Un libro que contiene muchos libros, ideas de varios siglos, palabras en idiomas conocidos y extraños, diagnósticos fatales y algunas palabras esperanzadoras. José Emilio Burucúa le dedicó los últimos cinco años a escribir este tomo llamado Civilización. Historia de un concepto (Fondo de Cultura Económica).
José Emilio Burucúa (1946) doctor en filosofía y letras, investigador y profesor de la Universidad Nacional de San Martín. Ganó cuatro premios Konex, entre ellos tres premios Konex de Platino, y el premio Konex de Brillante. Foto: Mariana Nedelcu Imagen: 1/10
El gran investigador, historiador del arte, pensador y docente, una figura quizá única de la escena activa del país, indagó en bibliotecas del mundo, recorrió su propio interior para recopilar las ideas matrices de una noción que atraviesa todas las historias: las nacionales, regionales, mundiales y personales. Hay relatos de grandes movimientos, vanguardias, guerras y también íntimas; voces documentadas y teoría surgidas de lecturas que cruzan y unen dos siglos.
Sus hipótesis y conclusiones surgen de una combinación de erudición, curiosidad y observación, un modelo davinciano que lo llevaron a interesarse y analizar las instancias del origen, el esplendor y la declinación de modelos civilizatorios. Multipremiado, en 2016 recibió el Premio Ñ a la Trayectoria. Visualizó todas las geografías y las épocas, de allí el carácter enciclopédico y conflictivo que contiene cada una de las muchas páginas de este libro que es parte fundamental de una obra frondosa y admirada por sus pares, alumnos y lectores. Así también lo adjetiva su amigo y altísimo colega, el historiador francés Roger Chartier, en estas páginas. Sobre su libro –los que lo precedieron y confluyen aquí– hablamos en su departamento de Once en una de las últimas tardes de invierno. Algo renace.
–¿Un pueblo nace civilizado, o necesariamente hay un paso de lo salvaje a la civilización? ¿Cómo se deja de ser un cazador violento y se pasa de lo “crudo a lo cocido”?
–No se tiene por qué seguir siempre el mismo derrotero, pero hay algo común que es la sustitución de las relaciones fundadas en la violencia por las del reconocimiento de una autoridad, de un árbitro final de la sociedad o bien el de una de las formas básicas de asociación, discusión y debate de las formas monárquicas y las netamente democráticas. Las dos tienen que controlar y regular el ejercicio de la violencia. Sin el monopolio del uso legítimo de la violencia, no hay posibilidad de construir las relaciones gentiles, la conversación, las buenas maneras. Es lo que Norbert Elias llama la “domesticación de los guerreros”. Es decir, los guerreros no pueden ser los que determinen el camino de un pueblo, de una nación, de un conglomerado de culturas, tienen que estar sometidos, es fundamental y ahí tienen un papel muy importante las mujeres, son las que van a facilitar y ser críticas contra el mundo violento de los varones. Eso se relaciona con ciertas formas del arte, de la literatura, que pueden llegar a ser un rasgo fundamental de la civilización. Hay otro mundo que es el de las actividades que cada uno de nosotros elige hacer y que le gusta y que satisface su libertad creadora. Eso lo hace posible la domesticación de los guerreros, porque si no hay que estar siempre pendiente de su voluntad y capricho.
–Hay marcas fuertes, índices civilizatorios como la filosofía, la sofisticación de la cocina, los libros, ¿no? Escribiste: “Civilidad, gentileza y afabilidad componen una clase de gestos y maneras ‘honestas’ a la hora de conversar y actuar con otras personas en la sociedad”.
–Ahí empiezan, por ejemplo, los agregados a las acciones que satisfacen las necesidades. Cuando hemos satisfecho la necesidad de comer empezamos a pensar en el gusto, no solamente saciar el apetito, si no probar cosas diferentes, combinarlas: ahí empieza la gastronomía. Por otro lado, se cultiva para producir cereales y vegetales que nos alimentan, pero también aparece el cultivo de las flores, que no satisface ninguna de las necesidades elementales, simplemente se hace por el placer de ver las flores, de usarlas para ciertos rituales, para embellecer el lugar donde vivimos o para ofrendas a los muertos. Es un rasgo fundamental de lo que podría ser un proceso civilizatorio y por último una creación netamente femenina: la poesía lírica. Los guerreros se representan a sí mismos en el drama. Pero la poesía en Occidente, al menos, la inventa una mujer que es Safo, y ella lo dice explícitamente: «voy a cantar lo que no cantan los poetas épicos que hablan de las hazañas de Aquiles o el poder de Agamenón. Voy a hablar de qué es lo que me pasa a mí cuando me enamoro», por ejemplo. Al final también se transforma en una necesidad, pero en principio no lo es.
