Fuente: Caras y Caretas
Autor: Gustavo Sarmiento
La Covid–19 y su pandemia trajeron a la superficie cotidiana una serie de terminologías de películas catástrofe como “contacto estrecho”, “supercontagiadores” o “mutaciones”, pero también le otorgó protagonismo a algunas áreas científicas que solían trabajar muy por afuera del radar de los medios. De ellas sobresale una con nombre siglo XXI: la bioinformática. Se trata de una disciplina que a partir de la incorporación de gran cantidad de datos al análisis biológico permite atacar el problema en menos tiempo y con menos vidas perdidas.
“La bioinformática es una disciplina donde se cruzan la informática, la estadística, la matemática y la ciencia de datos para resolver problemas biológicos. Hoy en día se produce un volumen tan grande de datos en los laboratorios de biología molecular que sería imposible analizarlos sin la ayuda de computadoras”, expresa Germán González, investigador del Conicet y del Instituto de Diversidad y Ecología Animal, y uno de los editores del flamante libro Vida.exe (desafíos y aventuras de la bioinformática), en el que escribe un capítulo dedicado al coronavirus que cambió las vidas por completo.
“Todos los días se están secuenciando genomas (humanos, animales, de plantas y bacterias) alrededor del mundo. Sacar información útil de esa montaña de datos es una de las tareas de la bioinformática –precisa González–. Además, nos permite simular el comportamiento de cosas que son imposibles de estudiar en un laboratorio, como el movimiento de las proteínas. Solo lo podemos estudiar con simulaciones bioinformáticas y tiene muchos usos en la actualidad, como por ejemplo, para diseñar fármacos. La bioinformática nos da las herramientas para estudiar el genoma del coronavirus y sus proteínas. Y también, si nos vamos a una escala más grande, nos permite entender la forma en que la enfermedad se propaga por el mundo”.
El escritor irlandés Bernard Shaw decía que “la estadística es una ciencia que demuestra que si mi vecino tiene dos autos y yo ninguno, los dos tenemos uno”. González remarca que con la Covid–19 sucede algo similar: mientras algunas personas contagian a varios, otras no contagian a nadie. A las primeras se las denomina “supercontagiadores”, y parecerían responder al Principio de Paleto: el 80 por ciento de las consecuencias proviene del 20 por ciento de las causas. Sucede en diferentes ámbitos. El 80 por ciento de los fallos en el software tienen su origen en el 20 por ciento del código, o el 80 por ciento de las ventas corresponden al 20 por ciento de los clientes. Un estudio de Hong Kong demostró que también se cumple con el Sars-cov-2: el 80 por ciento de los contagios provino del 20 por ciento de las y los infectados.
–¿Cómo actúa el virus dentro de nuestro cuerpo?
–Los virus son simplemente material genético envuelto en proteínas. No pueden reproducirse o replicarse por sí solos, por eso necesitan infectar una célula y apropiarse de su “maquinaria” para crear copias de sí mismo. Para ingresar a una célula los virus usan un sistema que podemos imaginar como una llave y una cerradura. Cada llave abre una cerradura en particular. En el caso del Sars-Cov-2 la “llave” es la proteína S que se une a la “cerradura” en nuestro cuerpo que es la proteína ACE2. Esta proteína se encuentra principalmente en células del sistema cardiovascular y de ahí las complicaciones de este tipo que vemos en los infectados. Una vez que el virus entra a la célula se copia a sí mismo utilizando nuestra máquina celular y luego provoca que la célula se rompa y libere las copias del virus en nuestro cuerpo.
–¿Por qué surgen nuevas cepas?
–Cada vez que el virus se replica tiene que copiar su genoma y en ese proceso comete errores, que es lo que llamamos mutaciones. Esas mutaciones son al azar; las que resulten beneficiosas para el virus van a hacer que se replique más y por lo tanto, luego de un tiempo, una buena cantidad del virus que circula va a tener esa mutación porque es más exitosa para replicarse que la otra. Cuando esas mutaciones se extienden en la población pasamos a hablar de “variantes del virus”. Mientras el virus más está circulando, más está mutando y más probabilidades hay de que aparezca una nueva variante de preocupación, como la Delta. Por eso es importante avanzar con la vacunación y que sea con un criterio de equidad entre los países.
