Apuntes en un caso, noticias en el otro, campo fértil para la percepción crítica y sensible de la poesía en ambos, los libros de Daniel Samoilovich y Martín Prieto convergen y se bifurcan en partes más o menos iguales. Estética del error añade en el subtítulo la palabra apuntes para señalar de inmediato que el objeto de su atención, además de la poesía, es el arte. En Un poema pegado en la heladera, es la dedicatoria la que informa la índole de los textos que dan forma al volumen—“A mi mamá. Y a mi amigo Martín Rodríguez, que propició y alentó la escritura de cada una de estas noticias”.
El horizonte común, por tanto, es la reflexión en torno a la poesía, y es en ese terreno donde habrá, además, coincidencias de juicio sobre el valor de ciertas obras, un criterio afín en la manera de leer la tensión entre tradición y contemporaneidad, la conformación de un canon –en cierta medida compartido– de la poesía argentina, que se ve reflejado en algunos nombres presentes en ambos libros. Por otro lado, cabe recordar que Samoilovich y Prieto son parte del grupo fundador—–unto a poetas como Jorge Fondebrider, Diana Bellessi y Daniel Freidemberg– de Diario de Poesía, la publicación más influyente del último cuarto del siglo pasado en el país, dedicada al género. El origen de los textos, la forma en que se organizan, el punto de mira y la perspectiva que persiguen para su puesta en acto, es lo que los diferencia y vuelve singulares.
Dividido en capítulos de alcance, propósito y extensiones dispares, el núcleo o centro de gravedad del libro de Samoilovich descansa en la idea del error. Su autor ofrece dos textos a manera de introducción; el primero describe, a partir de un poema de Su Che traducido para una antología de la poesía clásica china por Rafael Alberti y María Teresa León, el mecanismo que se esconde en torno a la materia y su doble, es decir, la sombra. De esa dialéctica el poema rezuma belleza y confusión, lo que sirve al intento de Samoilovich para sugerir un programa, o como él lo expresa, una poética del error: “La metáfora, la paronomasia, la aliteración, la sinécdoque, casi no hay figura retórica que no sea de algún modo una confusión: confusión entre sonido y sentido, entre dos cosas semejantes en algún punto, entre la parte y el todo. La propia creencia en que una musicalidad más eficaz hace a una frase más cierta es, lógicamente, una confusión absoluta, y sin embargo se trata de una confusión sin la cual la poesía no podría existir”. Se encuentra allí una clave y una intención, para abordar la lectura. El segundo texto, la introducción propiamente dicha, condensa las razones que hacen a cómo los textos fueron agrupados.
Para dilucidar la cuestión, digamos que, al referirse al error, el poeta de Las encantadas o el reciente Berisso 1928, postula la condición de provisoriedad de toda obra y asimismo la imposibilidad de asumir el resultado final de una obra determinada como fatal o concluyente, y esto aplica tanto a la literatura como a la pintura. De allí la reflexión, en torno a las correcciones, modificaciones y reversiones a las que, por caso un poema, es sometido por su autor en el curso del tiempo. En cuanto a la pintura, el texto “Pentimento” es elocuente al respecto, ya que remite por partida doble a la idea de lo provisorio y lo fallido: “El Pentimento contradice a la crítica clásica porque ella reservaba los tanteos formales para los aprendices (…); y contradice a la crítica estructural y aledañas porque la figura del autor ‘biográfico’, expulsada del paraíso de la inmanencia, retorna en el pentimento del modo más fuerte posible: como duda. Como quien no quiere la cosa, el pentimento se lleva por delante un tercer ideal, el romántico, pues revelando un error mostraría una conexión no directa, no espontánea, entre el alma del artista y su expresión.”
Luego, la idea retorna y se verifica a lo largo del libro, que abarca un arco de tiempo de casi cuarenta años de artículos, reseñas, textos de catálogos, conferencias, en los que Samoilovich da forma consistente a un pensamiento en torno a ciertos autores, pintores, momentos del arte. Así, conviven la vanguardia rusa, un texto fascinante sobre “sonido y sentido en la poesía”, junto a Juan Pablo Renzi; Eduardo Stupía y Giovanni Battista Piranesi; Shakespeare, en un lúcido y lúdico ensayo en el que se lo analiza bajo el lente de sus propios “fallos”, y a su lado, Zelarayán, Montale, Circe Maia, Edgardo Dobry o Gabriel Ferrater.
Es notable la maestría con que Samoilovich se mueve en la esfera de la poesía tanto como en la de la pintura, e incluso, cómo logra, en camino de ida y vuelta, que aspectos de una iluminen a la otra. La lista de nombres es declaradamente extensa, sin embargo, decir Leónidas Lamborghini, Arnaldo Calveyra, Aldo Oliva, o Giannuzzi, remite a ciertas poéticas revalidadas con pasión en el espacio del Diario, que dirigió desde el primero al último número. Estos apuntes, de manera magistral, aspiran a la forma más tradicional del ensayo, y, por cierto, lo logran.
Fuente: Revista Ñ
Por Sandro Barrella