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ABC de las microfábulas, de Luisa Valenzuela y Lorenzo Amengual

 

Es un libro raro. Tiene textos que se centran, cada uno, en una letra del abecedario. El primer texto es todo con la letra A, el segundo con la letra B y así sucesivamente. Entonces, por ejemplo, el de la W es rarísimo, cuesta entenderlo, tiene un vocabulario que no solemos usar demasiado. Es un libro que nos costó un poco, pero siempre enriquece y te sorprende aunque no sea el libro que uno esperaba.

Mariana Club de “Los ángeles de Angélica” – Alta Gracia, Córdoba

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Este tesoro que se nos abre es en apariencia simple e ingenuo. Pero viniendo de la pluma hereje de Valenzuela, sabemos que no será así.
Lo que le da su carácter simple es su estructura; lo ingenuo y juguetón proviene de la premisa de producir microrrelatos en que todas las palabras empiecen con la misma letra y estén organizados en orden alfabético. Una fábula por cada letra, incluso con la imposible “x”.
Lo que le da su carácter desestabilizador es su contenido. Los dichos populares y las moralejas que clausuran las fábulas encierran una supuesta enseñanza. Una enseñanza que tiende a mantener el status quo, por cierto, ya que por ser las fábulas transmitidas transgeneracionalmente y ungidas con ese óleo atemporal, tendemos a percibir sus supuestas sabidurías como dadas y, por eso, a no cuestionarlas.
Pues eso, con Valenzuela, no.
En el prólogo, de algún modo nos lo advierte cuando señala que sus moralejas establecen una complicidad con les lectores. También quedamos advertides sobre cómo las ilustraciones contribuyen a amplificar los significados de los relatos.
Lo que sorprende, para bien, es el glosario que acompaña la colección. Lejos de las asépticas definiciones que esperaríamos encontrar, se nos aparece un paratexto jugoso, un recurso de gran valor para derrotar oponentes en el Scrabble.
Por todas las características que aquí se señalan, El ABC es un libro que siempre conviene tener a mano para aderezar otras lecturas, e incluso la vida en general.
Con respecto al acto de la lectura, lo afrontamos como grupo, pero el texto se brindó hermético al principio. Sin embargo, ir y venir por el alfabeto aleatoriamente nos resultó más placentero. Para llevar el efecto un poquito más allá, circulamos la lectura para complementarla con un momento personal, bajando el ritmo, y sometiéndola a nuestras heterogéneas preferencias. A diferencia del alfabeto, el ABC de las microfábulas, es una entidad abierta.

Nadia Der-Ohannesian de “Los ángeles de Angélica” -Alta Gracia – Córdoba

Patricia Domínguez
deinfanciasyliteratura@gmail.com