–¿El coronavirus actual muta poco respecto a otros virus como el VIH?
–Es un intermedio, no es de los que más mutan pero tampoco de los que menos. Los virus de ADN (por ejemplo el de la herpes) son más estables y mutan mucho menos que los de ARN. Tanto el VIH como el nuevo coronavirus son virus de ARN, por lo tanto en comparación con otros virus mutan bastante. Los coronavirus mutan un poco menos que otros virus de ARN porque la proteína que realiza el “copiado” del genoma hace lo que conocemos como “proofreading”, es decir que corrige algunos de los errores que se producen. El VIH no tiene un mecanismo como éste y eso hace que mute mucho más y sea más difícil diseñar vacunas y tratamientos.
–¿Era esperable que surgiera el virus actual y que salgan otros en un futuro?
–Los coronavirus son una familia grande de virus y hay muchísimos diferentes dando vueltas, el SARS-CoV-2 es solo uno de ellos. Hay casos reportados de animales de granjas infectados con coronavirus en 1920 y casos en humanos desde al menos 1960. Era esperable que en algún momento sucediera una nueva epidemia de coronavirus. De hecho, en 2007 salió un artículo que decía que la existencia de grandes reservorios de coronavirus en murciélagos combinado con la tradición china de comer animales salvajes era una “bomba de tiempo” y hoy podemos ver que así fue. Las “megafactorías” de cerdos donde los animales están hacinados y en malas condiciones de higiene son otro caldo de cultivo. Mientras no cambiemos de raíz la forma en que nos relacionamos con la naturaleza esto va a seguir sucediendo y posiblemente los plazos entre una epidemia y la siguiente sean cada vez menores.
–¿Qué se puede mencionar del origen del virus? ¿Existe alguna posibilidad de que haya sido “inventado en laboratorio”?
–Es una discusión que aún no está completamente saldada. La OMS publicó hace un tiempo el informe que hizo luego de su visita a China y allí dice que, de las hipótesis planteadas, el origen natural es el más probable y que prácticamente se puede descartar el origen en laboratorio. En Vida.exe mostramos que hay muchos datos que respaldan un origen natural (el virus se parece a otros que se encuentran en murciélagos y pangolines) y que los trabajos que hablan de que el virus fue creado en laboratorio carecen de rigor científico. Dicho esto, no podemos negar que en Wuhan se encuentra uno de los institutos de virología más importantes del mundo. Hace poco se filtró la información de que hubo dos científicos con síntomas compatibles con Covid-19 o con gripe estacional antes del inicio del brote de Wuhan. Tendremos que esperar los 90 días que Biden le dio a la inteligencia de su país para que desclasifiquen los documentos. Con la información que tenemos hasta ahora podemos decir que lo más probable es el origen natural, pero no podemos descartar un escape accidental de un laboratorio. Sí daría prácticamente por descartada la idea de que el virus pueda haber sido creado artificialmente combinando varios virus, no hay nada que indique eso.
–¿Cuál es la mejor forma desde la ciencia de comunicar la incertidumbre?
–Al principio de la pandemia limpiábamos con alcohol las compras del super y había dudas sobre si los barbijos servían o no. Hoy sabemos que el virus se transmite principalmente por gotas y aerosoles por lo que los barbijos, la distancia y el aire libre son fundamentales. Y también sabemos que el riesgo de contagios por superficies es muy bajo. Entonces pienso que la forma de comunicar y de enseñar la ciencia tiene que hacer más hincapié en cómo se construye el conocimiento científico y no tanto en los resultados, porque de otra manera cuando las ideas cambian pensamos que la ciencia no funciona cuando en realidad es la forma en la que siempre ha funcionado y gracias a la cual sabemos todo lo que sabemos hoy.
–¿Qué significa que terminar con la pandemia no significa terminar con la enfermedad?
–Cuando hablamos de pandemia nos referimos a una enfermedad que se propaga muy rápido por muchos países. Esa etapa probablemente se va a terminar en el corto o mediano plazo. Pero eso no significa que el Covid-19 desaparezca. Lo que aprendimos de epidemias anteriores es que probablemente debamos convivir con la enfermedad por bastante tiempo. No sería extraño pensar en que se convierta en una enfermedad estacional para la que nos tengamos que vacunar todos los años.