La poeta nacida en la isla de Lesbos, según la imaginó el pintor inglés Simeon Solomon (1840-1905). Imagen: 2/10
–La traducción aparece como una marca necesaria, civilizatoria…
–Sí, porque es la herramienta fundamental que permite conocer a los otros, a los distintos, a los de las civilizaciones vecinas, pero también civilizaciones lejanas, entonces se hace central y imperioso conocer a los demás para poder establecer relaciones cordiales, amistosas, con esos otros con los que se hacen intercambios. La traducción es un elemento de pacificación y de comprensión entre los seres humanos.
–Entonces emerge la posibilidad de pensar en el otro, de cuidarlo…
–El ejercicio de la organización burocrática de la misericordia o de la piedad tiene que ver con el cuidado de sí y de los otros, ver la posibilidad de crear instituciones que apunten a paliar el dolor humano, el sufrimiento y curarlo. No queda librada a la espontaneidad, es un producto de decisiones colectivas. En Grecia surgen los hospitales y lugares de sanación; en Roma, en Bizancio, son muy importantes los hospitales. En Egipto se desarrollan esos espacios que formaban a los médicos y donde se recibía a los enfermos. Los árabes desarrollan extraordinariamente la praxis del hospital, ellos distinguen con claridad y organizan hospitales para enfermedades mentales ya en el siglo XIII. En Ceilán habían surgido los primeros hospitales de comunidades en el siglo III antes de Cristo y van a estar vinculados a la expansión del budismo.
–En el siglo VI, en China, con la prédica de Confucio aparece el rasgo humano. En el Mahabhárata, libro sagrado de la India –no se sabe bien cuándo ha sido escrito, pero data del siglo III y II antes de Cristo– se narra una guerra espantosa, que se atribuye a la pérdida de la gentileza de los seres humanos.
Emmanuel Macron, y sus hijos presentan sus respetos en la tumba de Condorcet (1743-1794), que luchó por la igualdad de derechos para las mujeres y las personas de todas las razas. Thibault Camus/Pool via Reuters Imagen: 3/10
–Leemos que el Marqués de Condorcet (político y matemático francés) postuló diez periodos de la historia que marcaban grados o estados de civilización referidos a Europa. Sin embargo, en el mundo había avances de todo tipo…
–Es una mirada al fin y al cabo eurocentrista, pero la mirada de China, que es similar y opuesta a la europea también, pero yo no sé si estructuralmente puede ser opuesta, claro, es muy anterior, tiene otros rasgos, pero finalmente hay una coincidencia en esto: el trato de amabilidad y gentileza, al menos entre los miembros de una clase, empieza ocurriendo por la pacificación en la sociedad cortesana, para después ir extendiéndose a otras clases de la sociedad.
–El contrapunto entre civilización y barbarie surge en Europa ya en el siglo XVIII, algo que los holandeses “al llegar al punto de su expansión imperial, se creían capaces de controlar por sobre todos los países del mundo”. ¿Cuánto importaba ese conflicto en Europa? ¿Cómo se manifestaba en el continente americano?
Obra de Eduardo Molinari: Civilización o barbarie, 2000. Foto intervenida. Imagen: 4/10
–Esta dialéctica de civilización y barbarie se va a pronunciar de forma explícita con esas palabras de fines del siglo XVIII. Nosotros tenemos un caso excepcional que es el de Sarmiento con Civilización y barbarie en el XIX. El debate viene de los griegos cuando establecen la diferencia: “somos griegos frente a los bárbaros”. Allí hay una democracia restringida, una asamblea de los ciudadanos donde se decide la política, pero los de afuera son los que balbucean el griego. Va aumentando con la lejanía física, los que se encuentran más lejos, son los que estarían menos civilizado diríamos, con otra palabras, de Dios. En China se da una forma permanente desde el siglo V o VI antes de Cristo, hasta el siglo XX, o sea que la distinción es manifiesta para los que viven en el mundo de la corte con costumbres refinadas de cómo se visten, qué es lo que comen y los que, por supuesto, no participan de ese orden. China alcanza un grado de sistematicidad de refinamiento un milenio o dos antes. Tenían un ceremonial mucho más pautado y más rico que en Occidente.
