“Black Mirror Sexta Temporada. En vivo, en este mismo momento, en todos lados”. En inglés, y con el logo oficial de Netflix, este lapidario slogan aparece de manera sorpresiva en Madrid, a fines de la primavera de 2020, sobre numerosos afiches publicitarios ubicados en las paradas de transporte público. El 3 de junio, un usuario español de Twitter comparte en su perfil una primera fotografía de esa propaganda, inmediatamente, decenas de miles de personas la retuitean en todo el mundo usando el hashtag –de más está decirlo- blackmirror. Sin embargo, en la programación de primavera y verano de Netflix no hay ningún indicio de la nueva temporada de la popular serie televisiva británica, y su creador, Charlie Brooker lo confirma explícitamente en una entrevista concedida a Radio Times el 4 de mayo de 2020. En realidad el objetivo de Tito Rocha, Alberto Arribas, Rubén de Blas y Mer Mandrés, estudiantes de la escuela Brother de Madrid y responsables de esa campaña publicitaria, es otro, simbólico y provocativo a la vez: tomar al pie de la letra la enseñanza de Timothy Morton sobre la omnipresencia viscosa de los hiperobjetos, demostrando cómo, durante esos primeros desconcertantes meses de 2020, la “amenaza de irrealidad” se convirtió definitivamente en “el signo inequívoco de la realidad misma”. Como esos rostros amenazantes aplastados contra el vidrio de una ventana, repetido cliché de las películas de terror, los hiperobjetos –el calentamiento global, por ejemplo- permiten que su sombra irreal preanuncie, siniestramente, su inminente llegada, “como una pesadilla- escribe Morton- que trae noticias de una verdadera intensidad psíquica”. De pronto, lo que hasta ese momento había permanecido oculto en el fondo, como alusión genérica a algún eventual peligro futuro, se ubica ahora implacable en primer plano. La distancia sideral que habíamos mantenido con respecto a los hiperobjetos demuestra ser no más que “una identidad psíquica e ideológica”, que no puede en absoluto protegernos como corresponde “de la excesiva cercanía de las cosas”. Esto hace pensar en Don’t Look Up (2021), la popular película de Adam McKay, que representa de un modo tragicómico la incapacidad de nuestra sociedad de tomar en serio el clamor desesperado (“moriremos todos”) con el que una científica advierte, por televisión, de la inminente catástrofe apocalíptica que está a punto de abatirse sobre la tierra.
Los cuatro publicistas madrileños hacen propio, a su modo, este concepto y lo actualizan. Diseñan, entonces, una publicidad para Netflix que, pareciendo lo más verosímil posible y con todo el impacto visual necesario, subraye la definitiva coincidencia entre los acontecimientos reales ocurridos en el mundo entre enero y mayo de 2020 y los escenarios catastróficos e hipertecnológicos preanunciados con tonos distópicos por Black Mirror desde 2011. Los incendios en Australia, el impeachment de Donald Trump, la imprevista muerte de Kobe Bryant, la inesperada vinculación entre las innovaciones científicas y la literatura ciberpunk de la década del ochenta y, sobre todo, el estricto lockdown impuesto en todo el mundo por la pandemia de covid-19, la amenaza de la fantasía distópica creada por Charlie Brooker parece el rasgo inequívoco de la «nueva edad oscura» que estamos viviendo realmente en la actualidad y que hemos fingido ignorar hasta ayer mismo. «No podemos comprender el conjunto, pero aún somos capaces de pensarlo»: la nueva edad oscura, considerando el sentido actual que da James Bridle a las palabras usadas por Howard Phillips Lovecraft en La llamada de Cthulhu (1926), surge de la objetiva contradicción entre la capacidad de pensar y de diseñar las cosas, a causa de la abundancia de información y la pluralidad de visiones del mundo generadas en el mundo online, y la incapacidad de comprender lo existente, captándolo de una vez por todas. En efecto, no podemos alcanzar un consenso universal, maduro y razonado con respecto a una realidad que sea coherente, desde el momento en que usamos instrumentos -las computadoras- que no existen para darnos respuestas seguras sino para que, a través de ellas, nos planteemos las preguntas. La nueva edad oscura nos lleva así al colapso, fragmentando «nuestra perspectiva en millones de puntos de vista que nos iluminan y nos desorientan al mismo tiempo». Oscilamos, por lo tanto, entre nuevas oportunidades y otros tantos y no menos insólitos desafíos. En efecto, si por un lado se abren ante nosotros horizontes hermenéuticos insólitos y fascinantes, por otro, andamos a tientas en la oscuridad, sin terminar de entender completamente el mundo en que nos encontramos.
He aquí, entonces, el golpe maestro final pensado con habilidad por los cuatro estudiantes madrileños: en cada panel publicitario, debajo del inquietante slogan, hicieron agregar un enorme espejo negro, como una heterotópica y tétrica actualización de la celebérrima portada de Time de Navidad de 2006. «You» era la palabra escrita en letras mayúsculas, que señalaba al personaje del año. Debajo de esa inscripción se podía leer: «Sí, tú, Tú controlas la era de la información. Bienvenido a tu mundo».
Quien decida fotografiarlo encontrará inevitablemente reflejada en él su propia imagen, convirtiéndose así en protagonista involuntario de la sexta temporada de Black Mirror, perfecta síntesis narrativa de los hiperobjetos de Morton y de la nueva edad oscura descripta por Bridle. Precisamente, en directo, ahora mismo y en todos lados, excepto, paradójicamente, en su único (y protector) hábitat natural: Netflix.
Este texto es la introducción del libro Puercoespines digitales: vivir y nunca morir online del filósofo Davide Sisto, especializado en tanatología y cultura digital, que acaba de publicar Fondo de Cultura Económica.
Fuente: Página 12
Por Davide Sisto