
«Escribir poemas es rebelión»
A modo de señas de identidad. Aclaro que vengo de los arrabales de las letras, que de ellas elegí las canciones, la literatura infantil, el espectáculo, incluidos los libretos de TV, todas formas de contacto directo con el público, una audiencia si no masiva, tampoco excesivamente minoritaria y que existe gracias a un determinado nivel cultural de nuestro país. Si estas dos palabras juntas nos asustan, digamos que hay entre nosotros bastante gente curiosa y ávida.
Escribir para niños significa reconstruir, recoger piezas dispersas de un gran rompecabezas. Reconstruir o reinventar una tradición rota o fragmentada. Reconstruir datos dispersos de la propia infancia. Reconstruir la infancia de los niños actuales, amenazada en su inocencia por toda una sociedad insensible. Reconstruir de alguna manera la relación a menudo escasa entre padres e hijos: un verso, una canción pueden ser lazos de reunión. La poesía es en definitiva, reconstrucción y reconciliación; es el elemento más importante que tenemos para no hacer de nuestros niños ni robots ni muñecos conformistas.
En María Elena Walsh, Retrato (s) de una artista libre.
Sara Facio. Editorial La Azotea
EN UNA CAJITA DE FÓSFOROS
En una cajita de fósforos
se pueden guardar muchas cosas.
Un rayo de sol, por ejemplo
(pero hay que encerrarlo muy rápido,
si no, se lo come la sombra),
un poco de copo de nieve,
quizá una moneda de luna,
botones del traje del viento,
y mucho, muchísimo más.
Les voy a contar un secreto.
En una cajita de fósforos
yo tengo guardada una lágrima,
y nadie, por suerte la ve.
Es claro que ya no me sirve.
Es cierto que está muy gastada.
Lo sé, pero qué voy a hacer,
tirarla me da mucha lástima.
Tal vez las personas mayores
no entiendan jamás de tesoros.
Basura, dirán, cachivaches,
no sé porque juntan todo esto.
No importa, porque ustedes y yo
igual seguiremos guardando
palitos, pelusas, botones,
tachuelas, virutas de lápiz,
carozos, tapitas, papeles,
piolín, carreteles, trapitos,
hilachas, cascotes y bichos.
En una cajita de fósforos
se pueden guardar muchas cosas.
Las cosas no tienen mamá.
EN EL PAÍS DE NOMEACUERDO
En el país de Nomeacuerdo
doy tres pasitos y me pierdo.
Un pasito para allí
no recuerdo si lo di.
Un pasito para allá,
ay, qué miedo que me da.
Un pasito para atrás,
y no doy ninguno más
porque ya, ya me olvidé
dónde puse el otro pie.
EL REINO DEL REVÉS
Me dijeron que en el Reino del Revés
nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen “yes”,
porque estudian mucho inglés.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del Revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez,
y que dos y dos son tres.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del Revés
cabe un oso en una nuez,
que usan barbas y bigotes los bebés,
y que un año dura un mes.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del Revés
hay un perro pequinés
que se cae para arriba y una vez
no pudo bajar después.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del Revés
un señor llamado Andrés
tiene 1.530 chimpancés
que si miras no los ves.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del Revés
una araña y un ciempiés
van montados al palacio del Marqués
en caballos de ajedrez.