La Contraofensiva: el final de Montoneros

octubre, 2021
En "La Contraofensiva: el final de Montoneros" (FCE, 2021) Hernán Confino reconstruye la historia de la organización entre el exilio y la Contraofensiva, y la analiza no a partir de su resultado político, sino en el devenir más amplio que la enmarcó y le dio sentido.

Fuente: elDiarioAR

Autor: Hernán Confino

A través del examen de múltiples fuentes —publicaciones partidarias, memorias, entrevistas a militantes, documentos de inteligencia—, muestra que la Contraofensiva no fue una excepcionalidad o una “aventura mesiánica”, sino una estrategia posible en la línea de desarrollo de Montoneros, inseparable de la situación de exilio, de la historia política del país y de la región. Aquí, parte de la introducción.

Introducción

En octubre de 1978, frente al temor de que la organización armada Montoneros dejara de representar una alternativa política para la sociedad argentina luego de dos años de “exilio orgánico” y represión dictatorial, su conducción nacional decidió el inicio de la Contraofensiva Estratégica. La jefatura montonera pronosticaba un aumento de la conflictividad sindical para 1979 y pretendía dirigirlo disponiendo la entrada clandestina de las y los militantes desde el extranjero para realizar atentados y acciones de propaganda en el país. Entre 1979 y 1980, más de doscientos montoneros y montoneras ingresaron en secreto con el objetivo de alimentar el descontento social que, suponían, existía con el régimen militar que gobernaba en Argentina desde el golpe de Estado del 24 marzo de 1976. Cerca de noventa de ellos resultarían asesinados y desaparecidos en la clandestinidad.

La Contraofensiva fue una estrategia propagandística, política y militar y estuvo organizada en tres secciones según las tareas encargadas a sus participantes. Los grupos de propaganda, nucleados en las Tropas Especiales de Agitación (tea), tuvieron la misión de producir interferencias a las señales de televisión controladas por la censura del régimen. Con un aparato de fabricación propia que interrumpía la programación televisiva, debían transmitir en sus comunicados la presencia de la organización en el país, a la que la dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional (PRN) daba por desarticulada frente a la opinión pública. Las Tropas Especiales de Infantería (TEI) concentraron una serie de atentados que Montoneros realizó contra los funcionarios de la cartera económica del régimen. La política del ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, era señalada por la conducción nacional como el punto de discordia al interior del elenco gobernante y su fuente de mayor impopularidad frente a la sociedad, por lo que la realización de acciones violentas contra algunas de sus principales figuras se presentaba como una posibilidad de desequilibrar al gobierno y recuperar, a la vez, legitimidad social. La tercera sección estuvo conformada por dirigentes del Movimiento Peronista Montonero (MPM), formalizado en Italia en abril de 1977, que volvieron al país con el objetivo de contactarse con otras fuerzas políticas argentinas legales, en busca de articular iniciativas comunes.

Más allá de las intenciones de la conducción, la Contraofensiva no alcanzó los resultados pronosticados. Fue el escenario de las últimas dos disidencias que padeció Montoneros en 1979 y 1980 y acabó sellando trágicamente el final del proyecto de la organización.

La Contraofensiva: un hito en la historia de Montoneros

Cuando la conducción de Montoneros decidió la Contraofensiva, la organización llevaba más de diez años de historia. Nació durante la segunda mitad de la década de 1960, al calor de la radicalización política que se desató en Argentina con las revueltas e insurrecciones populares que ocurrieron en distintas provincias del país entre 1969 y 1971, durante los gobiernos dictatoriales de la autodenominada “Revolución Argentina” (1966-1973). Aunque el fenómeno guerrillero no estuvo limitado a Argentina ni al peronismo. La aparición de Montoneros fue el resultado de la intersección densa de procesos políticos, culturales, sociales e ideológicos globales, regionales y nacionales. Lejos de constituir una singularidad histórica, el desarrollo de Montoneros fue simultáneo al de un amplio abanico de organizaciones armadas locales y extranjeras y estuvo anclado en dinámicas que trascendieron las geografías nacionales y se inscribieron en las cartografías de la Guerra Fría, la conformación del Tercer Mundo y la revuelta global de la década de 1960. Por estos motivos, el devenir de Montoneros no puede deslindarse del crecimiento de los proyectos de la nueva izquierda que se dieron en aquella época y, muy especialmente, del horizonte abierto por la Revolución Cubana (1959), la influencia del maoísmo y las guerras anticoloniales de Argelia (1954-1962) y de Vietnam (1955-1975). Además de estos procesos, confluyen en la explicación del inicio de Montoneros los vasos comunicantes que comenzaron a tejerse entre el catolicismo y el marxismo a partir del Concilio Vaticano II (1962-1965) y, en un plano estrictamente nacional, el impacto del autoritarismo estatal y la irresolución institucional de la llamada “cuestión peronista”, cuyo partido estaba proscripto desde 1955. Junto a otras organizaciones armadas, Montoneros fue la expresión de un momento histórico de Argentina, de América Latina y también del mundo, marcado por un clima de movilización social y radicalización política y por la participación pública de una generación de jóvenes que confiaba en la lucha armada para satisfacer sus expectativas revolucionarias.

