Armas y explosiones nucleares

La humanidad en peligro

Autor:
  • María Ester Brandan

$3.500

ISBN: 9789681629243

En un día sin viento, se hace detonar a 2 mil metros de altura sobre la plaza central de la ciudad de México una bomba nuclear de un megatón (equivalente a la explosión de un millón de toneladas de TNT). Dos segundos después se ha formado, a la altura de la detonación, una bola de fuego caliente, muy luminosa, y una onda expansiva que choca contra la superficie. En los primeros diez segundos, en un radio de cuatro kilómetros, todas las construcciones quedarán destruidas y no habrá sobrevivientes. Los límites de esta zona son, en círculo, el Aeropuerto, el Palacio de los Deportes, el Parque del Seguro Social, el monumento a la Diana cazadora y el Monumento a la Raza.
En un perímetro de dos kilómetros después de este punto la presión generada derribará la mayor parte de los edificios cuyo derrumbe acabará con el 50% de los pobladores de esta zona, pues los vientos adquirirán una velocidad de unos 300 kilómetros por hora. La explosión se dejará sentir, medio minuto después de la detonación, en el anillo situado a 6 y 11 kilómetros de la plaza. Muchas de las estructuras de los edificios quedarán dañadas y habrá un alto riesgo de incendios debido al calor generado que causará también quemaduras en la piel de las personas. Además, se romperán todas las ventanas. A 11 y 16 kilómetros del centro, el daño que cause la onda explosiva será menor, aunque es posible que una cuarta parte de la población resulte con heridas de mayor o menor consideración.
También medio minuto después de la explosión deja de ser visible la bola de fuego que, al ascender a gran velocidad, produce corrientes de aire que arrastran polvo y restos de las construcciones destruidas, para formar el tristemente célebre hongo nuclear. Una nube radiactiva formada por elementos activados durante la explosión y productos de la fisión del uranio de la bomba ascenderá a veinte kilómetros de altura para luego caer lentamente –y causar más víctimas por la radiación- sobre regiones incluso alejadas de lo que fue México-Tenochtitlán.
Un apocalipsis como no lo soñó San Juan ni ninguno de los que a lo largo de la historia han profetizado el fin de nuestro mundo y que, de no prevalecer la razón, nos guarda a la vuelta de la esquina, es el tema, escalofriante, de Armas y explosiones nucleares, libro escrito «con el fin de llevar al lector a asumir una posición comprometida a favor de la paz y el desarme».

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