Qué hay en la mesa Trastornos en la sobremesa literaria. Textos críticos dispersos (2023), reúne cincuenta y un ensayos del crítico y escritor argentino David Viñas, esparcidos a lo largo de varias décadas (desde la del 70 hasta la primera del siglo XXI) en publicaciones de Argentina, México, Perú, Francia y España. No sólo seleccionados por Marcos Zangrandi, sino también organizados por él: como sabemos, toda organización de un material de lectura es ya en sí misma una lectura: aquí el modus operandi zangrandino nos alcanza a un Viñas coherente que, sombra terrible de la crítica, se hace presente y discurre con insistencia en las temáticas que marcaron toda su obra ensayística, con la complejidad y la condensación que el texto breve trae aparejado consigo. El título de la antología surge de uno de los propios artículos y es una buena oportunidad para observar que, en la construcción de esa lengua abigarrada, barroca y desafiante de Viñas, la titulación no estaba exenta de gracia. Observemos algunos de los dedicados a nombres propios: “González Tuñón, lenguaraz”, “Macedonio Fernández. Nueva literatura analgésica”, “Mansilla el insolente”, “Arlt: robar y salir corriendo”, “Borges con su mal de ojo arrabalero”.
Zangrandi dispone los textos en tres grandes secciones: “Transversales”, “Enfoques” y “Anatomías”. Sostiene el antologador en su prólogo: “La producción crítica de David Viñas podría ser pensada como el armado de un gran panel de cableado que permite leer integralmente la literatura: un sistema puesto a prueba una y otra vez para revisar los enlaces, ajustar las uniones, recomponer las conexiones” (2023: 11). Es así como el recorrido que aquí se propone nos permitirá apreciar, en esta versión condensada y expansiva a la vez (porque la brevedad de los textos no atenta contra su fuerte poder de apertura crítica y de trazado de líneas que derivan caminos hacia otras producciones de Viñas, como su ya clásico e indispensable Literatura argentina y realidad política, por citar un caso), la construcción de dispositivos críticos que marcan la huella indeleble de un modo Viñas de lectura: el enlace continuo de la literatura con el entramado político, social y cultural del que es origen y destino. La posibilidad, además, de hacer el ejercicio que el autor señala con este mecanismo de lectura al abordar autores y textos también está habilitada para el propio lector quien, contando con el dato preciso de fecha y lugar de
publicación de cada artículo, podría lanzarse a reponer el devenir intelectual de Viñas y las conjugaciones de sus propias articulaciones críticas con la realidad sociopolítica y cultural en que fueron producidas (cuestión que a veces aparece deslizada por el propio crítico en sus textos).
Primer movimiento: transversalidades
Como dijimos, la primera sección del libro es “Transversalidades”. Es conocido el concepto de “mancha temática” de David Viñas: esos núcleos traumáticos, pervivencias temáticas de la literatura nacional que permiten trazar líneas entre épocas, autores, textos. En esta primera sección podemos apreciar la constitución de un modo de lectura que inevitablemente nos remite a tal idea: se lee -parece decirnos
Viñas- trazando: entre los textos de la fundación de Buenos Aires y los de Girondo y Arlt no hay un salto inconexo de siglos sino un linaje secreto (la frase le pertenece) que necesita ser descubierto. Por ejemplo, en “Buenos Aires. De la fundación a la vanguardia”, afirma: “Al fin de cuentas, si la masacre de Girondo, en dirección a 1536, parece exacerbar a Schmidel y a Miranda, en su propio envés insinúa -a contar de su propio vanguardismo convulsivo- una línea de puntos que, más que a una fuga, remite aceleradamente a una actualizada prolongación” (2023: 33). Casi a modo de un “Kafka y sus precursores” borgeano, la línea va y viene atravesando cuatrocientos años y permite comprender y enmarcar un proceso cultural y literario a la vez, que fundará y refundará en la realidad y en lo simbólico una ciudad siempre al borde de la devastación y que posibilita leer, desde Schmidel y Mirada, “una extensa serie que recorre, zigzagueando, la totalidad de la literatura argentina” (2023: 31).
