Poesía completa, de Joaquín O. Giannuzzi (Fondo de Cultura Económica, 2024)
“Murena hablaba de golpes, de intercalación de golpes”, responde Giannuzzi en una entrevista de 1986, al hablar de su manera de decir las cosas, cuestión que se verifica constantemente a lo largo y a lo ancho de su obra; podría afirmarse de manera rotunda, incluso, que el intercalado lleva el signo de la muerte: de seguro no hay en la historia de la poesía argentina (y en la literatura argentina tout court) un poeta que incluya, sin agotar al lector, la palabra “muerte” en sus continuos ensayos poéticos. Porque nadie puede decir que Giannuzzi no sea un poeta, pero también podría bien tratarse de un filósofo o de un entomólogo: de la misma forma que un viejo naturalista el autor de Señales de una causa personal ausculta la realidad desde una fría, siempre calculada, posición. Una glacial lucidez reviste poemas tan tremendos como Mosca final (“La muerte / no me reserva esa lógica suave, / su tranquila mecánica / sino un final inexacto, sometido / a un desesperado anhelo personal”) o Mi hija contempla mi perfil (“¿Qué consistencia merece, en tu memoria, / la lluviosa arquitectura / de mi rastro? / Esto / desaparecerá porque acumulas / días y espacios que vienen a negarme”) justamente por su inobjetable precisión.
Hay una tesis muy hermosa de D. G. Helder que remarca el estilo “oral” de Giannuzzi a partir de una premisa de Eliot “según la cual la poesía pone de manifiesto la música latente del habla común de una época y de un lugar determinados”, cuestión que se conjuga con lo dicho por Mallarmé (a través de Juanele) cuando llama a “dar un sentido más puro a las palabras de la tribu”. Historiador y peronista, Giannuzzi sabe que la historia argentina está labrada bajo el signo de la violencia y no teme a las condiciones que impone su época; eso se ve reflejado en poemas crudísimos como Muerto en la calle (“Un par de zapatos en la punta extrema / del muerto / no identificado fue todo / lo que pudimos ver y así hemos concluido”) o el célebre Basuras al amanecer (“Esta madrugada, en la calle / dominado por una especie / de curiosidad sociológica / hurgué con un palo en el mundo surrealista / de algunos tachos de basura. / Comprobé que las cosas no mueren sino que son asesinadas”).
Pero lo que de veras resalta, y se hace evidente en el conjunto que conforma su Poesía completa, es que se trata de un hombre que tiene una cosmovisión del ritmo, una jactancia sobria y un sentido a la vez concreto y abstracto para capturar le mot juste. Viejo, muy viejo ya, le preguntaron a Giannuzzi, “¿Qué es para usted la poesía?”, sin vacilar respondió: “podría dar una definición, que es, a la vez, dos definiciones: es una fiesta del sentido y una eterna juventud”.
Quien llegue a acceder al sumario confirmará esta premisa.
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Fuente: Revista Bache