En los primeros años de la década de 1970, Montoneros cobró gran protagonismo y popularidad por su oposición político-militar a la Revolución Argentina, primero, y por su intervención en las campañas electorales de Héctor José Cámpora y Juan Domingo Perón, después. Su resonante presentación pública, producida en mayo de 1970 a través del secuestro y asesinato —después de un “juicio revolucionario”— de Pedro Eugenio Aramburu, expresidente de facto del régimen que había derrocado al gobierno de Perón en 1955, le otorgó el favor del movimiento peronista y un lugar en él. Para ese momento, junto con Montoneros, aparecieron públicamente otras organizaciones guerrilleras: algunas que también se identificaban con el movimiento proscripto, como las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y Descamisados, y otras que provenían del marxismo y de la izquierda, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), brazo militar del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

A partir de la confluencia de distintos grupos armados de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Salta, Montoneros devino una organización de escala nacional a mediados de 1971. Este proceso, que respetó en un principio las autonomías y las dirigencias de las distintas regionales, alumbró la conformación de una dirección central que, luego de los asesinatos de Fernando Abal Medina y Carlos Ramus en septiembre de 1970, estuvo compuesta, entre otros, por José Sabino Navarro, Carlos Capuano Martínez, Mario Firmenich, Carlos Hobert, Norma Arrostito, Susana Lesgart, Alberto Molinas, Raúl Yäger y Roberto Perdía. En julio de 1971, Sabino Navarro fue asesinado en Córdoba y Firmenich quedó a cargo de la incipiente conducción nacional.

La integración de Montoneros al peronismo se expresó en su campaña por el regreso de Perón desde su exilio y en la participación en el proceso electoral para suceder a la dictadura de la Revolución Argentina, ya en retirada. Agrupada en la Tendencia Revolucionaria del movimiento, que pronto hegemonizó, y autodenominada “brazo armado” o “vanguardia” del peronismo, la organización tuvo un rol destacado en la campaña del “Luche y vuelve” que se llevó a cabo desde fines de 1972 y alcanzó notables niveles de acompañamiento social. La transformación de los primigenios grupos armados en una organización político-militar fue seguida del proceso de unificación entre las distintas guerrillas que se identificaban con el peronismo. Entre 1972 y 1974, se completó la fusión de Montoneros con Descamisados, las FAP, las marxistas peronizadas FAR y otros agrupamientos de menor peso. Por una disposición del régimen militar saliente, Perón no pudo ser candidato y, en su lugar, fue Cámpora, su delegado personal, quien encabezó la fórmula presidencial para los comicios de marzo de 1973 que consagraron, luego de dieciocho años, el regreso del peronismo al gobierno. Para ese momento, y como parte de su política legal, Montoneros había desplegado sus agrupaciones públicas dentro del peronismo, entre las que se destacaban la Juventud Peronista Regionales (JP) en el ámbito territorial, la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) en el sindical, la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) en el educativo, el Movimiento de Villeros Peronistas (MVP) en los barrios marginales, la Agrupación Evita (AE), que nucleaba al activismo femenino, y el Movimiento de Inquilinos Peronistas (MIP).

El flamante gobierno peronista, que comenzó favorable a Montoneros con la participación de la organización en el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) que había ganado las elecciones y con la liberación de los presos políticos de la dictadura saliente a través de una amplia amnistía como primera medida de gobierno, evidenció prontamente las diferentes ideas que Montoneros, Perón y otros sectores del movimiento gobernante tenían sobre el rumbo que debía tomar la política argentina. Si en un principio las “formaciones especiales” habían sido alentadas desde el exilio por el viejo líder como estrategia para desestabilizar a la Revolución Argentina, el regreso del peronismo al poder no precisaba ya de los programas de la juventud radicalizada. La disputa entre los proyectos de “la patria socialista”, esperada por la Tendencia conformada por Montoneros y sus sectores afines, y “la patria peronista”, amparada por la mayoría del sindicalismo y otros sectores derechistas y anticomunistas del movimiento, algunos incluso ligados a las fuerzas de seguridad, se profundizó desde mayo de 1973 en una coyuntura plagada de situaciones de conflicto y creciente violencia política.

En junio de 1973, Perón regresó definitivamente a Argentina. El contexto que rodeó a su llegada prefiguró el enfrentamiento que sacudiría al peronismo, y al país, en los años siguientes. La llamada “masacre de Ezeiza” ocurrió en las inmediaciones del aeropuerto, donde una multitud sin precedentes en la historia argentina había ido a recibir al expresidente, y se produjo cuando grupos armados de la derecha peronista, a cargo de la organización del acto, atacaron a los simpatizantes de Montoneros y otras organizaciones de la Tendencia que se habían acercado en masa al palco principal para darle la bienvenida al líder luego de su prolongado exilio. Según las fuentes disponibles, fueron asesinadas trece personas y más de trescientas cincuenta resultaron heridas. A partir de entonces, el enfrentamiento no hizo más que escalar. El gobierno de Cámpora no logró desactivar la movilización social que, además de las guerrillas peronistas, tuvo al PRT-ERP como protagonista, que continuó con su guerra revolucionaria contra las Fuerzas Armadas (FFAA) y de seguridad y las empresas multinacionales.

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