El misterioso caso del oso, de Oliver Jeffers
Apenas abrimos el libro, en las guardas, se escucharon varias voces a la vez:
– ¡Aviones de papel! ¿Podemos hacerlos?
– Ahí dice cómo podemos hacerlos.
A lo que respondimos que podría ser…
En cuanto giré la página y se vio como único dibujo al avioncito de papel, se hizo un silencio expectante, que se profundizó cuando volví a dar vuelta y llegué al título: El Misterioso caso del oso, de Oliver Jeffers.
A partir de ese momento cada página fue una lluvia de comentarios, se abría un intercambio de opiniones cada vez.
Emma: – Son refugios, bajo tierra.
Cata: – Uno de baño, otro de oficina, otro de lavadero, otro de… ¿De qué es ése? (señalando el segundo).
Martu: – Ah, las personas se van intercambiando de casas…
Lu: – Ya sé lo que va a pasar. Capaz que el oso va a cortar los árboles que tienen las puertitas. Capaz, quiere hacer una fogata.
Cata: – ¡A ese oso yo lo conozco!
Jaz: – El oso está cortando el árbol para hacer leña. Y se está llevando las hojas. ¿Está haciendo hojas?
Lu: – Yo lo vi a ese oso, pero no me acuerdo dónde…
Emma.- ¿Qué está cocinando el chancho?
Martu: – Panceta.
Emma: – Se está cocinando a él mismo.
En la página dónde aparece el cartel pegado al árbol, anunciando la competencia…
Jaz: – ¿Podemos ir a la competencia? ¿A la bienal de aviones, Fer?
Lu: – Encontraron un bunker.
Martu: – ¿Qué es un bunker?
Jaz: – Cuando encuentran las pruebas en un lugar, el lugar es un bunker.
Cielo: – ¿Ese oso, no estaba en otro libro? ¡El del Alce!
Cielo pide permiso para buscar el libro Este Alce es mío de Oliver Jeffers, que fue el primero que leímos del autor, en nuestro Club. Le decimos que sí, y vuelve con el libro en las manos. Lo abre, busca, busca y de pronto señala.
Cielo: – ¡Acá está! ¡Yo sabía!
Lu: – ¿Viste? Yo dije que lo conocía.
Jaz: – Es que es el mismo autor.
Cuando todos certifican el hallazgo, volvemos a la lectura.
Emma: – Aaaaahhhhh ¡Tiene una máquina!
Acerca el dedo al libro para acompañarse en su propia lectura en voz alta: – Aviones, instrucciones avanzadas. ¿Podemos hacerlo?
Volvemos a decirles que sí que podríamos…
Pero como nadie mueve la vista del libro, ni se levanta de la ronda, doy vuelta la página.
Justina: – Campeón 1972, pero con bigotes.
Jazz: – ¿Este no será el abuelo y este el papá? – señalando cada cuadro en las fotos de la imagen del libro.
Ana: – ¡¡¡Quiere ser el campeón para seguir la tradición!!!
Cielo: – Como esos fueron los ganadores, está haciendo la misma técnica.
A la confesión del oso, se fueron sumando las confesiones del grupo:
• Yo voy a cortar leña con mi papá, pero a un lugar que se puede…
• Todos cortan árboles en el pueblo, pero es para las estufas.
• Sí, pero no se puede cortar el árbol, sólo las ramas.
En cuanto llegamos a la última página…
Ana: – ¡Ya sé! ¡Ese es el dibujo del afiche de nuestro Club!
Cata: – ¡Visteee, yo sabía! Yo lo conocía al oso.
Buscamos la foto del afiche en mi celular y las comparamos.
Ana: – Fer, ¿por qué el afiche del Club de la Luna tiene al oso?
Cata: – Es por la casa rodante.
Lu: – Y porque está regando un árbol.
Martu: – ¿Vos le pusiste los libros volando, no Fer?
Emma: – ¿Podemos hacer aviones?
En cuanto dijimos que sí, se llevaron el libro, lo pusieron en medio de la mesa y empezaron a hacer aviones, que decoraron con marcadores. Después, como era de esperar, el espacio quedó chico y salimos al jardín para que los aviones volaran más alto. Cuando llegaron a buscarlos, nos pidieron si podían llevarse los aviones.
Y así se fue volando El misterioso caso del oso.
Fernanda Gómez
Club de lecturas “La luna”- Duggan – Pcia. de Buenos Aires