Josefina Vicens: salir al ruedo con prosa de torera

julio, 2023
De la autora de El libro vacío se publica una cautivante recopilación de crónicas taurinas.

En el año 2011, Fondo de Cultura Económica de México publicó un volumen (la cuarta reimpresión) que incluía las dos únicas novelas de Josefina Vicens: El libro vacío, de 1958, y Los años falsos, escrita casi veinte años después, que cuenta la relación destructiva y simbiótica de un padre corrupto y su hijo.

El volumen cruzó fronteras y llegó al Río de la Plata, donde resonó de manera inmediata: El discurso vacío –un breve libro del uruguayo Mario Levrero, de 1996– tenía un título similar, pero además el centro de su preocupación era el mismo que el de Vicens.

Es decir, la necesidad de su protagonista de escribir, a como dé lugar y por pura necesidad, y la imposibilidad de hacerlo. Escribir, entonces, abriéndose camino en la nada, en definitiva, porque aquello sobre lo que se aspira a escribir no es una posibilidad y está vedado. Escribir, en cambio, sobre lo cotidiano, porque ese cuaderno de registros e impresiones del día día es, en sí mismo, un hecho literario.

Los deslumbrados lectores de Vicens salieron en busca de más, pero no encontraron nada. Aprendieron, entonces, que Josefina Vicens era como Juan Rulfo: que había escrito apenas eso. Que, como Rulfo, había ganado el Premio Xavier Villaurrutia en los años 50, y que después había hecho silencio. Por eso, la publicación de Las crónicas de Pepe Faroles y otras escrituras es prácticamente un acontecimiento.

A Josefina Vicens le gustaba “travestirse”, y eligió para sus libros voces masculinas: José García en El libro vacío, Luis Alfonso Fernández en Los años falsos, Diego García en sus crónicas políticas, Pepe Faroles en sus crónicas taurinas (un “farol”, para quienes no sepan, es el giro circular que el torero hace con el capote por encima de su cabeza, luego de haber hecho el pase al toro).

Las crónicas de Pepe Faroles permiten conocer un costado de Vicens que sus novelas no mostraban: su ironía, su humor, su capacidad de observación. En la del 26 de octubre de 1943, escribe: “¿Hasta cuándo las autoridades podrán evitar que se lancen cojines al ruedo? La víctima del domingo fue una señora que ocupaba una barrera de primera fila y que, como seguramente comprenderá el cafre que le propinó el cojinazo, no tenía la menor culpa de que los toros del Conejo fueran ratas. Por cierto que cuando un resignado comentó al ver la furia del público “¡Pero hombre, si el becerro es bueno!”, su vecino, que no era precisamente San Francisco, aclaró: “¡Magnífico!, pero… EN ADOBO!”.

Las crónicas de Pepe Faroles son extraordinarias. Existe, eso sí, el problema de que hoy en día nadie sabe nada de toreo, ni le interesa. Aquellos que alguna vez se han puesto frente al televisor a ver una corrida o han tenido ocasión de entrar en una plaza de toros sin asesoría alguna –hablamos, por supuesto, de los que no condenan previamente el asunto– probablemente no entenderán ni una cuarta parte de lo que allí pasa.

Para Vicens, sin embargo, se trataba de “la única fiesta metafísica”, el único espectáculo donde “la muerte es otro de los personajes”. “En la fiesta de toros”, escribió, “el torero deja de ser un hombre y adquiere esa calidad de moribundo que es un poder, un ascendente metafísico, un toque de lo sagrado”.

Otras épocas, sin dudas, lejanas de las nuestras, alientan e impulsan estos textos, que incluyen dos guiones y algunos cuentos y poemas. Estos narradores son aquellos que Josefina Vincens desplegó en su vida cotidiana, los que le permitieron ganarse la vida cuando era una mujer en su tiempo (aunque no de su tiempo), viviendo los años que le tocó vivir.

Nació en Villahermosa, Tabasco, en 1911. Murió en 1988 en Ciudad de México. Vivió a contracorriente. Se casó para guardar las apariencias; su gran amor fue la actriz Anita Blanch. Fue jugadora, alcohólica y fumadora empedernida. La muerte, omnipresente en su vida y obra, la encontró ya retirada del juego y del alcohol. Conservó el tabaco, y con él se fue tras el misterio de la muerte, tan presente a lo largo de su vida como en la extensa geografía de ese país llamado México.

Fuente: Clarín
Por: Mercedes Alvarez

Añadir al carrito

Sumate a FCE

Suscribite y conocé nuestras novedades editoriales y actividades antes que nadie, accedé a descuentos y promociones y participá de nuestros sorteos.