“¿Por qué es Heidegger el más importante filósofo del siglo XX?”, se preguntaba José Pablo Feinmann sobre una obra inagotable pero poniendo el foco en su texto capital de 1927, El ser y el tiempo, “un libro existencial, donde el ‘ser ahí’ está arrojado en un mundo done no hay más sujeto y objeto. Es el hombre que se angustia, que muere, que puede tener una vida auténtica o inauténtica”, lo definió el filósofo argentino en sus clases magistrales para Canal Encuentro y fuente de inspiración para su novela La sombra de Heidegger (Planeta).
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El ser y el tiempo, un clásico del pensamiento del siglo XX, volvió a relanzarse recientemente por Fondo de Cultura Económica (FCE) y es una nueva posibilidad de lectura ahora que se cumplen 48 años del fallecimiento de Heidegger.
Se trata de la tercera edición, específicamente de FCE Argentina tomada de la edición mexicana –la primera edición español se remonta a 1951–, con prólogo de Ricardo Horneffer y traducción de José Gaos.
Apoyo a Hitler
Nacido en Alemania, Martin Heidegger (1888-1976), autor de textos como Kant y el problema de la metafísica, Arte y poesía, Estudios sobre mística medieval e Introducción a la fenomenología de la religión, es considerado uno de los pensadores contemporáneos más influyentes y polémicos, tal vez desde su apoyo explícito al gobierno nacionalsocialista de Hitler –en 1933 fue rector de la Universidad de Friburgo– dejó abierta una herida difícil de cicatrizar que se extiende a la interpretación de sus textos.
Recuperando el viejo sofisma “el hombre es la medida de todas las cosas”, para Heidegger la tarea del filósofo consistía en poner el sentido del ser en el centro gravitatorio de la filosofía moderna.
“El ser, desde tiempos remotos de la antigüedad, es el más universal de los conceptos”, escribe el filósofo mexicano Ricardo Horneffer en el prólogo de El ser y el tiempo. Lo que importaba a Heidegger era el “Ser-ahí” (Dasein) abocado a “Ser-en-el-mundo”, una idea que para los especialistas lo llevó a la deconstrucción del sujeto cartesiano.
Heidegger, en efecto, creía que “el ser del hombre” se definía por su relación con el mundo, algo apoyado fundamentalmente en la práctica –por eso su énfasis en la “praxis”– antes que en lo teórico y meramente conceptual.
¿Por qué hay algo y no más bien nada? ¿Por qué el hombre olvida al ser para darse al dominio de las cosas?, eran preguntas capitales que el filósofo alemán persiguió como telón de fondo de su obra. El concepto de ser, a su vez, se tornaba indefinible pero también era el más “comprensible”.
“Todo preguntar es un buscar, pero ¿cuál es la pregunta que hay que hacer que interroga por el sentido del ser?”, escribe Horneffer en el prólogo, como clave de lectura de un texto tan insondable como fascinante.
Pensar el tiempo
¿Cómo pensar hoy, en términos filosóficos, uno de los problemas más acuciantes de la vida actual, el tiempo y su relación con el ser y la existencia? En El ser y el tiempo desfilan problemáticas complejas que Heidegger conceptualiza aquí y allá: el “destino individual”, el “ser deudor”, el “ver a través”, la “temporalidad”, la “cura y el ser sí mismo”, la “mundanidad del mundo”. “¿Lleva algún camino desde el tiempo original hasta el sentido del ser? ¿Se revela el tiempo también horizonte del ser?”, fueron preguntas rectoras de Heidegger en el texto que habían sido arrojadas al vacío, sin respuesta.
Publicado por Heidegger en 1927 como separata del Anuario de Filosofía e Investigación Fenomenológica, dirigido por Edmund Husserl, el filósofo alemán llegó a postular que el tiempo era el horizonte trascendental de la pregunta por el ser: su libro, en parte, lo escribió para demostrar que el tiempo, en efecto, pertenecía al “sentido del ser”.
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Así, para Heidegger, el vivir había de ser experimentado como un acontecimiento que “ni está fijado ni es objetivable”. Y el hombre tenía un lugar privilegiado: era el único ente en el universo que se preguntaba por el Ser.
Lejos del absoluto, para Heidegger todo ser tiene una trayectoria, aquella que acontece entre el nacimiento y la muerte, y no casualmente otorgó varias páginas a la cuestión de la “cotidianidad”. En su pensamiento “todo ser ha de asumir su finitud” y su vida fáctica es la vida de un “ser en-el-mundo”, temporal e histórica: allí volvía a poner de relieve la primacía de la praxis, de la acción, frente a la teoría.
“Sólo en la angustiada posesión de la muerte sabida se hace transparente la vida como una totalidad para sí misma, porque se hace posible la unificación temporal del vivir”, escribió Carmen Segura en una crítica de El ser y el tiempo para el sitio Nueva Revista.
¿Cómo fue posible, también, que a la par de las repercusiones de su obra capital haya sido un nazi? Heidegger fue convocado para ser rector de la Universidad Friburgo y entonces da un discurso. Suprime la libertad académica, remite a los griegos y dice: “El inicio es aún”.
Los alemanes, en su visión, simbolizan la marcha de Occidente con los dioses griegos alumbrando el camino. Atenas se encarnaba en Alemania, que llevaría al hombre al encuentro con el ser. Exalta la esencia de la raza originalmente germánica y la voz de la sangre, y propone la eliminación total del “enemigo interior”.
Oscuridades y luces
Para Feinmann, atento a los claroscuros del personaje, “el Heidegger de Ser y tiempo es el de la República de Weimar, un Heidegger sombrío, como es sombrío el texto. Pero el Heidegger del Discurso del Rectorado en el nazismo es luminoso, tiene fe, habla a la luz del día a sus estudiantes, convocándolos a grandes gestas guerreras”.
Influenciado por Edmund Husserl –de quien fue alumno y discípulo–, notable inspirador de Sartre, Derrida, Levinas, Ricoeur, Althusser, Marcuse, Gadamer, la escuela de Frankfurt, Foucault y Nancy, entre otros, que reconocieron una deuda intelectual con él, Heidegger decía que “la democracia es la muerte de Europa”, y en una entrevista final para Der Spiegel, de 1976, manifestó seguir adhiriendo a los principios del nacionalsocialismo de la primera época.
La obra, sin embargo, sigue siendo revisitada. Por poner un caso, Eduardo Grüner publicó recientemente La obsesión del origen (Ubú), un ensayo sobre Heidegger y la herencia de sus ideas filosóficas en nuevos contextos, donde aborda su crítica radical de la modernidad burguesa y su andamiaje mental a la vez que una apelación abstractamente “ontológica”, según Grüner.
“Hacia el final de su vida Heidegger se acerca al zen y es muy posible que el Ser haya sido, finalmente, una entrega absoluta a un absoluto, es decir, una expresión mística antes que filosófica”, decía José Pablo Feinmann. El mismo Heiddeger, amado y odiado, que dejó una de las obras más complejas del pensamiento y que ha dicho, poéticamente: “el filosofar sólo puede conducir hasta el borde: siempre se queda en lo penúltimo”.
Fuente: Clarín
Por Juan Manuel Mannarino