Se cumplieron 40 años desde la restauración del régimen constitucional en 1983 y tuvieron lugar algunos eventos conmemorativos, rescates de la figura de Raúl Alfonsín y se publicaron libros. Yo estoy leyendo uno de Fondo de Cultura Económica que se titula 1983. Un proyecto inconcluso de Jennifer Adair que tiene algunos aportes interesantes; circulan otros centrados en la campaña electoral de ese momento o en La historia de la última dictadura militar como el de Gabriela Ávila que publicó Siglo XXI y que leí hace poco.
- Sin embargo, el aniversario redondo tiene lugar en un clima muy diferente al que habrán imaginado aquellos que depositaron sus aspiraciones y sus ilusiones en la restauración democrática. Porque, de hecho, está instalada en el ambiente una pregunta que a veces se formula de manera abierta o a veces de manera implícita y que sería más o menos así: ¿cómo puede ser que a 40 años de restaurada la democracia una fuerza —como La Libertad Avanza— que niega las más elementales libertades democráticas, que milita el negacionismo del genocidio etc. tenga el respaldo que tiene?
- Vamos a reflexionar un poco en torno de esto.
- Alguna vez, a uno o dos años de la restauración democrática, alguien dijo: “La democracia sería una ficción para el niño, el hombre o la mujer con el cuerpo y la mente apagados por la insuficiencia de alimentos”. Se podría agregar —sin violentar para nada el espíritu del enunciado— que también sería una ficción para las personas con el cuerpo roto por el multiempleo, agotado por la situación de pobreza estructural o estresado hasta el extremo por una cotidianeidad que no da respiro (porque la plata no alcanza, porque es una odisea para mucha gente encontrar un lugar para vivir, por la precariedad del trabajo y de la vida en general). Bueno, este anunciado lo emitió Raúl Alfonsín cuando presentaba el “Programa Alimentario Nacional” (la caja PAN), era un programa de reparto de alimentos entre millones de personas que estaban en la pobreza luego de la devastación económica que aplicó la dictadura.
- Ahora —más allá de la circunstancia concreta en la que se pronunció esta sentencia— fijensé que el que es considerado “el padre de la democracia” (que en ese momento decía que “con la democracia se come, se cura y se educa”) es bastante directo y crudo: no dijo “la democracia se debilita” o “es más endeble”, dijo que si esas son las condiciones sociales que afectan a los cuerpos de manera muy dura, la democracia para esa gente transforma en “una ficción”.
- Basta observar lo que pasó en estas cuatro décadas en términos sociales (en ese momento la pobreza rondaba el 20-25 %) para tener algunas pistas de por qué hoy para muchos la democracia tiene la importancia que tiene en su escala de valores.
- ¿Y por qué estamos en esta situación? Por un lado, porque la economía estuvo guiada durante las últimas décadas por los lineamientos troncales que dejó la dictadura. Esa fue la verdadera pesada herencia. En muchas ocasiones, el famoso “pacto democrático” instituido en 1983 coloca el acento en las rupturas entre una etapa y la otra, y no en sus continuidades. ¿Cuánto de la dictadura —o de los objetivos esenciales de la dictadura— siguieron habitando en la democracia?
- La restauración del orden constitucional fue producto, en primer lugar, de una relación de fuerzas. Circula cierta historiografía “revisionista” sobre esos años que está revalorizando el rol de la movilización popular en la caída de la dictadura (un proceso que empezó en 1979 que incluyó huelgas, movilizaciones vecinales y, por supuesto, el movimiento de derechos humanos). Porque es verdad que la derrota de la guerra de Malvinas fue determinante para la salida de los militares del poder, pero la aventura de la Malvinas respondía a una crisis anterior del régimen que estaba muy desprestigiado. Malvinas —planteada en los términos de la Junta militar— fue causa y efecto de la crisis del régimen.
- Ahora, desde una perspectiva más general, el retorno del régimen constitucional se asentó sobre una derrota de los sectores populares, sellada en la desaparición de lo más dinámico de una generación. Por eso tuvimos Juicio a las Juntas, pero también Obediencia Debida y Punto Final, además de indultos (luego anulados por el gobierno de Néstor Kirchner con posterioridad a la rebelión de 2001). Incluso el Juicio a las Juntas fue paradójico porque fueron acusados y condenados los ejecutores del genocidio, pero no a los procesistas; los jefes militares, pero no los beneficiarios económicos y políticos directos o indirectos.
- La herencia de la dictadura se transformó en política del “partido del Estado” bajo la democracia. En los años alfonsinistas, los “ideales de la reforma social” mutaron rápidamente hacia la realpolitik y el pragmatismo de las “reformas estructurales” para una modernización que presuponía ajuste, subordinación al FMI, recortes salariales y privatizaciones. Porque esto lo recuerdan pocos: el programa de privatizaciones ya había comenzado a ser desplegado por el Alfonsín tardío (luego el candidato del radicalismo, Eduardo Angeloz lo transformó en campaña). En un sentido, el Programa Alimentario Nacional (la caja PAN), destinado a esas familias obreras expulsadas del proceso productivo por el industricidio del programa económico militar, era un reconocimiento de esa derrota: no se pensaba revertir los resultados del plan, esos obreros no iban a volver a las empresas, a lo sumo podían ser beneficiarios de la más mínima de las asistencias, la asistencia alimentaria.
- También en lo formal hubo continuidad: cerca de 420 leyes instauradas por el régimen de facto tienen vigencia en la actualidad, entre ellas la Ley de Entidades Financieras, el Código Aduanero, la Ley de Inversiones Extranjeras o el Régimen de Exportaciones de Productos Agrícolas. Un 10% del cuerpo legal vigente hoy en nuestro país fue establecido bajo el régimen militar y no precisamente la legislación menos relevante.
- El endeudamiento salvaje, la pobreza estructural que hoy ronda el 40%, la precarización y la informalidad laboral que afecta al 35% de los trabajadores, la descomunal pulverización del salario y la novedad de los “trabajadores pobres”, no pueden entenderse sin tener en cuenta aquella herencia. Y la “crisis de la democracia” no puede comprenderse sin estos resultados. Quizá porque haya que diferenciar libertades democráticas de un régimen que por sus características de clase, limita incluso hasta esas mismas libertades.
- Como sea, en todo caso no se puede separar el balance en el plano de las condiciones de vida de la percepción sobre las ventajas y desventajas de un régimen político. Todavía está pendiente un balance político que no se limite a lo formal y vaya a lo sustantivo.
Fuente: La Izquierda diario
Por Fernando Rosso