«La verdadera patria del hombre es su infancia”, escribió Rilke, y Betina González regresa a esa patria en su libro más reciente Feria de fenómenos o el libro de los niños extraordinarios, una obra escrita con un gran espíritu lúdico, sin pretensiones autobiográficas pero valiéndose de todo ese capital emocional acumulado en la niñez, ese tiempo que es una fuente inagotable para cualquier escritor.
—¿La escritura de este libro fue un regreso a la infancia?
—Fue un regreso a la infancia en el sentido de lo que yo leía de chica; los textos que me gustaban. Por ejemplo, el mundo del cuento de hadas está presente. Sobre todo en algunos cuentos como “La niña verdaderamente libre”, el de las muñecas, el texto con Barba Azul. Varias veces la prosa se rompe y aparecen versos y juegos de sonidos y palabras. Eso creo que tiene que ver con liberarse de la prosa y permitirse llegar al poema, que es algo que ocurre mucho en la infancia.
—¿Con qué cosas tuvo que ver tu infancia?
—Con las rimas y con las canciones. Cantábamos mucho con mis hermanos porque teníamos muchas horas de viaje con mi papá en las vacaciones. También era otra época, donde no estaban los artilugios electrónicos para divertirse. Mi abuela era una mujer que nos cantaba mucho y había muchos juegos que eran cantados. Había juegos, por ejemplo, el teléfono descompuesto, que era con palabras. Era gracioso jugar con el malentendido. Todo eso tiene que ver con acceder a ese lugar de la memoria, pero no de una manera consciente, sino que empezás a escribir y eso se activa.
—¿En qué cosas te seguís reconociendo en esa niña que vivió una infancia llena de rimas y canciones?
—Yo no sería escritora si no hubiese sido esa niña. Empecé a escribir de muy chica, a los 8 años; y en un libro mío que se llama La obligación de ser genial conté que leía mucho. Era una casa grande en la que yo crecí, porque somos 6 hermanos. La lectura era para mí una forma de escapar del ruido, de las cuestiones que tiene la familia. Leía muchos libros, de aventuras, vidas de santos; leía de todo. Cuando tenía 8 años, en el colegio me dieron un poema. Volvía a mi casa repitiendo el poema; y fue un momento de revelación en el que me di cuenta de que, además de contar historias, las palabras tenían música. Ese día escribí un poema sobre el otoño. Se lo mostré a mis viejos muy orgullosa, diciéndoles que quería ser escritora.
—¿Cuáles son los libros que recomendarías a un niño para iniciarse en la literatura?
—Yo creo que no existen los libros para niños. Para mí no existe la división entre libros para adultos y para niños. Todos los libros son libros y punto: los buenos libros los pueden leer niños y adultos. Si vos me preguntás por mi libro, no lo escribí pensando en niños. Wilde decía que escribía para personas de 0 a 80 años. A los niños se los acerca a la lectura mostrándole desde los padres, los maestros, el amor por la lectura. Si el niño crece con personas que leen y aman la lectura, va a leer; si no, no.
—Hablemos de la similitud entre los niños y los artistas
—Esa relación entre el niño y el creador está mucho en este libro. En un momento escribí en mi diario que me sentía como una persona que todos los días creaba un niño que al otro día cuando me despertaba estaba roto y había que volverlo a hacer. Era la metáfora para decir lo que me pasaba al escribir un cuento. Eso lo anoté y lo dejé así, porque una siente que escribir ficción es del orden de la divinidad: crea vida con palabras. Cuando un cuento es realmente muy bueno, nos conmueve, nos toca, porque algo está vivo en ese relato. Eso es dificilísimo de lograr. No tiene nada que ver con la técnica; tiene que ver con algo del orden de lo emocional y lo auténtico en ese relato. Después de que terminé de escribir ese libro me di cuenta de que eso que yo había anotado en mi diario sobre el niño que todos los días se moría y volvía a nacer podía ser una historia para un cuento. Entonces me senté a escribirlo. La idea del niño que crea y además es creado está en el corazón del libro. Todos los escritores tenemos vivo al niño o a la niña, si no, no podés escribir.
—Aludiste a tu diario: ¿sos constante en la escritura del diario?
—Soy constante cuando no estoy escribiendo una novela o un libro. Porque cuando algo me captura mucho no tengo tanta energía, no me queda resto para escribir en el diario. O al revés, a veces estoy tan metida en un libro que escribo mucho en el diario porque necesito continuar pensando de otra manera o dejando registro de lecturas o de ideas que me están quedando afuera y no me las quiero olvidar. Yo diría que soy constante, pero no me lo pongo como una obligación, lo hago por si existe una necesidad. Llevo muchos años escribiéndolo, desde los 26 años.
Fuente: Diario Hoy