Betina González presenta «Feria de fenómenos o El libro de los niños extraordinarios»

octubre, 2023
Niño de Barro, Niña de Fuego, Niña Poeta, Niño Salvaje son los personajes principales de este libro que se presenta, no casualmente, como una feria de fenómenos. Un libro de cuentos para chicas y chicos (y para todas las edades) que desde el juego (y el jugo) poético proyecta inmediatamente a temas de la filosofía. ¿Ser o no Ser niño y puro deseo? ¿Ser fuego, cólera, barro maleable? En Feria de fenómenos o El libro de los niños extraordinarios (Fondo de Cultura Económica), la escritora argentina Betina González incursiona un mundo onírico, mágico también, en donde las emociones guían las aventuras. Bellamente ilustrado por Maxi Amici. ¡Allá vamos!

Betina González nació en Villa Ballester, tiene muchos hermanos y es autora de cuentos y novelas súper premiadas. En 2006, su novela Arte menor ganó el premio Clarín y, años más tardeLas poseídas se llevó el premio Tusquets 2012. En la primera, el personaje central es un padre y hay un misterio detectivesco. En Las poseídas, las amigas de un colegio secundario religioso descubren con horror los lamentables hechos de la dictadura militar de la Argentina. Padres, jóvenes, hijas, niñas y niños en crecimiento parecen ser los temas de esta escritora, aunque también supo incursionar en el mundo de las ciencias y los inventos, la astrología, el amor, y el ensayo sobre literatura y feminismos. (ver Planeta Betina)

Y ahora es el turno de la literatura infantil o esa literatura que es para todos, incluso para los niños. Porque en Feria de fenómenos o El libro de los niños extraordinarios, los cuentos transportan al lector a un espacio- tiempo lúdico de aventuras emocionales y poéticas. Por su parte, Maxi Amici (ver Planeta Maxi), con su pluma mágica, ilustra cada cuento y abre nuevos sentidos y lecturas sobre esas primeras (¿primitivas?) emociones, las de la infancia, esas que se prenden con las primeras palabras y los primeros pasos sobre el mundo. Con el deseo de que queden encendidas para siempre.

En la ficción, hay un narrador o narradora que hace niños… ¿De qué está hecha la infancia? ¿Y tu infancia? ¿Qué fue lo mejor de tu infancia? ¿Y cómo te acercaste a la literatura? ¿Fuiste una niña lectora o la literatura llegó después? Contanos tres de tus libros favoritos (de ahora o de siempre) para las infancias.

Cuando pienso en la infancia, pienso en cosas rotas. Rotas antes de tiempo. Me cuesta empatizar con quienes ven la escritura como un regreso a esa patria perdida y en teoría feliz. Si pienso en recuerdos felices de mi vida, todos son posteriores, algunos pocos de la adolescencia y la mayoría más cerca de la primera juventud. O sea, aunque mi infancia no fue particularmente terrible, tampoco diría que fue feliz. La inadecuación y el terror a ser olvidada en alguna parte -tengo 5 hermanos- o la fantasía de escaparme de casa con un primo de mi edad empezaron temprano para mí, como a los 8 o 9. Lo mejor de mi infancia fue tener muchos hermanos, por más que por momentos eso también fue y es difícil. Leí desde siempre. Reivindico la lectura como escape simbólico y literal: leía subida a los árboles del jardín o al tejado de la casa para estar lo más lejos posible de los demás.

Libros clásicos para las infancias que amo a pesar de que están llenos de cosas políticamente incorrectas, o tal vez por eso…Peter Pan, los cuentos de Oscar Wilde, también los cuentos de hadas. Y más reciente: La joven y el huso, de Neil Gaiman y casi todo lo que él escribe.

En el libro, la narradora o narrador hace un niño de barro, también una niña como una muñeca… ¿Cómo se hace una niña o niño lector?

