Leer, contar, jugar…
Varias veces ya nos reunimos con jóvenes del CEPT Nº 4 (Centro Educativo para la Producción Total) de la ciudad de Mercedes, provincia de Buenos Aires, escuela secundaria de educación agrotécnica. En cada encuentro compartimos lecturas, narraciones orales, juegos literarios y también conversamos con un grupo de adolescentes.
Desde la primera reunión del club de lecturas comenzaron a circular títulos de libros que habían leído en la escuela. Conversar sobre qué les gustó y qué desearían leer nos permitió empezar a construir un espacio que no tiene una finalidad pedagógica, sino que se arma según el deseo y las ganas de leer y hablar. Alguien trajo el recuerdo del cuento de Horacio Quiroga, “El almohadón de plumas” que se encontraba entre el menú de libros que habíamos elegido para llevar ese día. Lo leímos. La concentración y el silencio acompañaron la lectura. Les impactó el final. “Esta noche no dormimos…”, alguien dijo. Mónica siguió con la narración de “La hormiga” de Marco Denevi y luego les propusimos hacer un juego con las cartas “Bretón” de Tinkuy para armar historias. Tímidamente comenzaron a salir historias sobre personajes que transitan cambios, ser “diferente” y el amor. La cuestión de la diferencia cultural se instaló en una enriquecedora charla que dio pie para narrarles “El Puente de arena” de Liliana Bodoc.
En la segunda reunión de agosto nos esperaron con la expectativa de escuchar la lectura y narración de cuentos. Leímos cuentos cortos de terror: “El basilisco” de María Belén Alemán, “Hydra cerebrum” de María Francisca Barbero Las Heras y “La soga” de Silvina Ocampo. Luego narré “El árbol de lilas” de María Teresa Andruetto y algunos otros cuentos más. Después de conversar sobre los textos los invitamos a escribir historias. Ese día nos dimos cuenta que inmediatamente se instalaba la típica modalidad áulica: chicas y chicos sentados en sus bancos respondiendo a una consigna escrita. Es por eso que, cuando finalizaron la creación de sus historias, los invitamos a hacer algunos juegos en donde el movimiento del cuerpo estuviese más presente: primero una ronda con juegos de caldeamiento e integración grupal, luego un juego de improvisación de relatos, también grupal. Contar la historia que habían creado en un idioma inventado fue muy bien aceptado y ¡jugado! Así un clima lúdico habitó el encuentro.
En la reunión del club del mes de septiembre, vino como invitada Marcela Brown. Ella y Mónica llevaron varios libros, papeles de colores, marcadores. Propusieron una dinámica para fortalecer la interacción entre ellos. Primero un tiempo para mirar libros y leer poesías y luego ¡manos a la obra!: la invitación a transcribir en un afiche el fragmento del poema que les había gustado. La poesía venció a la timidez y se animaron a componer algo grupal.
Y nació el nombre…
A medida que transcurren las reuniones del club los chicos y las chicas están más sueltos para decir. En la reunión de octubre los invitamos a elegir el nombre del club. Una de las chicas propuso hacer la votación y para eso, primero prepararon por grupos las listas y luego votaron. Así nació el nombre Los pamperos literalmente literarios y quisieron escribirlo en el collage poético que habían hecho la reunión anterior.
Club de lecturas “Los pamperos literalmente literarios”
Coordinan Monica Aón y Alejandra Marroquín – Mercedes – Pcia. de Buenos Aires
Monika Cruz
Posted at 18:56h, 25 octubreme gustó mucho el nombre y me resultó interesante la complejidad lingüìstica de estos adolescentes al incluir el término literal. ¡Qué bello e importante trabajo!