Fix the money, fix the world! (arregla el dinero y arreglarás el mundo). Asistimos a una carrera geoeconómica por el control de las infraestructuras monetarias propias de la economía algorítmica. Allí, es improbable que el bitcoin termine siendo efectivamente el dinero del futuro y que los bancos centrales con sus monedas soberanas desaparezcan del mapa; pero al mismo tiempo es factible que Satoshi Nakamoto haya sido el nudo histórico sobre el cual se construirán las formas dinerarias de las economías cyborg.
Hacia el siglo XVI, el inicio del capitalismo puede considerarse el fin de un orden de cosas y el nacimiento de un Dios global corporizado en el metal dorado; el cual, rápidamente, mudaría sus capas de piel para convertirse en una estructura sociocultural omnipotente, aunque líquida y escurridiza. A partir de allí, las antiguas monedas, a través de la banca, los mercados y las altas finanzas atravesarían su propia metamorfosis hasta dominar el planeta. El resultado es que, finalmente, nada de “mercancía ficticia” tiene el dinero (como pretendían Marx y Polanyi); sino que se trata del objeto más real y sagrado de las sociedades modernas. Pero como lo explicaba Keynes, ese Dios se multiplicó en pequeños apóstoles que habitaban los monederos domésticos, para luego ocultarse y dejar una estructura universal, abstracta pero concreta. Así, sus catedrales olvidaron definitivamente las máscaras doradas y ampliaron su poder desde una pura representación jurídica, cuantitativa-fiduciaria.
En dicho camino, aquello que debía funcionar como un valor estable frente a la circulación de cosas útiles para la vida (pero perecederas), terminó por convertirse en el objeto más abundante y más codiciado. La paradoja es que, al mismo tiempo que se transformaba en la columna vertebral de la sociedad, quedaba atrapado en una dinámica crónica de depreciación. Ahora ¿por cuánto tiempo es sostenible un sistema que solo garantiza una serie infinita de burbujas especulativas y cadenas de deuda, anclado sobre un objeto en constante devaluación? ¿Sería muy extravagante pensar que el inicio del siglo XXI esconde también el fin de un mundo?
Nuestro gozne histórico nos propone un quiebre en el modo de entender el dinero a partir de un ineludible destino tecnológico. Las infraestructuras digitales son una materialización tecnosocial de ideologías, valores y formas de entender lo colectivo, la dignidad individual, los derechos e incluso la idea de justicia. Con lo cual la pregunta sería: ¿qué se pone en juego desde las disputas en torno a los nuevos mecanismos de control del dinero electrónico? Las perspectivas críticas suelen plantear que tanto el bitcoin como las tecnofinanzas son un desprendimiento del neoliberalismo y con ello implican una tragedia donde, en nombre de la transparencia del mercado, los intereses de grupos económicos concentrados y el individualismo terminarían atentando contra el bien común. Pero la aparición del bitcoin no se trata de un fenómeno tecnocrático inocuo, ni de una cadena de fraudes o un desprendimiento zombie del neoliberalismo, sino de un quiebre tecnopolítico que marca un capítulo más dentro de la serie de transformaciones de la anatomía social en la era informacional.
El bitcoin fue lanzado en el contexto de la crisis financiera de 2008; para la mayoría el debate sobre aquel colapso se definía en la dicotomía sobre si era resultado de las intervenciones de los bancos centrales o de la especulación desmedida por parte de las corporaciones financieras. Algunos pocos se atrevieron a marcar que se trataba de un fallo en el algoritmo. Como lo explica Laumonier, los movimientos especulativos del capital ya no están realmente controlados por corredores, sino que se definen a velocidades sobrehumanas en una guerrilla de motores de cálculo y anticipación.
El postulado clásico indica que los ciclos expansivos del capitalismo son posibles por la explosión de alguna crisis en la cual, tras acumular contradicciones, se forman mecanismos que dan soluciones funcionales y, con el inevitable crack se entra en una etapa de crecimiento. El punto era que luego de 2008 nada parecía haber cambiado significativamente; con lo cual, si el sistema no lograba redefinir sus mecanismos, solo cabía esperar una larga serie de crisis hasta que se afiance un nuevo ciclo de real expansión. Pero, la clave de aquel trance podría haber sido el nacimiento de una nueva tecnología monetaria. Como plantea Hart (a partir de Mauss) toda revolución económica es por naturaleza monetaria.
En realidad, el bitcoin y las criptofinanzas podrían ser entendidos como la base estructural de un nuevo orden dinerario (sobre todo en sentido conceptual). Enfrentamos un periodo donde surgirán nuevos objetos y preguntas sobre qué es el capitalismo algorítmico y de qué se trata la falacia de la escasez en una economía que trabaja sobre los rieles de un objeto abundante e inflacionario como el dinero fiat. ¿Cómo sería una economía anclada a estructuras monetarias realmente deflacionarias? ¿Se puede proyectar un sistema geoeconómico ya no fiduciario?
Lo que ha comenzado es una carrera donde serán los Estados, a través de sus bancos centrales, quienes terminarán por canalizar las nuevas formas del dinero algorítmico o criptológico. Ante el (supuesto) inevitable horizonte hipertecnológico, el punto es cuáles serían las nuevas lógicas de producción y gestión del dinero que debemos desarrollar. La respuesta está en desplegar estrategias tecnofinancieras desde las soberanías políticas en articulación con las posibles complementariedades regionales, globales y extrasoberanas. Criptomonedas, stablecoins, govcoins y monedas digitales de bancos centrales forman el mapa fundamental de esta disputa.
El dinero ama y odia las instituciones autoritativas, porque él es la autoridad. Aborrece las regulaciones sobre su omnipotencia líquida y vertiginosa; pero al mismo tiempo se deja abrazar por los marcos legales que lo protegen de su naturaleza autodestructiva e inflacionaria. El desafío pasa por comprender el cruce entre el antiguo dinero sostenido por estructuras políticas y el nuevo tipo de sujeción social ligado al poder algorítmico. Es posible que todavía no haya nada para sondear por fuera del capitalismo, pero tal vez ha llegado el momento de comprender masiva y profundamente qué es el dinero.
Fuente: Perfil
Por Marco Mallamaci*
*Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional de San Juan, magíster en Sociología Económica por la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín, y doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba.