Paula Bombara y Raquel Cané presentan “Mara, apuntes sobre la vida de una elefanta”

noviembre, 2022
Poesía de las ciencias. O ciencia de la poesía. ¿Cómo contar poéticamente y con datos, las desventuras de una elefanta que vivió en dos circos y un zoológico hasta llegar a un santuario de elefantes en el Mato Grosso brasilero? Mara, apuntes sobre la vida de una elefanta (Fondo de Cultura Económica) despliega un camino de aventuras reales en tono poético y amoroso. Sus autoras, Paula Bombara y Raquel Cané, lanzan al mundo un libro que suscita muchas preguntas y una cuestión fundamental: ¿Cómo ha sido, como es, como podría ser nuestro vínculo con los animales? Para todas las edades.

“Toda vida está conectada a otras vidas, Mara. Seguro que, de algún modo, lo sabés mejor que yo. Un árbol está conectado a un elefante, a un pájaro, a un cascarudo, a un humano, a un perro, a un humedal”.

El juego literario consiste en hablarle desde alguna voz poética a Mara, la elefanta de aproximadamente 50 años de edad, que creció en la Argentina de la dictadura, en un circo y luego en otro, fue abandonada durante la década del 90 y, luego de algún tiempo, fue llevada al zoo porteño. Su casa se transformó más tarde en el Ecoparque. Hace dos años, en plena pandemia, Mara salió en los diarios porque fue trasladada a un santuario en Mato Grosso, Brasil. El viaje en camión duró cuatro días y requirió de un grupo de especialistas que daban atención permanente a la elefanta. Mara vive ahora con otras elefantas en la selva brasilera, mientras los cuidadores del santuario ejercen un cuidado responsable y no invasivo, y se siguen preguntando por los derechos y obligaciones de científicos para con los animales. ¿Qué pensarás vos, Mara?, preguntan Paula Bombara y Raquel Cané.

La historia de Mara, que como la historia de otros elefantes literarios o reales es también la historia de este país, fue tomada por Paula y Raquel para dar un libro que cruza poesía, relato, datos y nuevas preguntas, en un tono amoroso que tiñe la ilustración y las palabras.

Dedicado a Mara, “por recordarnos que la fuerza está en el abrazo de la manada”, el libro comienza con una foto de la protagonista en su nueva casa y el siguiente texto:

“Estuve averiguando cosas sobre tu vida, Mara. Lo más lejos que llegue fue a 1968. Existías antes de ese tiempo? No encontré tu fecha de nacimiento; se perdió; pero fue en la India, en algún lugar de la India”. 

 

Club Planetario dialogó con las autoras para saber un poco más de Mara y de este libro que cuenta su azarosa vida.

¿Cómo surgieron estos apuntes sobre la vida de Mara?

Paula: La idea fue una invitación de la editorial. A cada una de nosotras, de manera separada, nos convocó Lola Rubio, que es la editora de Fondo de Cultura. Sabía entonces que era para la colección “A la orilla del viento”, sabía que iba a ser completamente ilustrado, pero no sabía quién iba a ilustrar. Entonces, me concentré en el texto. Además, nunca había trabajado con Fondo de Cultura y la editora quería aprovechar este doble perfil de mi trabajo: la comunicación de la ciencia y la poética para contarlo. Y esa era la propuesta: hacer un libro sin género en particular, con datos, algo biográfico o histórico y utilizando el recurso emocional de la ficción. Gran desafío. “Además, sería ideal que lo pudiera leer toda la familia”, dijeron en la editorial. Y eso me gustó más. Porque era ir al borde de la colección. A mí como lectora me encantan los libros de “A la orilla del viento”, porque son diversos y sorprendentes, cada uno con una propuesta diferente. Y desde esta propuesta siento que puedo sumarme a la conversación: tratando de incluir como lectores a chicos, adolescentes, padres, abuelas.

¿Y cómo apareció esta voz que le habla a Mara?

P: A mí no me surge ponerle voz a los animales. Salvo que sea en un plan delirio, como Eleodoro (novela infantil de Paula), que es más mundo imaginario, porque Eleodoro es un elefante de peluche. Pero en general, creo que es importante respetar a los animales y tratar de entenderlos como son, no humanizarlos. Y entonces apareció esta segunda persona, que es una primera persona, pero muy pegada a la segunda. Es decir, el cuento está en primera, pero está muy pegada a ese tú al que se dirige que es Mara.

