Fuente: Clarín
Autora: Paula Conde
Y todo gracias a un chal. Corría el año 2018, Isol estaba en una presentación en Palestina –tiene varios libros traducidos al árabe–, cuando el Palestinian Museum le encargó un cuento para chicos que tuviera algo de la tradición de esas tierras pero con una nueva mirada. Ahí nomás, le mandaron un chal tejido con bordados típicos de aquella cultura. Así empezó su proceso creativo.
En diciembre, el Fondo de Cultura Económica publicó en Argentina antes que en México (lo cual habla de toda una apuesta editorial) 9.500 ejemplares de La costura, una historia que desafía y cuestiona nuestros posibles prejuicios sobre los modos de vida distintos a los que conocemos, sobre las diferencias sociales, en definitiva, sobre las diversas culturas. ¿Por qué?
Primero un repaso por el argumento: la abuela de Lila le cuenta a su nieta que hay otro mundo detrás del mundo en el que viven ellas, que es raro, lleno de hilos, nudos y animales extraños. Es el Ladro de Atrás. Nadie conoce ese lugar y se cuentan sobre él misteriosos relatos. “¡Esas historias que te cuenta tu abuela!”, se agarrará la cabeza la mamá de Lila a modo de reproche.
Lila sueña con ese lugar y piensa que en los agujeros del tejido que compone su mundo, el Lado de Afuera, ese que ella habita, caen todas las cosas perdidas que tanto le reclama su mamá. Por ejemplo, ya perdió las llaves tres veces y también la bufanda y los guantes y los lápices de colores y el paraguas.
A Lila se le ocurre que todos esos objetos perdidos van a parar al Lado de Atrás pasando por las fisuras de su mundo, que es un mundo tejido y bordado. Allá va Lila entonces a coser todos los agujeros que conectan su lado con ese otro lado con el que por el momento no quiere saber nada. “Ahora sí estaremos tranquilos”, piensa. ¿Segura?
¿Pero qué pasa si esos agujeros no fueran desperfectos de su mundo sino parte indispensable para su funcionamiento? Desde que cosió las fisuras, la vida de su lado empieza a alterarse, su abuela se siente mal, una niebla espesa empieza a cubrirlo todo. ¿Qué hará Lila? Dejamos acá para no contar el tiernísimo final, al mejor estilo Isol Misenta y, charla mediante de la autora con el Clarín Cultura, pasamos a contar un poco los entretelones de esta creación.
El lado de acá y el lado de allá
Compuesto por cuatro partes y un epílogo, este libro, dijimos, fue un encargo del Palestinian Museum para el proyecto “Palestinian Art History as Told by Everyday Objects” (algo así como historia del arte palestino contada por objetos cotidianos). El museo, que fomenta la literatura y la creación en niños, les pidió relatos a varios autores, entre ellos a la creadora de Petit, para distribuir de manera gratuita entre los chicos palestinos.
Desde acá, Isol, dueña ya de 24 títulos publicados, traducciones a 17 idiomas, ganadora en 2013 del Astrid Lindgren y finalista en dos oportunidades del Premio Hans Christian Andersen, aceptó el desafío y, para motivar su inspiración, recibió un chal con bordados típicos de la cultura de allá. Lo miró, lo miró y lo miró, de un lado y del otro. ¿Qué historia podía contar? De a poco esos bordados con hilo rojo fueron cobrando forma en su cabeza y con ellos también la historia.
Como en gran parte de los relatos pergeñados por Isol, la protagonista es una niña de carácter fuerte, de esas que quieren arreglar el mundo. El disparador, una madre que le reclama haber perdido por tercera vez las llaves. A esto se suman los cuentos de la abuela sobre el misterioso Lado de Atrás.
“En mi familia, eran las personas más grandes las más supersticiosas, las que veían fantasmas o contaban aventuras místicas y a la vez fascinantes”, cuenta Isol a Clarín. La abuela –un personaje femenino que aparece por primera vez en rol protagónico en sus libros– y Lila parecen compartir una misma frecuencia y complicidad, mientras que la mamá es la voz racional.
El mundo que Lila habita puede, sin embargo, tener lugares gastados, lugares con fisuras o puntos de conexión con otros mundos. Y esos otros mundos, que al principio pueden provocar resquemor, son por el contrario puertas a nuevas culturas y formas de mirar.
Así, a fuerza de metáfora, a los del Lado de Acá, Argentina, Occidente, Isol nos introduce por un agujerito, o más bien por una bellísima historia, al Lado de Allá, a Palestina, Oriente, mundo árabe. Y viceversa, porque lo que Isol vio en los bordados –casitas, río, flores– no es lo mismo que dice ver un palestino habituado a esos tejidos.
Por último, transitar el mundo de acá o de allá cobra para la autora, y para tantos, un nuevo significado en años de pandemia y angustia. Escribir e ilustrar este libro, que le llevó unos seis meses y será presentado junto a otros títulos propios en la próxima Feria del Libro, coincidió con un doloroso momento personal para la artista: la muerte de su papá. La obra le está dedicada especialmente.