Para mí es un misterio cómo se hace un lector… mis padres no eran grandes lectores y no había una gran biblioteca en la casa de mi infancia. Solo recuerdo a mi padre leyendo de vez en cuando en las vacaciones. Pero mi mamá, que es italiana, nos contaba historias de su pueblo que incluían maldiciones y maleficios, hombres lobos reales y chicas de 14 años obligadas a casarse con viejos (una en particular, envenenaba a su marido y escapaba por un pasadizo de la casa que daba al mar, en donde la esperaba un amante). También mi abuelo era un gran contador de historias. De las historias de ellos pasé a los cuentos de hadas, luego a las novelas de aventuras y a todo lo que encontraba: revistas de divulgación, comics, historias de santos. A los doce, mi abuela, que empezó a encontrar tiempo para leer de grande y leía mucha novela rosa (yo también, se las sacaba y las leía a escondidas), me inscribió en la biblioteca popular del barrio. Fue como entrar al paraíso. Creo que un niño/a lectora se hace de varias cosas pero sobre todo de soledad e imaginación. Siempre los que leemos fuimos los niños raros y los solitarios. La imaginación se puede estimular con libros o con historias orales, siempre es una vía para ser otro/a, para vivir una vida que no sea la que te está tocando vivir.

Hay algo onírico o casi surrealista en el clima de los cuentos, ¿Cómo surge este libro, los cuentos, esos niños y niñas de estas historias? ¿Cuál fue la idea matriz o la primera idea que te surgió para contar estas historias? Y después de la primera idea, ¿qué? ¿Cómo fue el proceso de escritura?

El primer cuento de esta serie que escribí fue “Niño de Barro”. Por mucho tiempo fue solo un párrafo, el primero. No sabía cómo continuarlo. Surgió de una frustración: estaba escribiendo los cuentos de El amor es una catástrofe natural, un período muy intenso de escritura. A veces terminaba un pasaje y me iba a dormir temiendo que al día siguiente al releer encontrara muerto al cuento en el que estaba trabajando. Creo que todos los que escribimos tenemos ese miedo. Sentir cierto triunfalismo ante un texto… y temer que luego, en un momento más sobrio, no sepas cómo seguirlo o te des cuenta de que no estaba tan bueno. Me acuerdo que anoté en mi diario que me sentía como si creara un niño que todos los días se muere y vuelve a nacer. Así nació “Niño de Barro”. O sea, ya era una reflexión sobre la creación. Pero tenía un primer párrafo tan distinto a mis otros cuentos que lo dejé de lado. Tiempo después, una editorial boliviana me invitó a escribir un cuento en homenaje a Frankenstein. A cada escritora le daban una parte del cuerpo del “monstruo” para inspirarse y a mí me tocó la columna vertebral. Tras aclararle a la querida Giovanna Rivero –responsable del encargo– que le iba a dar algo si lo que salía estaba bueno, abrí el archivo con aquel párrafo y la historia brotó sola:  ya estaba en ella el germen de pensar en la creación de vida, de eso de divino y a la vez de zozobra que tiene el arte.  Me di cuenta de que tenía un tono y unos temas muy distintos a mis libros anteriores. El elemento barro/tierra me llevó a pensar en la alquimia y en los elementos asociados a cada emoción desde la filosofía. Pensé en el fuego como elemento y naturalmente nació “Niña Colérica”, que dialogó con “Niño de Barro” de inmediato, ahí me lancé a escribir el libro propiamente dicho, cuando empecé a explorar ese modo de composición.

¿Y el trabajo con el ilustrador…? ¿Hubo algún ida y vuelta entre autora e ilustrador…o pura sorpresa ante esta lectura particular de quien lee a partir de las imágenes que produce?

Hubo otros ilustradores que no funcionaron, no porque no fueran buenos sino porque este libro es un poco raro. No es un libro exclusivamente para niños, y sin embargo tanto mi editora, Lola Rubio, como yo sabíamos que tenía que ir ilustrado. Fue una maravilla encontrar a Maxi porque los cuatro bocetos que entregó a modo de prueba me hicieron saltar de alegría, no tenía nada para decirle, ahí estaba su interpretación perfecta de estos personajes, de sus emociones. Hubo algunas ilustraciones que las charlamos un poco —como la de la niña verdaderamente libre— pero en general confié en su mirada para elegir qué escenas convenía ilustrar y cómo. Tuvo toda la libertad.

Niño de Barro, Niña Poeta, Niño Melancólico… las figuras se multiplican en esta Feria y, a la vez, hay algo profundamente filosófico en los textos (se habla del Ser y la Nada, de la melancolía y de la pérdida…) que llega a través de la ficción y del registro poético. ¿Podríamos leer este texto de ficción como un texto de filosofía? ¿Ficción filosófica? ¿En qué medida la ficción y la filosofía se cruzan en esta Feria?