“Los elefantes viven en manada, en grupos de hasta quince elefantas con sus crías. La elefanta más vieja es la que señala hacia donde ir. Cuando llegaste al Circo África eras la única, Mara. Ya no más mamá, ni otras crías, ni elefantes del circo colombiano. Te encontraste sola con apenas cuatro, cinco años. ¿Te acomodaste rápido a la familia del circo? ¿Alguien hizo de mamá sustituta? ¿Alguien te dijo hacia dónde ir?”

Una voz narrativa que además de hablarle a Mara puede conocer o intuir sus sensaciones o ¿pensamientos? ¿Tienen memoria los elefantes? Se dice que tienen sentimientos … ¿qué sabemos de los elefantes?

P: Investigué un montón y me fui hacia otras disciplinas. Investigué no solo la biología, no solo el hábitat y como vive, sino toda la interacción con los humanos, toda la data legal y comercial. La parte de los derechos que me impactó mucho. Tomé de base un libro, que es la Historia natural y mítica de los elefantes, escrito por José Emilio Burucúa y Nicolas Kwiatkowski (de Editorial Ampersand) y también sobre zooética y sobre los derechos de los animales. También leí muchos artículos periodísticos e hice una entrevista a uno de especialistas que acompañó a Mara al santuario. Este equipo de trabajo fue súper cuidadoso: ellos sabían que era un viaje muy estresante para ella y durante todo el recorrido pensaron en los tiempos de la elefanta, en su bienestar, en sus cuidados. Con toda la información y lo que venía pensando, elaboré un borrador, que era bastante parecido a lo que salió y se lo llevé a la editora.

Entonces, Raquel, ¿cómo llegó a vos esta propuesta?

A mí me convocó la editora, también. Y al principio no sabía que era Paula la autora, pero cuando me enteré, fue genial, porque nos conocemos hace un tiempo y siempre quisimos hacer algún proyecto juntas. Entonces también investigué y miré videos y averigüé muchas cosas sobre elefantes, pero más allá de lo que yo me nutriera por fuera, mi mirada tiene que estar junto al texto. Y el texto es muy genial en muchos aspectos. Por un lado, porque no tiene un rango etario claramente identificado y esto es más amplio y abarcativo.

Y además no se trata de un libro álbum, ni de un libro ilustrado, y eso lo hace inclasificable. En el proceso de trabajo fuimos conversando muchas cuestiones:  que la imagen se retirara un poco, por ejemplo, que tuviera momentos sin imagen, de puro texto, y también lugares donde no hubiera palabras escritas. Que haya silencio. Porque hay mucho para hacer silencio. Y la ilustración debe jugar ese contrapunto de imagen / palabra. Además, el libro no resuelve, en el sentido de que no concluye, sino que acompaña esa voz desde la imagen.

Lo maravilloso fue el tono: poder, desde la imagen, detenerse en la pregunta. Quiero decir, no hay una imagen que sea un remate o ayude a una definición, sino que la imagen acompaña desde la tensión al texto.

 

Y en este juego te permitís el detalle y algunas dobles páginas a plena ilustración que transportan al lector a otro escenario… más allá de la historia que se cuenta. 

P: Sí. Hay un momento del libro en que aparece la idea de amistad entre especies. Y esa imagen que dibujó Raquel hace que siga latiendo esa pregunta o idea. Es la reverberación de eso que plantea el texto. También hay un momento, cuando Mara va al zoológico, que hay una doble página en la que la imagen hace reverberar la tristeza, alguna idea que viene en las palabras. De hecho, discutimos un poco acerca de colocar o no esa sola línea de texto que quedó finalmente. Una sola línea, porque se trata de un momento silencioso del libro en el que se sostienen estas ideas que venimos desplegando.

Y hay un elemento que cruza todo el libro, que es un detalle, pero tiene un peso fundamental

R: La soga. Siempre busco un elemento, un color, una textura que sostienen la narrativa desde mi pregunta, en consonancia con toda la historia. Y en este caso es una soga, que aparece al principio y va acompañando un proceso que se convierte en un montón de cosas… hasta sufrir una transformación en la guarda del final. Es, en principio, una tensión, un puente entre texto e imagen que se transforma y siempre está.

Y en relación a la investigación realizada para la imagen, ¿la elefanta que vemos está documentada tal cual la vemos?

R: En la ilustración hay un salto de edad. Mara debería ser más niña cuando está con la vara del domador, pero está envejecida, es adulta y tiene esa mirada triste.

P: Le robaron la infancia.

R: Y es más niño el texto sobre el final que al principio. Así lo vi yo y trabajé desde ahí también.

Me interesa especialmente destacar esta idea de la identidad, que también se juega en la vida de Mara.

