Fuente: Perfil
Autor: Rodrigo Lloret
Tras dos años de “exilio orgánico”, en octubre de 1979 la conducción de Montoneros entendió que los desaciertos del ineficiente plan económico que la dictadura venía implementando en la Argentina, terminarían provocando la escalada de una protesta social que acabaría con el régimen de facto que las Fuerzas Armadas habían iniciado en 1976.
A partir de ese –fallido– análisis, la jefatura montonera concluyó que deberían ser militantes de su propia organización los que irían a liderar ese descontento popular que, imaginaban, se iba a desatar contra la Junta Militar. Había nacido la Contraofensiva Estratégica.
Entre finales de 1979 y principios de 1980, más de doscientos montoneros ingresaron clandestinamente a la Argentina con la declarada intención de cometer atentados y desestabilizar al autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (PRN).
Pero el plan fracasó rotundamente por los errores de interpretación sobre la situación que atravesaba el país, sumados a la precariedad con la que los montoneros tuvieron que enfrentar en la Argentina al todavía eficientemente mortal terrorismo de Estado. En ese contexto, casi la mitad de los que participaron de la Contraofensiva terminaron siendo asesinados o desaparecidos.
El corolario fue también el preludio de fuertes disidencias internas dentro de la organización peronista, un derrotero que terminaría sellando definitivamente el desenlace de Montoneros.
Han pasado más de cuatro décadas pero la Contraofeniva sigue siendo una de las etapas más sombrías y controvertidas de la sombría y controvertida historia de Montoneros. Para arrojar algo de luz sobre este oscuro capítulo del pasado reciente, acaba de publicarse La Contraofensiva: el final de Montoneros, una muy interesante investigación académica del historiador Hernán Confino, recientemente editada por el Fondo de Cultura Económica.
La Contraofensiva estuvo organizada a partir de tres instancias en la Argentina: las Tropas Especiales de Agitación (TEA), que debían producir interferencias en las señales de televisión controladas por la censura de la dictadura para anunciar la presencia de montoneros en el país; las Tropas Especiales de Infantería (TEI), que iban a protagonizar una serie de atentados contra funcionarios del equipo económico, entre los que se destacan los intentos de asesinato contra Guillermo Klein, en su domicilio y junto a su familia, y contra Jorge Aleman; y el Movimiento Peronista Montonero (MPN), que contactaría a fuerzas políticas para articular estrategias comunes contra los militares.
Aunque fue presentada como una “locura”, un “suicidio”, una “aventura mesiánica” o una “deriva militarista”, Confino sostiene que la Contraofensiva no debe ser entendida como una singularidad y propone interpretarla en el marco de un fenómeno de acción revolucionaria propia del mundo occidental de esa época que, a su vez, se inscribe en el escenario regional de lucha armada latinoamericana, nacida al calor de la Revolución Cubana impulsora de guerrillas que se enfrentaron a dictaduras militares en América del Sur.
El autor recuerda, por caso, que esta experiencia montonera guarda un paralelo pocas veces recordado, como fue el antecedente del “Operativo Retorno”, que protagonizó el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) contra el régimen militar de Augusto Pinochet en Chile.
“La comprensión de la Contraofensiva se dificulta si se la define solo como una excepcionalidad o un desatino –advierte Confino–. Este libro propone una interpretación de la estrategia montonera, que parte de la necesidad de situarla dentro y como parte de un devenir histórico más amplio que la enmarcó y la explica”.
No obstante, el autor reconoce que Montoneros presenta también la particularidad de haberse autoerigido como el “brazo armado” o “vanguardia” del peronismo al asumir un rol destacado en la campaña “Luche y vuelve”, que tuvo un gran acompañamiento social para terminar con el largo exilio de Juan Domingo Perón. Pero, tras el regreso al país del viejo líder, la relación se tensará hasta quebrarse luego de que Perón, que había incitado desde Puerta de Hierro a la “patria socialista” de la izquierda montonera, se decantará por la “patria peronista” de la derecha sindical una vez que asume nuevamente el poder en la Argentina.
A diferencia de trabajos previos con los que esta obra dialoga, como el del politólogo británico Richard Gillespi, que publicó en 1982 Soldados de Perón, donde estableció que Montoneros tuvo un origen político que rápidamente derivó en una acción militar; y el de la politóloga y exmontonera Pilar Calveiro, que presentó en 2005 Política y/o violencia, donde sostiene que la negación de la acción política montonera fue sustraída por el disciplinamiento y las concepciones militares propias de la conducción del movimiento, Confino asegura que Montoneros siguió haciendo política, incluso, en la segunda mitad de los setenta y recuerda las acciones del MPM en Roma, patrocinando campañas internacionales contra la Junta Militar argentina.
De esta forma, La Contraofensiva: el final de Montoneros ofrece una reinterpretación de la trayectoria de la organización fundada por Fernando Abal Medina y liderada por Mario Firmenich, al situar el análisis de la decisión de regresar a la Argentina dictatorial desde el momento en el que la acción fue concebida –el exilio orgánico–, y no desde lo que Confino define como la “hermenéutica de la derrota”, es decir, un paradigma que presenta a la “derrota” como causa fundante y consecuente del destino que luego tendrá Montoneros.
La gran contribución de esta obra descansa en la recuperación de la historia oral, producida a través de diecinueve entrevistas realizadas a exmontoneros que, junto a la relectura de boletines internos y de prensa partidaria, como las revistas Evita Montonera y Vencer, permite reconstruir de forma muy bien documentada la preparación, el reclutamiento y el disciplinamiento militar que la Contraofensiva tuvo en México, Cuba y el Líbano.
El resultado redunda en un potente y riguroso ensayo que ofrece un aporte significativo a la discusión de la historia reciente argentina.
Doctor en Historia, investigador del Conicet y docente de la Universidad Nacional de San Martín, Confino evita presentar a los que participaron de la Contraofensiva como “víctimas de su dirigencia” o “enajenados militaristas”, y esta saludable decisión de eludir adjetivaciones exageradas que alimentan la polarización extrema –habilidad que nada aporta al análisis racional de un proceso histórico–, puede ser también la raíz que habilita las pocas falencias que presenta el libro.
Se trata, por ejemplo, de la ausencia en estas páginas de una condena a la violencia montonera contra civiles, como fue el caso del asesinato durante la Contraofensiva del empresario Federico Soldati; o la nula mención al financiamiento que la organización pudo darle a tamaña operación, gracias al fenomenal presupuesto que manejaba tras el secuestro de los hermanos Born.
Eso no impide, no obstante, que Confino construya una obra altamente recomendable para volver a reflexionar sobre el final de Montoneros, la evolución de su dicotomía política-militar y el impacto de su lucha armada contra la dictadura.
Luego de que esta misma semana se difundiera la última encuesta de Latinobarómetro, que advierte sobre una caída en la confianza de los argentinos en la democracia, el aporte de Confino resulta ser todavía mucho más atinado.