“Mi personaje del escritor del subterráneo ya no tiene que ver conmigo. En su momento me sirvió, aunque no lo busqué: simplemente se dio.” Kike Ferrari (52), uno de los más destacados escritores argentinos de género policial, recorrió un largo camino desde que trascendió mediáticamente porque trabajaba en la línea B. A alguien se le ocurrió jugar con la oscuridad, el subsuelo, la escritura, la narrativa negra. Una mezcla que vendió. Y que ahora, en 2025, lo encuentra publicando su decimoquinto libro: la novela Si estás leyendo esto (Fondo de Cultura Económica).
Primero fueron las editoriales pequeñas y los títulos que circulaban en el boca a boca, como Operación Bukowski o Lo que no fue. Después llegaron los premios, aquí, en España, en Francia. Pateó el tablero con la novela Que de lejos parecen moscas, que le abrió las puertas de las editoriales grandes. Pero el gran salto es el que da con su nuevo libro, una historia que abarca desde los inicios del siglo pasado hasta nuestros días.
Su admirado Jorge Luis Borges es uno de los protagonistas. A partir de un intento de suicidio del autor de El Aleph y el mítico revólver que iba a utilizar para pegarse el tiro, Ferrari hace un recorrido por la historia de la literatura argentina. Hay dos personas obsesionadas con Borges y una trama redonda de misterio que demuestra su madurez como autor.
A Borges lo consideraba representante de todo lo feo: gorila, formal, aristocrático.
Escritor

Ferrari trabaja en la línea B del subte y practica boxeo y artes marciales. Foto: Guillermo Rodríguez Adami.
Ferrari sigue trabajando en la sección de maestranza de la línea B. Es hincha de River: de hecho, las atajadas de Franco Armani son el primer tema de conversación con Viva: “El tipo, en cada partido, saca al menos tres mano a mano y nos salva. Siempre, eh”.
También es fan del heavy metal: sus remeras negras sin mangas con leyendas de bandas son un clásico en su vestimenta. Padre de tres chicos -Oliver (17 años), Severino (12) y Matilda (10)-, practica boxeo y artes marciales. De una de las paredes de su casa cuelga un nunchaku y un guante firmado por el ex campeón del mundo Sergio Maravilla Martínez.
Lector empedernido, se ha gastado “una fortuna” en comprar los libros que le sirvieron para escribir su nueva novela. “Es guita que no voy a recuperar: es imposible vivir de la escritura”, sonríe, resignado. A juzgar por el resultado, el esfuerzo valió la pena.
Escribir Si estás leyendo esto le llevó casi tres años. “Eso no fue nada, porque cuando la creí terminada, la corregí tanto que se me fue como otro año. No podía salir de la novela”, dice.
Al final salió, pero lo que siguió fue el miedo: “Me surgieron un montón de dudas. Si antes dudaba sobre si iba a tener las condiciones para terminarla como me gustaba, después dudé sobre si a alguien más le gustaría, o si había escrito un libro que me interesaba a mí solo”. Y zanja: “Escribo los libros que a mí me gustaría leer y si después tienen otros lectores, buenísimo. Y si no, mala suerte”.
Ferrari se considera “hincha” de Borges. Sin embargo, tuvo su momento antiborgeano: “Creo que es algo que le pasa a todo el mundo. Antes de empezar a leerlo yo era muy joven y lo consideraba representante de todo lo feo: gorila, demasiado formal, aristocrático. Pero una vez que leés El Aleph o Sur o cualquiera de sus libros, no hay prejuicio que aguante. Todo lo que se piensa de él antes de leerlo se desmorona. Un país que tiene a Borges, es un país que tiene una tradición literaria”, agrega.

Ernesto Alterio en Moscas, película basada en una novela de Kike Ferrari.
Mi relación con las adaptaciones cinematográficas de mis libros es distante.
Escritor
Directo a la pantalla grande
Que de lejos parecen moscas, aquella novela que lo catapultó, fue adaptada al cine por el director español Aritz Moreno y con Ernesto Alterio en el papel de Maci, el vidrioso empresario que encuentra un cadáver en el baúl de su BMW. La película, titulada Moscas, se presentó en 2024 en dos festivales europeos (Bruselas y Bilbao), tuvo muy buena repercusión y está a la espera de su estreno comercial.
“Mi relación con este tipo de adaptaciones es distante. Lo bueno es que te mejoran los ingresos. Si bien tengo un buen sueldo por mi trabajo en el subte, siempre se agradece sumar otro. Pero nunca participé en los guiones ni en nada de la filmación”, dice.
La lucha “proletaria” es una de las banderas de Ferrari, la que va más allá de la etiqueta de escritor. Con sus compañeros, pelea para que mejoren las condiciones laborales en la línea B, que es la que más pasajeros transporta y la que en peor condición se encuentra. Asientos rotos, coches viejos, falta de aire, luces que no funcionan.
“Y el asbesto”, aclara para que no se olvide el problema de contaminación que se genera en los trabajadores, algunos de los cuales, dice, han fallecido por respirar esta sustancia.
“Desde el sindicato la peleamos mucho, y la seguimos peleando, para que los trabajadores del subte podamos tener un laburo más o menos estable, como tendrían que tener todos los argentinos”, suelta. Y agrega: “Me refiero a un trabajo que nos permita vivir y que nos dé tiempo para pasar con nuestras familias o para desarrollar las cosas que nos gustan hacer”.
Por estas horas, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires prepara un reconocimiento a su carrera literaria. Y está a punto de estrenarse en el Festival de Cine de Toulouse el documental El piletero, el metrodelegado y el cadáver, una historia en la que participa con el también escritor Félix Bruzzone.
Hay una frase al comienzo de Si estás leyendo esto que tal vez (tal vez) sirva para definir al libro y a su autor, como si fuese posible que sean uno solo. Es la siguiente: “Ellos no creen en milagros. Creen en el empecinamiento del trabajo, el agua que horada la piedra”.
Por Alejandro Duchini