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CASTILLOS EN EL AIRE. Fragmentos y anticipaciones. Homenaje a Maurits Cornelis Escher, de Fernando del Paso.

El gris presagiaba la llovizna, el pájaro, la finitud de la tarde, estos, junto al ocre de las hojas sostenían la melancolía. Fue en contraposición a ese nudo que amenazaba con una soledad compartida que desplegamos alas.
El libro que abrimos sobre la mesa nos propuso construir castillos en el aire; una pluralidad de castillos que terminaría en uno donde cupieran los deseos de todos.
Los duendes acercaron seis ratones y tres fantasmas, y en los jardines dos enormes dragones montaron guardia. Envalentonados por este aporte estratégico nos repartimos el trabajo de levantar paredes y ventanas fabulosas -después de todo, como pequeños burgueses-, nos entusiasmaba la magnitud del proyecto y la riqueza que allí encontraríamos. Sentimos miedo ante lo inevitable de cavar el pozo y levantar la torre pero estaría el puente, alegó alguien, y se esfumó el vértigo. Mientras escuchábamos el silencio que en la grandeza de las habitaciones estallaba en gritos, avanzaba la tarea en la medida que crecía el misterio.
Al trabajo de todos, el entusiasmo sumaba tres canciones, cinco rosas y siete carcajadas, y el amor solo necesitó versos canturreados desparejos para edificar el sueño… Hasta que aparecieron ellos, los cuervos, cuya negrura encendió la alarma. Venían a poner precio a nuestro arrojo y entonces acordamos el valor justo que nos permitiera lograr nuestro objetivo. Ellos podrían llevarse nuestros ojos pero jamás el brillo de nuestras miradas, ese brillo que emanaba de cada ínfima parte de nuestros cuerpos, desde el intenso vuelo de nuestra imaginación. Desistieron ante nuestro coraje y hasta compartimos, antes de separarnos, el espectáculo de un atardecer ondulante sobre un mar que nos rodeó sin mojarnos.
Sospechamos que el castillo, de algún modo y con algo de brujería, sobrevivirá a cualquier peligro que lo aceche y nos esperará, siempre, en el día y en la hora que señala el rito, ahí, en nuestros encuentros, donde nos es permitido volar.

Marta Casalegno de “Miremos juntos” – San Carlos – Santa Fe

 

Patricia Domínguez
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