso era el hospital público, que tiene raíces históricas que nos llevan a la Edad Media. Eso es lo que yo llamo el liberalismo programático. Es decir, la idea de que la libertad tiene que tener la orientación suficiente para institucionalizar esos bienes públicos. Pero se requiere una gran ciudadanía fiscal para sostener esos bienes públicos. Y no hay ciudadanía fiscal eficaz si la economía no crece. Ese fue el gran momento de Argentina. La economía crecía, llegaban inmigrantes y podíamos institucionalizar bienes públicos. Esta decaída de los bienes públicos en la Argentina es uno de los problemas que más me preocupan en este momento. Porque frente a este liberalismo programático se ha empinado en las estructuras más altas del Estado un liberalismo derogatorio. Para esta gente, todo se reduce al mercado. Este liberalismo derogatorio, que se llama libertario, ha ganado la elección y en este momento está padeciendo una fricción terrible con la realidad. No hay por qué extrañarse de que haya estallado una crisis en el Garrahan. Evidentemente es uno de los bienes públicos de los cuales podíamos enorgullecernos más. ¿Cómo recuperar ese liberalismo programático de hace un siglo? Ese es uno de los desafíos más grandes que tiene el sistema político argentino.Y francamente como vienen las cosas, yo creo que se van a degradar más. La declinación argentina se aceleró hace medio siglo. Y no se resuelve con un gobierno. Se resuelve a través de coaliciones gubernamentales que miren el largo plazo y pongan en marcha un proceso de reforma de larga duración. La experiencia histórica al respecto es muy clara.

Burucúa: El entrecruzamiento y la cantidad de nudos que no podemos deshacer y que se han armado en la sociedad en los últimos 60 años, imponen que revisemos nuestra herencia. Tenemos extraordinarias herencias los seres humanos. Como la religión. Hace muy poco he leído un texto de Natalia Ginzburg, «Sobre creer y no creer en Dios». Ella revaloriza al que cree. ¿Por qué? Porque el que cree piensa que un mundo sin dios sería atroz. Entonces, también la religión tiene que ser reexaminada. Es algo que en Occidente no se hace. Les voy a leer un fragmento de un historiador y pensador indio que se llama Dipesh Chakrabarty, en su libro “Provincializing Europe”. Allí él dice algo muy importante: “Empíricamente, no conocemos sociedad en la que los seres humanos hayan existido sin dioses ni espíritus que los acompañaran. (…) Tomo a dioses y espíritus como existencialmente contemporáneos de los humanos y pienso siempre a partir de una aceptación de que la cuestión de ser humano implica la de serlo con dioses y espíritus”. El trabajo de los historiadores, por suerte, no es plantearse lo nuevo sino tratar de entender lo ya producido y ver en qué medida eso puede ser convertirse en un movimiento dinámico de nuestra propia construcción histórica de la esperanza.

Fuente: Noticias
Por Adriana Lorusso

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