Sos la primera que hace hincapié en esto y me encanta, porque sí, este es para mí un libro de filosofía, de filosofía de las emociones. Ficción filosófica me parece un término perfecto, un hallazgo, me lo voy a robar. De hecho, jugué por un momento con la idea de poner algo de eso en el título pero pensé que iba a ser engañoso, a darle un tinte de seriedad que no le hacía justicia.
¿Viste que con la psicología no alcanza para contar las emociones? Hay un registro que pertenece a la poesía y a la filosofía y que no pueden reemplazar otras textualidades. Necesitamos más textos que vayan por ese lado, creo. Sé que estos niños surgieron de mi necesidad de textos así. Que fueran niños los protagonistas fue a la vez un pretexto para jugar y un permiso para ser libre, porque los niños siempre cuestionan por derecho propio lo feo, lo injusto, lo vulgar del mundo que creamos para ellos. Hermelina es mi personaje favorito, es un espíritu del aire, de la levedad, de la alegría; a partir de esas emociones trata de rescatar al Niño Melancólico. Empezó por ahí y la levedad me llevó sola a Sartre, a jugar con el Ser y la Nada. Es un cuento que se escribió solo.

¿Qué idea de lector/a tuviste en mente al escribir estos cuentos? (el lector implícito en el texto…)

Mi hermano Luis, al que le dediqué este libro. No sería escritora si no hubiera tenido esos dos hermanos menores (gemelos). A ellos les llevo cinco años pero cuando sos chica esos es un montón, entonces yo les inventaba juegos, personajes imaginarios. Y ellos me los inventaban a mí. Y con el tiempo Luis y Carlos se volvieron también mis maestros en la vida. Así que cuando estaba escribiendo este libro, Luis pasaba por casa casi todas las tardes y yo le leía los cuentos que tenía terminados. Como él es un gran lector, sobre todo de filosofía y de fantasy, confiaba mucho en sus reacciones. Estos cuentos los escribí para él y para mí, como si yo tuviera 10 años y él 5 todavía, y a la vez no, a la vez los escribí para los adultos dañados que somos, porque una siempre escribe con la niña que fue y que todavía es.

Si tenés idea de la recepción (de comentarios, lecturas, devoluciones de lectores) nos interesa que las compartas… (¿Te llegaron lecturas de lectores-niñes? ¿edades? Y, de paso, ¿hay una edad para leer estos cuentos?)

Me llegaron cosas preciosas. Desde adultos que se enamoraron de las muchas capas de sentido que tiene el libro hasta padres que los leyeron con sus niñes. Hay una chica de unos veinte que me escribió por redes para decirme que tiene autismo y que mi libro la hizo sentir incluida. También una mamá de un niño con capacidades especiales me escribió para decirme lo mismo. Estoy muy agradecida con ellas y todos los lectores que me cuentan lo que les pasó con este libro en particular porque de un modo extraño creo que es de lo mejor que escribí, o por lo menos mi libro más libre. Y agradecida también con el Fondo, que vio el espacio para un libro así (esperé 5 años a dar con el editor que lo apreciara de verdad y no me equivoqué).


Planeta Betina
Betina estudió Comunicación Social en la UBA y un máster de escritura creativa en la Universidad de Texas. También realizó un doctorado en literatura latinoamericana en la Universidad de Pittsburg. Además de las novelas mencionadas en la nota, Betina es autora de Juegos de playa (2008), Conspiraciones de esclavos y animales fabulosos. Seis ensayos sobre literatura y crítica moral en el siglo XIX latinoamericano (2016), América alucinada (2016), los cuentos El amor es una catástrofe natural (2018), La obligación de ser genial (2021) y Olimpia (2021). Trabaja como docente universitaria y promete nuevos y bellos libros para el futuro.

 

Planeta Maxi
Maxi estudió en la Universidad Nacional de las Artes. Sus estudios en artes visuales le han permitido conocer el manejo de distintas técnicas y su experimentación. En su recorrido como ilustrador ha incorporado también herramientas y recursos digitales para abordar imágenes afines a la metáfora visual y al universo personal. Ha publicado libros para niños/as y adultos con distintas editoriales, como La Sueñera con escritos de A.M. Shua editado por Planeta Lector y ha colaborado para medios gráficos como el diario La Nación, revista Caras & Caretas y revista Anfibia entre otros. Vive en Buenos Aires. Y continúa pintando e ilustrando todos los días desde su estudio. Espacio que también destina para dar talleres sobre el oficio y encarar proyectos personales.

 

 

Fuente: Club Planetario
Por Gabriela Baby

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