–El siglo XX trajo el nazismo, los campos de concentración, el exterminio, las bombas en Hiroshima y Nagasaki… ¿Cómo se reconstruye, a partir de estos hechos, la idea de civilización y cómo sigue?
–Los aliados que incluyen a la Rusia comunista por supuesto, finalmente vencen a la barbarie espantosa del nazismo. Se recuperó la civilización. Se instaura la paz cuando se fundan las Naciones Unidas: se piensa que se está fundando un régimen internacional nuevo que viene de la época de la Ilustración y de la idea de la paz perpetua. Se parece a una restauración de todo el programa de la civilización. A pesar de que enseguida la Guerra Fría divide el campo de los de los vencedores, estas instituciones internacionales como las Naciones Unidas, la Unesco, la Organización Mundial de la Salud aparecen como agentes civilizadores. Cuando Johan Huizinga habla del fin de la guerra, habla de lo que va a ser la reconstrucción de la civilización, después de un proceso de pacificación radical. Después, el neoconservadurismo en la economía y el colapso del mundo socialista produce un vacío. La dialéctica internacional que vivimos con mucha esperanza de que pudiera instaurarse una democracia republicana como forma internacional, entre la caída del Muro y el final del siglo XX, nos impidió vislumbrar esa resurrección de los radicalismos religiosos que vivimos en el pasaje de un siglo a otro.
Nazismo. El fútbol como herramienta de propaganda política Imagen: 5/10
-En el caso argentino, ¿cómo se fue conformando el concepto de civilización? ¿En qué medida tenía que ver con la construcción de la identidad argentina?
–El término civilización y el concepto que le va asociado son las ideas que ya ha tomado de la tradición, pero que son de elaboración francesa. Ya aparecía en la Gaceta de 1810. Ahí ya se referían a la Revolución como una acción civilizadora. Luego será una palabra clave para la generación del 37, el conocimiento de la sociología europea lo va a tomar Sarmiento en Civilización y barbarie. Para Sarmiento es importante la cuestión de las costumbres y los hábitos sí, las relaciones pacíficas, por eso le daba tanta importancia –como señalaba Oscar Terán– a la vestimenta del hombre civilizado que tiene que ver con la vida urbana y las buenas maneras, el tipo de actividades que hace que el hombre de la ciudad se mantenga arreglado y pulcro frente al hombre del campo vestido para las tareas relativas al ejercicio de la fuerza. El programa educativo de Sarmiento es un programa que pretende ser civilizador. Por su parte cuando Alberdi habla de “la Nación para el desierto argentino”, está pensando ese programa social y político de la construcción de una nación civilizada a la manera europea. Ahí empieza la cuestión de las relaciones con el otro que habitaba esta tierra, antes de la llegada de los europeos, para el tema de la conquista del desierto y las catástrofes en aquellos lugares sobre todo para los pueblos originarios: algunos directamente empujados a la vía de la extinción como es el caso de los fueguinos, más que nada. Esa herida de los pueblos originarios con la conquista y la apropiación de su tierra, todavía está abierta. Y que empezó a solucionarse hace muy poco con la reforma de la Constitución en 1994, ahí se reconoce a los pueblos originarios como sujetos colectivos de derecho.
Entre otros, Burucúa es autor de Corderos y elefantes. Nuevos aportes acerca del problema de la modernidad clásica (2001); Historia, arte, cultura: de Aby Warbug a Carlo Ginzburg (2003). Es miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes Foto: Mariana Nedelcu Imagen: 6/10
–Citás esa idea de Natalio Botana cuando, al referirse al caso argentino, hablaba de “mutación civilizatoria”, ¿Qué está diciendo de nuestro país ese diagnóstico?
