Deudor de las experimentaciones oulipianas y partícipe actual del Taller de Literatura Potencial, el escritor y traductor argentino Eduardo Berti ha decidido engordar lo que alguna vez fue Círculo de lectores (2019) con la reciente publicación de Método fácil y rápido para ser lector, a cargo del Fondo de Cultura Económica. Julio Cortázar supo escribir alguna vez que la literatura era un juego; un juego a cargo de niños y practicado con solemne concentración. Berti se inscribe en esa tradición, pero reconsiderándola: juguemos, experimentemos, dice, pero sin seriedad alguna.
Este método consiste en ciento cuarenta y dos instrucciones. Algunas, impracticables, absurdas, que sirven en verdad para establecer correlaciones con el mundo real, para demostrar la arbitrariedad de sus reglas y prácticas, para denunciar recortes y configuraciones inmotivadas o articular ciertos vínculos de sentido. En la número setenta y seis se lee: «Fabrique una montaña de libros. Y un castillo. Y una pirámide egipcia. Y otras cosas por el estilo. Haga de cuenta que sus libros son enormes ladrillos Lego, esos coloridos juguetes que lo ayudaban a entender el mundo».
Las instrucciones restantes persisten en una idea sobre la que la teoría literaria viene recostándose, perezosa, hace años y años: la lectura como (re) escritura. Berti se propone, en esencia, experimentar con la actividad del lector. De este modo, se podrían enumerar unos pocos consejos para ofrecer un pantallazo general.
El autor instruye lecturas «salmón»: leer contracorriente, de abajo arriba, los versos de un poema; lecturas oraculares: subrayar, en una mañana, frases de un libro que postulen un pronóstico personal para el resto del día; lecturas, a su vez, instructivas: redactar las instrucciones necesarias para escribir el libro que se acaba de leer; incluso propone una huelga lectora por un día. De libros, de mensajes de textos, de publicidades, de carteles, de prospectos, de lo que sea; es que todos somos, en algún que otro sentido, lectores. Citemos la número treinta, un ejemplo de lectura como reescritura transgresora, solo despuntar el vicio. «Suba a internet la copia falsa de dos o tres novelas famosas. Para ello, descargue una de las versiones que circulan por la web y altere el texto (…) insertando fragmentos de otras novelas (…). Ponga las nuevas versiones a disposición de todo el mundo sin explicar que ha alterado los textos originales».
Algo profundamente acogedor y cálido se desprende de este Método fácil y rápido… Es lo que ocurre cuando el mundo y la experiencia se conciben plenamente desde la lectura y las bibliotecas. Cuando se comprende que todo es susceptible de comparación u homologación con la vida escrita, con personajes, tramas, giros, atmósferas y tonos narrativos, poéticos, ensayísticos.
Porque el mundo está hecho, ya lo había confirmado Mallarmé, para acabar en un libro.
Fuente: Perfil
Por Tomás Villegas