Una idea que aparece tanto en ese texto como en “Estilo, jacobinismo y terror”, ambos de principios de los noventas, es la del entrecierre: un momento en que se condensa, podríamos decir, la serie que se ha trazado y se articula, acaso, una culminación pero que, a su vez, como la imagen lo indica, no implica una completa clausura: lo entrecerrado todavía permite ver: decir entrecerrado es decir, a su vez,
entreabierto. En el artículo mencionado a comienzo de párrafo, el entrecierre viene a estar dado entre Castelli y el Che Guevara. Vemos, de nuevo, la transversalidad siempre sorprendente con lo que a priori no suelen resultar las asociaciones más directas que podrían ocurrírsenos (y ahí reside la agudeza de Viñas y su ejercicio de la crítica que entreabre, en la condensación de historia y producción simbólica, estas líneas de fuga, de interpretación, de resignificación de una época a partir de otra): “Desde Castelli, allá por mil ocho diez, hasta el Che Guevara, ayer nomás, se podría trazar una trayectoria que exhibe, desgraciadamente, lamentables defectos en la comunicación con los otros, los distintos. En ambos casos, los indios” (2023: 38-39). Ambas puntas del hilo, origen y destino, siempre son, por supuesto, exactamente eso: la partida y la llegada. En cada caso, estas figuras centrales de condensación permitirán recorrer, retomar, reponer las intermedias: puede que menos rutilantes en cuanto a nombre y trascendencia, pero necesarias para constituir la serie y conducir de uno a otro extremo del hilo.
Otras de las transversalidades que se trazan entre los dieciocho ensayos que componen la primera parte del libro son, por ejemplo, las que van de Sarmiento a Victoria Ocampo, la constitución de las figuras de intelectuales como Manuel Lavardén y Leónidas Barletta, el camino que conduce de La bolsa de Julián Martel a “la ley de residencia contra extranjeros indeseables en 1902” (2023: 49) y el de Podestá a Gardel, entre otros “racimos lectores” que se abren y despliegan las complejidades simbólicas del entramado cultural argentino.
Segundo movimiento: focalización
En la segunda parte del libro, titulada “Enfoques”, nos encontramos con veinticuatro textos que recorren, principalmente, las figuras de Sarmiento, Mansilla, Lugones, Arlt, Borges y Walsh, además de un apartado dedicado a “El continente”, donde se trabajará la obra de Roa Bastos, Onetti, Darío y Lezama Lima, entre otros.
La focalización ejercida tanto por el antologador como por el crítico nos sitúa frente a lo que podríamos llamar las “recurrencias” de Viñas (¿sus propias manchas temáticas, sus traumas, sus trastornos literarios?): la desacralización de la figura borgeana, ejercida ya desde los tiempos de la revista Contorno (desacralización que no implica ceguera o negación ante la calidad del escritor), o la relectura de Arlt, en
la que sorprende con la asociación Lugones-Arlt o al buscar corroer el facilismo de su canonización: “Digo, para ir matizando, si cabe, ciertas canonizaciones que muy poco tienen que ver con la dramática fundamental y crispada de Roberto Arlt” (2023: 201).
