No es tan habitual que un libro se vuelva musical. Por lo general, se especula con las imágenes que anidan en una historia, más que con las melodías que pueden desprenderse de ella. De allí que me resulte novedoso y gozador –en el sentido amplio de la palabra–, el nuevo ensayo de Esteban Buch, Playlist, música y sexualidad, recién publicado por el Fondo de Cultura Económica. Literal y literariamente, es un libro para leer y escuchar. Viene con el código QR, y una lista interminable de temas ligados de alguna manera, o por capricho del autor, a la vida sexual. Escribo “vida sexual” y me resulta extraño acotarla, ¡como si se tratase de un ejercicio particular de la vida! ¿Será porque estuve leyendo “La secta del Fénix”, de Borges, donde la sexualidad (¿la masturbación?), parece ser el gran secreto de todas las comunidades existentes, tan curioso como desentrañable? (“el secreto es sagrado, pero no deja de ser un poco ridículo, su ejercicio es furtivo y aun clandestino. No hay palabras decentes para nombrarlo, pero se entiende que todas las palabras lo nombran.”).
Buch aclara en la introducción: “La playlist no fue pensada ni como un modelo ni como un sex-toy, sino más bien como un carnet de notas o un diario de viaje, necesariamente incompleto, y extáticamente sonoro.” La variación es el misterio. Nuevamente, “La secta del Fénix”, cuando Borges refiere a la “iniciación en el misterio”, a los mistagogos. En el libro de Buch (casi una tautología) el secreto parece revelarse, o al menos habilita la sensualidad de los pasajes a los oídos lectores. De Schulhoff a Piaf, de Albinoni a Madonna, del Trío los Panchos a Don Giovanni, de Virus a Wagner, de Bach a Carmen Baliero, de Serge Gainsbourg a Pink Floyd, y así sucesiva y saltarinamente. Eros del random o autoría de empalmes más allá (o acá) de los algoritmos.
Los dieciséis capítulos que componen el libro ahondan –rodean, aluden, penetran, vale la proliferación asociativa– en la historia de la música y su entramado cultural. Lo interesante es que por momentos Buch recauda lo inabordable: sonidos de la intimidad (¡incluye una encuesta!) resonando en cuerpos que a su vez funcionan como amantes de la música. En el primer capítulo hasta encontramos una extraña categoría musical considerada “mejor que el sexo”, liderada por la canción “Bohemian Rhapsody” de Queen.
Leyendo (y escuchando) Playlist, la vida sexual ya no parece una práctica acotada. Más bien se trata de la sexualidad de la vida. Y se entiende que casi todas las músicas la entonan.
Fuente: Perfil
Por Silvia Hopenhayn