Para las generaciones más jóvenes, la imagen de Aldo Ferrer quedó fijada como la de aquel hombre mayor, calvo, con apariciones sistemáticas en congresos y entrevistas televisivas, intervenciones políticas en sentido amplio y escritos de toda clase, siempre enmarcados en aportar diagnósticos y propuestas para la transformación económica argentina. Sin embargo, todas esas actividades lo acompañaron a lo largo de toda su vida adulta. La publicación de El enigma del desarrollo argentino. Biografía de Aldo Ferrer, de Marcelo Rougier (FCE), reconstruye el camino de ese economista que supo transitar por los andariveles de la academia, la gestión pública, la consultoría y el asesoramiento a organismos internacionales, con el norte definido en la búsqueda de construir un país industrializado.
El libro es una biografía político-intelectual, donde afortunadamente las vivencias personales aparecen pero en un saludable segundo plano. Así, Rougier, doctor en Historia por la Universidad de San Andrés e investigador del Conicet, describe los primeros pasos de Ferrer como alumno forjado en la educación pública, crítico en su adolescencia y primera juventud del fraude conservador y del crecimiento internacional del fascismo. A instancias de su padre, lee la obra de José Ingenieros, un rasgo de época que aplicado a la actualidad parecería increíble.
Afiliado en la UBA dentro de la Acción Reformista, una agrupación que nucleaba a socialistas y comunistas, se gradúa en Ciencias Económicas. De aquellos años queda su voto a la fórmula de la Unión Democrática, encabezada por el radical José Tamborini, derrotado por Perón en las elecciones de 1946.
Sobre la dictadura iniciada en 1943 y los posteriores gobiernos peronistas, Ferrer mantiene una cierta sensación de ambivalencia, porque pese al rechazo de la orientación general de los tres, valoraba las nacionalizaciones de resortes clave de la economía y los planes quinquenales del justicialismo. De hecho, el economista buscaba, como señala el libro, la “convergencia de las bases populares del radicalismo y del peronismo”.
Promediando la década del 50, se va con el sector de la UCR liderado por Arturo Frondizi, que en 1958 pactará con Juan Domingo Perón para obtener los votos del justicialismo en las elecciones presidenciales de aquel año, que finalmente ganará el dirigente desarrollista. Pese a que Ferrer abrigaba esperanzas de ser designado ministro de Economía de la Nación, recalará en cambio en el mismo cargo pero en la provincia de Buenos Aires, con la gestión de Oscar Alende. Desde allí impulsa una nueva política impositiva y un ambicioso plan de obras públicas. Diferencias de matices cada vez más acentuadas con el gobierno nacional provocan que deba renunciar a ese cargo en 1960.
Poco después publica La economía argentina, libro clave de su pensamiento, reeditado, citado y discutido por muchos economistas del país. La importancia de la industrialización, el apuntalamiento de empresas nacionales, la diversificación productiva del país y la necesidad dela planificación económica coexisten en esa obra con el eje central de la misma, que es la periodización de la economía nacional.
En paralelo, su carrera académica se consolidó, tanto en la UBA como en la Universidad Nacional de Plata. La hiperactividad de Ferrer, tal como describe Rougier, lo colocaba en distintos ámbitos, con una agenda importante de contactos y con una producción teórica que explícitamente buscaba incidir en los destinos del país. Por otro lado, trabaja para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y crea el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
En junio de 1970 es elegido ministro de Obras y Servicios Públicos de la dictadura de Roberto Marcelo Levingston. Ese tránsito como alto funcionario de gobiernos militares le será reprochado siempre, en diferentes contextos. Sin embargo, en los pocos meses de gestión promovió obras públicas, priorizó compras estatales a empresas argentinas e impulsó la creación del Banco Nacional de Desarrollo (BANADE). Poco después fue designado también por Levingston al frente del Ministerio de Economía. A mediados de 1971, ya con Alejandro Lanussse en la presidencia, se disolvió aquella cartera y Ferrer volvió al llano.
Bajo el Proceso de Reorganización Nacional, la política y la familia quedaría unida para siempre de manera trágica en Ferrer; en junio de 1976, su única hermana, Marta Inés, militante de la Juventud Peronista, sería secuestrada y desaparecida para siempre por grupos de tareas. Esa llaga quedaría abierta en el corazón del economista.
Hacia comienzos de la década del 80, con la dictadura dando signos de agotamiento, se vincula a los equipos técnicos de la Multipartidaria, ese espacio formado por el peronismo, el radicalismo, el Partido Intransigente y otras fuerzas menores, para impulsar la recuperación de la democracia en el país. Con las elecciones de 1983, la UCR, además de ganar la presidencia con Raúl Alfonsín, obtiene la gobernación de la provincia de Buenos Aires, con Alejandro Armendáriz de candidato. Y Ferrer es nombrado presidente del Banco Provincia. Allí impulsa nuevos instrumentos de ahorro, créditos hipotecarios y una gerencia especializada en financiar empresas innovadoras, inspirada en las ideas del científico Jorge Sabato. Con el gobierno de la Alianza asume la presidencia de la Comisión Nacional de Energía Atómica.
También fue alma fundamental del Grupo Fénix, espacio de economistas heterodoxos que impulsaban un modelo alternativo al neoliberalismo extremo. Con la asunción del gobierno de Néstor Kirchner, surgieron otros grupos distanciados de la ortodoxia y el Fénix perdió algo de vuelo. El acento discursivo de aquella gestión respecto de la necesidad de industrializar al país y las críticas al Consenso de Washington tenían ciertas similitudes con los postulados de Ferrer. En ese marco, fue designado en el directorio de la empresa estatal ENARSA y, en representación del Estado, en Siderar. Desplazado de este último lugar, le tendieron un puente de plata hacia la embajada argentina en Francia.
A su regreso, siguió con una intensa actividad académica y teórica, recorriendo universidades, escribiendo libros y difundiendo sus ideas, hasta su fallecimiento en 2016. Ese mismo año y a modo de homenaje, la Universidad Nacional de Moreno organizó el premio “Aldo Ferrer” a las mejores producciones académicas de estudiantes en el II Congreso de Economía Política Internacional, tal como recuerda Pablo Tavilla, por entonces decano del Departamento de Economía y Administración de esa casa de estudios.
El libro de Rougier, un verdadero especialista en la vida y obra de Ferrer, permite recuperar la figura de este economista, sus principales postulados, sus rectificaciones y sus debates con otros colegas. Impulsor de una “heterodoxia responsable”, tal como dijo en alguna ocasión, el autor de La economía argentina y tantos otros libros dejó su huella profunda muy lejos del griterío contemporáneo.