Pero esta sección empieza mucho antes que con Borges y Arlt: el punto de partida será con Sarmiento y Mansilla (y, como transición, el ineludible Lugones). De Arlt y Sarmiento ubicará sus toques de racismo en distintos ensayos, por lo que no sorprende que haya uno titulado “Sarmiento y Arlt”, donde nuevamente se trazarán los vasos comunicantes que ya hemos señalado como muy propios de las
estrategias lectoras viñeanas. Este texto, en apenas tres páginas (y una está dedicada a Cortázar), configura una oposición vinculante entre el escritor del siglo XIX y el autor de Los siete locos: si “Sarmiento alude al trabajo moral, con Arlt ese eje llega a su agotamiento e inversión trocándose en trabajo inmoral” (2023: 145, las cursivas son de Viñas). A partir de allí nos acercará ingeniosamente ambas figuras: dos hombres pobres con aprendizajes contradictorios que deberían terminar en éxito. La historia del joven pobre será edificante en el sanjuanino (en Recuerdos de provincia) y traidora en Arlt (en El juguete rabioso). Desde estas dos figuras en espejo (las simetrías/asimetrías son más: la figura de la madre, la lectura de ambos como inventores, etcétera) Viñas excede la literatura y nos planta en la cara: “Apertura y cierre de un circuito. Que se aclara más si digo de 1852 al 1930. Límites del mapa histórico de la argentina liberal” (2023: 146). Entonces: si Sarmiento pretende instalar la idea de que a través del trabajo se acumula más riqueza y más propiedad, Arlt, en cambio, vendrá a desfondar el proyecto liberal y mostrar, no exento de furia, que “el trabajo no opera en la homogeneidad, no sólo acumula, sino que además enajena” (2023: 146). La moral liberal disuelta en lo abyecto.
Mansilla, con cinco ensayos dedicados a su figura, es quien tiene mayor presencia en la antología. Viñas discutirá el rol que se le ha asignado en nuestra literatura desde el mismísimo Ricardo Rojas: la imagen de Mansilla como un “fragmentarista” mutará hacia la búsqueda de una lectura (por supuesto, mucho más acorde a la mirada-Viñas de los productos literarios) del escritor como autor de un
proyecto, un buscador de una totalidad. Leerá esta pretensión tanto en la corporalidad misma del texto (las notas al pie que recorren toda su obra e inducen a leerla globalmente), como en los criterios de publicación de sus textos (la presencia, en los libros, de un índice de todos sus volúmenes publicados, por ejemplo). Pero la mirada totalizadora de Viñas (o la mirada que Viñas habilita al decir que dejemos de pensar en Mansilla-fragmentista para pensar en Mansilla-totalizante) deberá ir (y va) más allá: Mansilla-dandy, Mansilla-militar, Mansilla-fusilador, Mansilla-familiar (de Rosas, sobre todo), Mansilla-lector, Mansilla-parodiador (de la retórica de los indios:
“¿Entonces, indios no desconfiando ya de mí?”), Mansilla-naturalista, entre otros Mansillas. Y para remate: los lectores de Mansilla somos lectores arltianos, porque somos lectores traidores: “Definidos por nuestras infracciones (o efracciones) al código desde el cual el autor de Ranqueles habla, seduce o escribe. Convirtiéndonos, en última instancia, en traidores. En lectores heterodoxos” (2023: 165).
Heterodoxia lectora que, por supuesto, aplica al mismo autor de los ensayos que estamos recorriendo: en el titulado “Walsh y Borges”, escrito apenas dos años después de la muerte del autor de Ficciones, Viñas no quiere escaparle a la polémica (es más, si pensamos la fecha de publicación, apenas un par de semanas después del segundo aniversario de la muerte de Borges, podríamos decir que más bien la busca) y apela otra vez a la comparación, para continuar desacralizando la figura del escritor ciego. Dirá, al analizar su mitificación: “Un mito, por lo tanto, no es mucho más que una caricatura sacralizada” (2023: 222). Walsh será, por supuesto, el que saldrá ganando esta contienda: “sabiduría y riesgo, danza, seducción y desafío” (2023:224). Si hay mancha temática, que se note: entre ambos modelos de escritor, parece decir Viñas, me quedo con Walsh.