R: La identidad y las migraciones, el desapego a toda pertenencia, que también hace pregunta en las personas del circo. Porque todos y todas, personas y animales, trabajan a la par, no importa de dónde sean ni donde estén. Y entonces se naturaliza el trabajo infantil. Hay otras preguntas que se hacen eco. Mara es caja de resonancia de otras preguntas y problemáticas.

P: Eso lo vamos recogiendo en cada presentación. A la presentación del libro, fue la familia que compró a Mara en su momento. Y fue muy conmovedor lo que contaba, y el cariño con el que hablaba, incluso había como una especie de disculpas   todo el tiempo en sus palabras… que en esa época no se veía igual que ahora al circo, que en esa época era su trabajo, decían. Y cuando habló Víctor, que creció con Mara, la identificación que tenía con Mara era total.

¿Como una hermana? Mi hermana elefanta. 

R: Impresionante. Él decía: “Yo tenía que trabajar, Mara tenía que trabajar…”, una naturalización sobre la que ahora podemos llamar la atención.

Es que los zoológicos y los circos son espacios del siglo pasado. ¿No se preguntaron por qué existían esos lugares y por qué ahora se los condena?

P: Yo creo que antes para observar a los animales, estudiarlos, conocerlos, teníamos esos espacios. Ahora hay videos, fotos, los podemos chipear (poner un chip), los podemos grabar y escuchar. No necesitamos que estén ahí.

Y también empezó a verse el maltrato que implicaba amaestrar animales en el circo. Ya no es gracioso para la humanidad ir al circo a ver como el elefante levanta la patita… porque se empezó a pensar en el maltrato.

Hay un cambio cultural que aparece relatado en   Mara… Hay una deliberada marcación temporal en el texto. 

P: Me interesaba darle un contexto histórico para relacionar las violencias con los años en que todas y todos las vivimos. Porque Mara crece en dictadura, en cautiverio, como muchas personas nacidas en esa época en nuestro país. Después, en los 90s, con el neoliberalismo, quiebra el circo y la abandonan, como se abandonaron tantas infancias en los 90s. Su vida está muy pegada a la vida de las infancias en Argentina. Su vida también está signada por las mudanzas y las migraciones, como pasó en muchas biografías. Y hay una historia de los derechos y de derechos adquiridos que es importante y me interesó mucho. Porque nuestro Código Civil no reconocía animales: para la Ley el universo se dividía en personas o cosas. Y los animales ¿son propiedad o tienen derechos? Entonces apareció esta figura de persona no humana, que puede dar derechos a los animales. Y tratarlos de otra manera.

 

También ocurre que el elefante es un personaje con mucho peso (justamente) en la literatura infantil. Desde Dailan Kifki, Dumbo y otros… 

P: Por eso yo pensaba: se han escrito millones de libros sobre elefantes. Millones. Entonces había que enmarcar a Mara dentro de una sociedad en particular, porque también es comunicación de las ciencias. Ella no vivió lo mismo que las otras elefantas asiáticas de los otros circos. Cada una de las que ahora conviven en el santuario tiene una historia que tiene que ver con el lugar donde fue a vivir.  Mara tuvo la suerte de que la familia circense que la adoptó para el circo la adoraba. Todos esos primeros años (antes de venderla porque quebraba el circo) ella recibió mucho afecto, cariño, tratos diferenciales. Y también es verdad que fue adiestrada para dar la patita.

R: La cuidaban porque era un bien económico, porque era productiva.

Entonces, cada elefante de la ficción también tiene su momento particular, responde a una época de producción y lectura. 

P: Si nos circunscribimos a los elefantes argentinos literarios, Dailan Kifki era desopilante – esa la novela es uno de mis libros favoritos en el mundo- pero el bicho seguía siendo bicho. Luego, viene Un elefante que ocupa mucho espacio, de Elsa Isabel Bornemann, en el que el elefante está humanizado: es el bicho que organiza la huelga.

Y el libro fue prohibido por la dictadura militar

P: Muy de época, claro. También hay otros elefantes literarios: el libro ¿Por qué los elefantes prefieren jugar a la mancha? de Silvina Rocha y Mey, en donde los elefantes se revelan astutos, no le conviene jugar a las escondidas. Y La noche del elefante de Gustavo Roldan, que cuenta el escape del circo: los animales se van a la selva.

Y ahora Mara nos devuelve una problemática de este tiempo. Entonces esos elefantes ficcionales vivieron en consonancia con la sociedad que los contextualizaba. Y hoy tenemos una humanidad que se pregunta por su responsabilidad como especie.

Entonces, volviendo a los elefantes reales, que son también tan literarios: ¿sueñan, piensan, están tristes y, sobre todo, tienen la mentada memoria de elefante?

