Los múltiples sentidos del acto de leer con otros
Nos reencontramos sabiendo que nos esperaban «los libros del invierno».
El paquete aún sin desenvolver pasa de mano en mano, como una manera de sopesar el impacto de lo que vendrá.
Las manos tantean el envoltorio, los dedos buscan adivinar la cantidad y el tamaño de los lomos:
– Creo que son cuatro – dice Hugo – uno es grande y los otros chicos.
Rosa prueba y lo pasa a Sergio. Norma lo reclama y con impaciencia apura sus manos en el intento de abrir la encomienda. Parecemos chicos saboreando de antemano y lentamente la golosina favorita para alargar el disfrute.
Las manos de Norma son insuficientes para el hermético cierre del correo postal y llega la tijera que acelera el trámite. Entonces leemos en voz alta los títulos y sus autores para quienes no los ven, mientras los libros pasan en ronda con el misterio develado.
¿Qué sentimos cuando tenemos un libro entre nuestras manos?
Rosa, con su libro al revés, narra la leyenda que le solía contar su abuelo en la Patagonia.
Norma toma la posta y con el libro abierto comienza a recitar “Tu nombre sobre la arena” de Carlos Barocela. Comenta que se ha propuesto traer a cada encuentro una poesía, canción, relato que solía leer y que ahora con ayuda de la tecnología puede recuperar y memorizar para compartir.
Hugo dice que él eligió el más pequeño porque quizás sea el que más cosas dice. Se trata de
La curva del tiempo y pide que se lea un poema que al azar comienza a escucharse:
«Oh mío, o tuya quise decirle, todo de vos»
Era el anochecer de mi segundo
día en África cuando de pronto
los vi, hileras de elefantes caminando
junto a la orilla de agua del lago,
veía su reflejo y luego a ellos,
lentos e imponentes se acercaban
a la oscura galería del hotel como
diciendo aquí estamos, salvajes
en la penumbra del día que ya
se va y recordándoles que en la
potestad del mundo somos los mayores
y más fuertes sobre la línea frágil
que separa el sueño de la vigilia
y la vida de la muerte. Oh mío,
o tuya quise decirle, toda de vos
hembra inmortal que conducís la tropa
por el reflejo de agua volviendo
de oro a la llanura interminable y seca
del Serengueti para siempre bordeando
el oro de sus pastos y sus arbolitos
africanos como en un dibujo
soñado de mis siete años! África
de mi infancia hoy vuelta la arcadia
de una isla soñada, real al mediodía
de este junio en que ahora te recuerdo
con tu hilera de elefantes, uno
caminando solo, el rebelde de la tribu
o solo el huérfano quizá, ida y vuelta
por la bajada para beber el agua
de la sequía que se alza en el Serengueti
cuando aquí llega la primavera
y el perfume de las ligustrinas huele
como la orinada formidable
de tus ancas, vida mía, ven a mí
en mi segundo día en África,
la arcadia de la infancia en la vejez!
Sergio tiene en sus manos Nueve noches con Violeta del Río y por algún extraño sortilegio comienza a contar que cuando viajaba como camionero solía pasar por San Miguel del Monte y veía una imagen de la Virgen flotando sobre la laguna y con su compañero de viaje sabían que a la ida la veían en un lugar y a la vuelta en otro. Y, así, brotaron leyendas de apariciones y creencias como las leídas en La Sacramento de Estela Smania. Cada historia atrae a otra y Hugo habla sobre las siete cruces en Santa Teresa, provincia de Santa Fe. Se mencionan extensiones de campo y surgen los extraterrestres y como en un entretejido caprichoso y sorprendente salen historias de esclavos africanos que traen a mención la película “El niño que domó al viento”, a la vez que algunos nos enteramos que en un barrio santafesino está la casa de la cultura y el arte africano…
Antes de finalizar el encuentro Ana lee: “La conferencia que no di” del libro En el telar del tiempo de Enrique Anderson Imbert.
Y sobre la mesa nuevas lecturas por descubrir.
En el encuentro anterior leímos “Felicidad clandestina” de Clarice Lispector, cualquier semejanza con la realidad, la coincidencia es el libro.
«Escuchar, en primer lugar, es un acto de generosidad y de modestia. Siempre hay otro y el otro es mucho más de lo que leo yo.” Laura Escudero Tobler
Club de lecturas “Miremos Juntos”
San Carlos Centro – Santa Fe