Nicaragua (1867-1914). A pesar de su vida relativamente breve, lo extenso y variado de su obra y la trascendencia de su aporte hacen de Rubén Darío unas de las figuras más importantes en la constitución de la literatura latinoamericana. Intentaremos trazar las grandes líneas de la evolución vital y poética de Rubén Darío, conscientes de que la ordenación que hacemos pueda resultar arbitraria, puesto que hay en él un desarrollo orgánico que van ensanchándose y enriqueciéndose, como esos grandes ríos tropicales que absorben los nutrientes de las vastas tierras que van abarcando en su dilatado curso. Nicaragua (1867-1886) Nace Rubén Darío en el seno de una familia de ancestro tradicional en Nicaragua. Fueron sus padres don Manuel García y doña Rosa Sarmiento. Por las desavenencias de sus progenitores, que pronto se separan, se cría al cuidado de su tía abuela, doña Bernarda Sarmiento y de su esposo el coronel Félix Ramírez Madregil. La difícil situación económica de su familia explica que no haya realizado estudios regulares de primaria y secundaria, ni tampoco haya ingresado a la universidad. Se ha destacado la influencia que ejercieron sobre él los padres jesuitas, con quienes habría aprendido algo de cultura clásica y letras latinas. Otro influjo importante es el del maestro polaco – español José Leonard, que llegó a León a dirigir el Instituto de Occidente (1881). La amplia cultura de José Leonard, su conocimiento directo de las principales figuras de las letras, de las ciencias y de la política europea, influyen fuertemente sobre la imaginación del niño Rubén y refuerzan en él las ideas liberales. Darío impone definitivamente la nueva poesía en las letras hispánicas. Con ello, introduce una profunda revolución en formas, temas y hasta en el modo de afrontar la creación poética: el poeta deja de ser el declamatorio romántico, para convertirse en un estudioso, en un riguroso conocedor de su arte. Por eso, tanto por la altísima calidad estética de su obra como por la trascendencia de su labor renovadora, se equipara Rubén Darío con esos dos grandes creadores de la lírica en la lengua castellana: Garcilaso y Góngora.
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