Un siglo atrás, para las oligarquías latinoamericanas el tour europeo constituía una carta de distinción. Llevaba varios meses y, para los más pudientes, una estadía aún más prolongada en sus lujosas residencias parisinas o londinenses. Con menores recursos, las incipientes clases medias intelectuales viajaban en pos de formación profesional, cultural o artística. En el viejo continente se mofaban más de los primeros que de los segundos: “Van a Europa plebeyos, pero regresan dandies”. No fue el caso del peruano José Carlos Mariátegui (Moquegua, 1894-Lima 1930), quien “fue revoltoso y regresó revoltoso. Se fue con ansias novadoras y las maduró al calor de los hombres y los hechos cumbre de Italia y Alemania”, sentenciaba hacia 1924 su amigo Luis Alberto Sánchez.
Fueron tres años y medio en los que el más trascendente intelectual marxista indoamericano de aquellos tiempos absorbió las experiencias políticas que bullían en el viejo continente, conoció a sus protagonistas, abrevó en las fuentes del materialismo histórico y, por sobre todo, ese espejo etnográfico le permitió desnaturalizar las condiciones de producción vigentes en su terruño. Movimiento en las ideas y en las acciones que le impulsaron a vacunarse de todo pintoresquismo hasta avanzar en renovadas modalidades organizativas, valorizando las luchas populares. Al regresar, Mariátegui no sólo fundó la revista Amauta, donde articulaba literatura con formación ideológica. También generó el Partido Comunista Peruano, la Confederación General de Trabajadores, el intercambio con otros movimientos culturales y sociales hispanoamericanos. Asimismo formuló los —aún vigentes— análisis desde el materialismo histórico, otorgando al indigenismo una valoración sociopolítica al arrancarlo del folklore e instalarlo como instancia propia del proletariado. Un giro ideológico que hasta hoy conviene revisar cuando se abordan problemáticas relativas a los pueblos originarios.
José Carlos Mariátegui.
Raudo y a la vez profundo, un panorama de las prácticas y pensamiento de Mariátegui emerge de la antología de artículos periodísticos, ensayos literarios breves, epistolario, postales y notas reunidos por el académico e investigador Martín Bergel (Buenos Aires, 1973), asimismo autor del esclarecedor prólogo de Aventura y revolución mundial, escritos alrededor del viaje. Investigación exhaustiva, meticulosa selección de textos, funciona al modo de soporte biográfico de la vida agitada, breve—apenas treinta y seis años– del autor de sus dos más conocidas e ineludibles obras, La escena contemporánea (1925) y Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928). Como toda antología, resulta blanco fácil para la crítica ramplona, tanto por los textos elegidos como por los omitidos, en especial si se deja de lado que la selección brinda testimonios en primera persona donde se refleja la situación personal del autor enmarcada con los climas y análisis de época. Momentos de crecimiento de los movimientos anarquistas y socialistas, la cercana Revolución Rusa, surgimiento del fascismo, desarrollo irrefrenable y desigual del capitalismo industrial, incipiente declive del colonialismo, reacomodamiento de las potencias imperiales.
Una y otra vez a lo largo de la selección de textos, Mariátegui avanza dentro de su invención dialéctica entre internacionalismo proletario y cultura cosmopolita: “El socialismo, aunque haya nacido en Europa, como el capitalismo, no es tampoco específico ni particularmente europeo. Es un movimiento mundial, al cual no (se) sustrae ninguno de los países que se mueven dentro de la órbita de la civilización occidental. Esta civilización conduce, con una fuerza y unos medios de que ninguna civilización dispuso, a la universalidad. Indoamérica, en este orden mundial, puede y debe tener individualidad y estilo; pero no una cultura ni un sino particulares”.
Martín Bergel, compilador.
Dispuestos en cinco secciones en orden cronológico y criterio temático, Aventura y revolución mundial desanda de entrada los juveniles artículos firmados con el afrancesado seudónimo eufemístico Juan Croniqueur. Luego avanza en torno a la experiencia europea, releva el regreso al pago y las dificultades en el desarrollo de los iniciativas editoriales, sociales, sindicales y políticas contra el poder hegemónico, hasta concluir con el intento de exilio en Buenos Aires, impedido por su prematura muerte.
Periodista, narrador, poeta, por sobre todo militante de la causa proletaria, en Mariátegui esa confluencia acarrea una escritura de trazo exquisito y a la vez de impecable precisión. Confluencia eficaz tanto para la nota de color, la viñeta viajera o las semblanzas de Benedetto Crocce, Lenín. Cristóbal Colón o el Dante. El intercambio epistolar con los amigos personales argentinos, el editor Samuel Glusberg (Kishinev, 1898-Buenos Aires, 1987) o el pintor Emilio Pettoruti (La Plata, 1892-París, 1971), jalonan un tan afectivo como intenso dispositivo de intercambio intelectual que hizo extensivo a variados personajes en distintas latitudes.
No es inusual la comparación entre José Carlos Mariátegui y Antonio Gramsci (Italia 1891-1937), toda vez que ambos revolucionaron con sus aportes el pensamiento y las prácticas políticas del socialismo. Si bien ambas infancias fueron diferentes –clase media el peruano, paupérrima el italiano—, coinciden en formación autodidacta, fundación de organizaciones académicas y obreras, severos impedimentos físicos, confluencia de literatura y política, vidas breves, fecundas. Paralelismos donde se disuelven las particularidades, la condición marginal del peruano respecto a los focos de irradiación eurocéntricos, opaca una producción de singular profundidad y extensión. El arribo de Aventura y revolución mundial proporciona una amplia puerta de acceso a una obra de generosa amplitud, paso previo al saludable acto de zambullirse en sus textos canónicos, de singular vigencia.
Fuente: El cohete a la luna
Por Jorge Pinedo