En Buenos Aires estamos en la Feria del Libro. Para quienes trabajamos en secciones de Cultura, en estas semanas —termina el 13 de mayo— no hay otra cosa casi. Estamos en la Feria, no me pidan que almuerce o cene normalmente, no me pidan que vea películas, no me pidan que tenga sentimientos. La Feria tiene mil focos, muchísimo de interesante, polémica, política, pasión. Nos verán, a los que trabajamos sobre ella, con ella, con el gesto cansado pero con los ojos felices.
Bueno, te voy a contar lo que vi en la Feria.
Por eso no me sorprendió que la sala estuviera llena. Antes, Zoja había analizado cambios en la masculinidad y en la manera de ser padre —no “madre o padre”, sino “padre varón”— en su ensayo El gesto de Héctor. “Se borró demasiado al padre”, decía ahí. Ahora vuelve y nos habla de algo que pasa hasta la sorpresa.
Luigi Zoja, en la Feria del Libro
¿Qué me sorprendió? Cuando dijo que en Estados Unidos hay menos embarazos no deseados de adolescentes —algo bueno— pero que esto ocurre porque “los menores no se encuentran, se envían fotos de sus cuerpos desnudos y esto no produce embarazos”.
¿En serio? ¿En serio los ardores de la juventud se calman con un teléfono? ¿En serio ya no corren locamente a encontrarse con la última pasión? ¿No saben qué es ese estremecimiento que parece un cable pelado cuando la mano del otro, de la otra, roza casualmente la espalda, toca sin querer un codo?
Parece que no. Y cree que eso tiene algo tiene que ver con la pornografía, tan accesible para cualquier pibe mientras los grandes estamos papando moscas. (Hace un tiempo vinieron unos parientes lejanos para una fiesta familiar; a sus niños, de entre 10 y 12 años, los dejé usar mi computadora. Cuando se fueron, la máquina estaba tan infectada por esas porquerías que te pone el porno que la tuve que llevar al técnico).
Entonces Zoja saca conclusiones: “El chico tímido de 15 años ve un King Kong que tiene una erección permanente siete días a la semana y…” Y mejor manda una foto, que se puede editar y poner como uno quiera. ¿Se la cree alguien del otro lado? Qué importa, si causa el efecto deseado…
Los mayores de 50 nos empezamos a deprimir un poco en el asiento. Pero había más, nos iban a cachetear otra vez.
“Antes —dijo Zoja tranquilamente, en el escenario— la sexualidad se empezaba a conocer en la realidad. Ahora no. Mi esposa, que es psicoanalista de niños, ha tenido niños de 7 años adictos a la pornografía. ¿Qué sexualidad adulta va a tener ese chico?
Otra vez, nosotros y las máquinas. ¿Cuánto de lo humano va cambiando —notá que no dije “vamos perdiendo”— en ese vínculo cada vez más estrecho con pantallas y robots?
No es tema que preocupe sólo a psicólogos, claro. Hace poquito mi nieta me hizo ver Leo, una película animada en la que hay una iguana que es mascota de un grado. Es un secreto pero la iguana —Leo— habla. Así, oye que los de su especie mueren a los 75, entonces hace cuentas y descubre que tiene 74… le queda poco.
Con la angustia de la muerte encima —pedazo de sentimiento—, aprovecha que una maestra nueva obliga a los chicos a llevárselo a la casa en el fin de semana y les habla a ellos. Uno por uno, haciéndolos sentir especiales. Escuchando qué les pasa. Hay uno, pobrecito, que tiene un dron que le hace TODO. Al punto que el nene expresa el deseo de limpiarse la cola solo alguna vez. Leo logra que el nene se separe de esa máquina más perfecta que Dios. Y, claro, descubre que no es tan débil ni tan inútil y se conecta con los demás.
Niños y porno
Pero vuelvo a la Feria y a la mesa de este señor de aspecto apacible que dice cosas tremendas.
“Los niños tratan de imitar el porno y no viceversa”, explica. Eso, si antes se conocía el sexo de a poquito con los compañeros, algún vecino, una primita, ahora viene precocido y con muchos anabólicos. Entonces ese —mecánico, exagerado, siempre eficaz— es el modelo.
Entonces, sexo a distancia. ¿Funciona? Zojo no lo cree. “La sexualidad digital es el fake de los fakes”, dice. Parece pero no es.
Finalmente, Zoja alerta que el tema no es “cosa de chicos”. Porque, dice “la disminución de la actividad sexual implica disminución del bienestar de la familia”.
Así nomás. Dice que el 98 por ciento de los niños que nacen han sido concebidos de manera tradicional. Y si la manera tradicional funciona menos, si, como dijo él, “se hace menos el amor”… veremos qué pasa.
La pérdida del deseo (Fragmentos)
- “El esplendor del romanticismo había surgido de las pasiones, de las debilidades, de la vida. En la modernidad laica la fantasía inconsciente se preguntaba: pero la vida, ¿de dónde viene? La respuesta era la más simple, ‘a los ojos de todos’, incluso si se trata de lo que se sustrae a la mirada de todos. La vida viene de dos personas que han hecho el amor”.
- “En el siglo XX la sexualidad ocupó un papel central. Es una actividad humana natural como comer o caminar. Pero estas dos últimas son funciones neutras, el bien y el mal no dependen de ellas. Se come para llegar al día siguiente, se camina para llegar a un determinado lugar. El sexo, en cambio, para gran parte de las personas es un bien o un mal en sí mismo, no deja indiferente. En todas las sociedades, en todas las religiones está sujeto a normas, veneración, tabúes. En teoría lo sabemos. En la práctica, ignoramos cuán ignorantes somos”.
- “En el siglo XXI, la sexualidad, gran protagonista del siglo XX, podría encaminarse hacia su disolución, como práctica e incluso como tema. El problema es inmenso, las discusiones al respecto no son más que los chillidos de un ratón”.
- “La sexualidad es uno de los indicadores de una ‘sociedad abierta’. Debido a su importancia, nos preguntamos si, ante las aperturas totales, el hombre puede evitar tener miedo, como un escalador que, una vez llegado a la cima, se aterroriza por el abismo que él mismo quiso desafiar”.
- “Quien dispone de garantías constitucionales pero ha introyectado con la educación familiar restricciones a la libertad de elección o temor a castigos —que a su vez sus padres absorbieron de sus abuelos, o de las imposiciones de un régimen autoritario— no es una persona libre”.
- “A las inseguridades heredadas se agregan, en el siglo XXI, las derivadas de las infinitas propuestas que ofrece el mundo virtual, que nos han llegado de improviso y que no sabemos utilizar, porque no hemos sido educados para ello”.
La pérdida del deseo me dejó pensando. Contame qué te pasa a vos. Podés escribirme a pkolesnicov@infobae.com y la seguimos.
Fuente: Infobae
Por Patricia Kolesnicov