Por cuestiones de espacio, respecto de la sección dedicada a Latinoamérica, sólo diré dos cosas: 1. Destaca el ejercicio de leer las literaturas nacionales en un marco supra, continental o, al menos latinoamericano, con los trazados que, otra vez, permiten establecer vasos comunicantes que exceden las fronteras. 2. Esta cita: “Onetti también es argentino” (2023: 239).
Último movimiento: la forma de un cuerpo
La parte final de la antología, a la que se ha dado la denominación de “Anatomías”, recorre, con sus nueve textos, reflexiones sobre la figura del intelectual, con más énfasis en algunas sobre las que el mismo Viñas constituyó la propia (a veces por diferencia y oposición y no por coincidencia), tanto en su faceta de crítico como en la de escritor. Así, se recorrerá la obra de Pedro de Ángelis, Eduardo Mallea, Ernest Hemingway y, finalmente, la propia, en ese autodiálogo o diálogo ficticio que se ensambla en “Vestido por la escritura”, el último texto crítico del libro.
Aparecen aquí declaraciones como la de que “El matadero” de Esteban Echeverría es su cuento favorito o -deslizada casi al pasar, pero no tanto: es el cierre de un artículo- el reclamo a la crítica canónica que no consideraba (hasta ese entonces, el ensayo es de 1998) la narrativa de Silvina Ocampo; también el pedido por poner “a nuestra práctica crítica en situación” (2023: 301) y pensar los vínculos del trabajo del intelectual con el Poder, incluso pensando cuáles son “sus adversarios más concretos” (2023: 302); el elogio a Sartre, que remata el texto “Apuntes para una apología” con la potencia del slogan: “Hombre entre los hombres. Invicto” (2023: 295); la siempre filosa crítica (knockout técnico, casi) para Mallea: “¿toda su obra no se ha transformado en la táctica más eficiente para emitir palabras inocuas que no alteran a nadie?” (2023: 292) y la bella definición de “nación”: “tan desmonetizado ahora, el recinto de los afectos” (2023: 312), ya en las últimas líneas que clausuran el libro.
El cuerpo es el cuerpo literario en su generalidad o en su conjunto, pero es también esta anatomía la del cuerpo propio: la carne de la escritura viñeana se piensa a sí misma y se pone en relación con la de los demás, ahora, como tantas veces hiciera vinculando entre sí la obra de otros. Y, si en el comienzo de “Vestido por la escritura” afirma que “convertirse en mujer” fue su consigna al momento de escribir la novela Claudia conversa, y, en el final del mismo texto, describe a Claudia como una mujer “tironeada entre ser sobreviviente de muchas cosas y, al mismo tiempo, precursora de otras alternativas tan legítimas, borrosas a veces, pero casi siempre invictas” (2023: 312), no podemos dejar de pensar, en esta suerte de “Madame Bovary (Claudia) soy yo”, que cada palabra que dice sobre su personaje la dice, a su vez, sobre sí mismo. David Viñas, invicto.
Coda: virulenta alambicada raigambre de la lengua
Unas últimas palabras sobre este libro: la lengua-Viñas, la retórica del autor argentino, su entramado hecho de oraciones muy largas y a veces muy cortas, de tonos exasperados o incluso burlones, de barroquismos y respiraciones entrecortadas, de tonos disruptivos, filosos, de adjetivos engarzados y bravucones, de discurrir feroz y luminoso de enunciados dan cuenta de un estilo que, viendo el amplio horizonte temporal de las décadas abarcadas por los distintos artículos del libro, constituye una marca distintiva, una patente, un decir propio que, más allá del contenido mismo, muy antimalleanamente, es todo lo contrario de lo inocuo: despierta, sacude, invita, desgarra, punza, impone, propone, entusiasma, lanza -en el acuerdo o en el desacuerdo- a seguir pensando. Pocas cosas más valiosas que esas pueden decirse acerca de un conjunto de textos críticos (para nada) dispersos.
Fuente: Reseñas/CeLeHis – Año 10, número 29, diciembre 2023
Por Daniel Nimes