–Tiene razón Botana cuando habla de una mutación civilizatoria, pero que a su vez conlleva una crisis que él centra más que nada en los avances tecnológicos. Hay una crisis de la que no se vislumbra todavía la salida, y la Argentina en ese marco es un poco débil. Es una especie de periferia de la civilización occidental atlántica europea. Hay que reconocer, primero, que el gran proyecto educativo de Sarmiento ha quedado trunco en los últimos años. La crisis económica produjo una crisis educativa devastadora. Para asumir las nuevas tecnologías y las consecuencias socioculturales de su adopción, debemos remitirnos mucho a lo que hemos perdido. Una cosa terrible. Hemos perdido nuestra educación básica de lecto-escritura, el cálculo, la capacidad de abstracción: la escuela de los últimos 30 años ha sido un fracaso profundo. Ahí estamos en un problema, por un lado volver hacia el pasado para reforzar algunas habilidades que habíamos adquirido y que se perdieron, pero a su vez eso tiene que estar al servicio de la incorporación de algo completamente nuevo cuyos efectos, todavía, desconocemos. Esperemos no perder el tren esta vez.
Memorial del Holocausto en Berlín, ciudad que pudo recuperar la noción de civilización. Fue diseñado por el arquitecto Peter Eisenman. Foto: John MacDougall Imagen: 7/10
–En el epílogo del libro hay escepticismo sobre el presente pero también manifestás optimismo frente al futuro…
–La sociedad argentina tiene resortes como para reencauzar las cosas, como dice también Natalio Botana: hay 40 años de ejercicio de la democracia. Él cita estadísticas que sostienen que un 64% de la población argentina cree que la mejor forma de gobierno es la república democrática. Lo que es asombroso es que con el estado de pobreza y de descomposición social que hay todavía se mantenga ese apego a las formas democráticas, a la Constitución, a las leyes.
–En el epílogo escribiste “la primera juventud ha sido embrujada por un personaje digno del estallido de la República de Weimar…”
–No veo que esta administración tenga mucho que ver con un proceso civilizado. Esta no es una administración de buenas maneras, no me parece. Respecto de la organización burocrática de la ansiedad o de la misericordia, que hablábamos, bueno, el recorte y la motosierra pasó por los jubilados… Por eso no creo que haya por debajo o por detrás de esto un programa de restauración civilizatoria.
Continuidad civilizatoria. El valle de Chilecito está ubicado entre la Sierra Velasco y la Sierra de Famatina en la precordillera riojana. Imagen: 8/10
–Bien. Te nombro cuatro objetos o ideas y te pido que me digas que idea de civilización ves allí. 1. Chilecito (La Rioja).
–Chilecito ha sido muy importante para mí porque allí pude ver que ha existido algo así como una civilización argentina. Se adapta y se modifica en función de los cambios, tuvo una gran continuidad.
–2. El clima político, social, cultural de Berlín.
–Berlín me impactó. Me encontré con un país que fue el centro de la barbarie a mediados del siglo XX y, dos generaciones después, se ha convertido en una tierra de libertad y convivencia entre alemanes y también con los inmigrantes. El monumento a los judíos de Europa es algo increíble, allí en lo que fue el corazón del genocidio.
Elefantes que han formado parte de una investigación que ha demostrado que se identifican entre sí con un nombre propio dentro de la manada. La investigación llevada a cabo durante cuatro años en dos reservas naturales de elefantes en Kenia, la de Samburu y la del Parque Nacional de Amboseli, ha sido recogida este lunes en la revista Nature Ecology and Evolution. EFE/ George Wittemyer Imagen: 09/10
–La evolución de la especie del elefante y su destino son un termómetro. A principios del siglo XIX, se calculaba que había unos 24 o 25 millones de elefantes en África; en 1913 se habían reducido a 12 millones, por efecto de la matanza para conseguir el marfil; ahora son menos de 400.000. Me ha servido para pensar qué es lo que estamos perdiendo con esta crisis ambiental.
–4. «Paisaje de invierno”, de Kazimir Malévich (1930), la obra que ilustra la tapa de tu libro.
Civilización. Historia de un concepto José Emilio Burucúa Editorial: Fondo de Cultura Económica 742 págs. Imagen: 10/10
–Un estallido de colores asimilables a las formas, a la organicidad de la vida. Es un artista enigmático que admiro, que sintetiza todo un recorrido por el arte, encandilado por la riqueza de la vida, y por el otro lado destinado a explorar la mayor abstracción imaginable. Es un artista que, al final de su vida, decidió replantear su obra en un sentido completamente opuesto al que había hecho siempre. Tuvo coraje de cambiar.
Fuente: Revisa Ñ
Por Hector Pavon