P: Tienen memoria y tienen rituales. No sé si los sentires se pueden cualificar con los mismos nombres. Si te fijas en el sitio web, vas a ver que en el santuario donde está Mara, hace poco tiempo falleció la elefanta madre que habían llevado de Mendoza y quedó la hija y las otras elefantas que tienen cincuenta y pico de años. Y hay como un pesar en las elefantas que quedaron, una saudade, dicen los cuidadores. Ellos observan cierto comportamiento: las elefantas vuelven a lugares donde estuvieron con su madre, dan vueltas por los lugares. Podríamos decir que hay un duelo, tratando de hacer la trasposición de lo elefantiásico a lo humano. Entonces tienen memoria, pena por los que no están. Memoria es repetir lo aprendido… pero muchos animales aprenden y repiten ¿por qué los salmones saben para donde ir o las aves siguen siempre las mismas rutas de migración, cómo saben?

Hay algo que se sigue debatiendo alrededor del santuario ¿El santuario es un lugar polémico? 

P: Es la discusión que sigue… ¿cuándo se considera santuario? ¿Hasta dónde intervenir? ¿Está bueno tenerlas chipeadas, es decir, con el chip que las controla? Todas las respuestas son provisorias, porque se van rearmando. Y también el tema de devolver a la naturaleza, ¿si o no? Porque si los animales fueron criados en cautiverio, pierden su capacidad de alimentarse por sí mismos. Entonces, devolverlos a la naturaleza puede ser criminal. Pero si se los va cuidando y se les da alimentación, hay que ver cómo y qué tipo de alimentación. Intervenir y cuidar, pero no invadir.

Mirá lo que pasa con la recuperación del yaguareté en el Iberá. Porque una cosa es ayudar a nacer y luego dejar que vivan con su mamá y en la naturaleza, y otra cosa es largar a una mujerona elefanta de cincuenta años que no sabe vivir en ese espacio. Y si la dejás sin alimentos disponibles, no se sabe si va a poder nutrirse, hidratarse. Porque se la privó de que pudiera desarrollar todas sus herramientas y sus instintos.

¿Entonces en el santuario la van acompañando?

P: Claro. Esa es la idea. Y también nos decían que los elefantes viven más en la naturaleza  que en cautiverio , porque el estar estáticos no poder caminar gastar las patas etc… por más que les hagas las atenciones veterinarias que se te ocurran, no es lo mismo. Su cuerpo está cambiado de ambiente. Hay algo de la anatomía que no está desarrollando.

Estoy a punto de preguntarles cuánto vive una elefanta como Mara en la India, en su espacio natural, cuántos años se prevé que viva, pero vamos a dejar las preguntas de la ciencia y de la información para que se las hagan y respondan los lectores. Sin dudas, el libro de Mara nos impulsa desde la poesía y el relato a muchas, muchísimas preguntas, que no son solo de la ciencia sino de la existencia, la ética, la filosofía. 

R: Para mí, ese tono de pregunta es lo más valioso del libro.

P: Y es el tono de la emoción que a un científico lo lleva a investigar. Y a un ser humano lo interpela para cuestionarse sus actitudes nefastas.

“Gracias a una grúa, dentro de una caja de traslado de cinco metros de largo y dos de ancho, saliste de la ciudad de Buenos Aires el 9 de mayo de 2020. ¿Qué pensarías (Mara)? ¿Que te ibas a otro circo, a otro zoológico? ¿Que estabas de gira? ¿Te diste cuenta de que quienes te trasladaron te observaban todo el tiempo? Me dijeron que ante la menor señal de estrés, se detenían, te hablaban, te daban un momento, un respiro. Me contaron que durmieron cuando vos dormías, comieron cuando vos comías… el compás del tiempo estuvo en vos, Mara. ¿Te había pasado esto antes?”

 

R: Y esta es la construcción de la otredad como sociedad. Porque sacas a Mara y pones a una niña, a un viejo, y la pregunta se sostienen. Porque es como abrazamos al otro en su otredad.

P: Y en las lecturas en las escuelas, aparece. Entre muchas chicas y chicos surge la pregunta por la mascota: ¿podemos seguir hablando de mascotas o mejor pensar que vivimos con algunos animales que son parte de la familia? Que tienen sus necesidades, sus ritmos, sus derechos.
Se trata de poder ver y respetar el lugar de animal. Sin humanizar, respetar sus espacios en la casa, es decir, en este planeta.

Imperdibles videos de Mara.
Mara es trasladada
Mara en el santuario

Fuente Club Planetario
Por Gabriela Baby

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