Lecturas: canciones aptas para despertar el deseo

julio, 2023
En su nuevo libro, Playlist, el musicólogo Esteban Buch se lanza a explorar la relación entre la música y la sexualidad

Ni un ensayo (sea de la filósofa Ane Doufourmantelle o el historiador del jazz Ted Gioia), ni una película (cualquier melodrama, es decir, la unión de música y acción), ni siquiera la imagen de un cuadro (El beso de Klimt, por ejemplo). No: acaso la descripción perfecta del amor, del deseo y el sexo, o al fin, de los sentimientos, puede caber mejor en una canción. Lo sabe el protagonista de una de las mejores sagas sobre los afectos y sus fracasos, Antes del amanecer. Allí, al comienzo de la segunda entrega, cuando presenta su libro (de amor) dice que su sueño es escribir un libro sobre “lo que sucede en el espacio de una canción pop”. Desde ver bailar a tus hijos, hasta volver a mirar a tu novia por primera vez o perder la virginidad.

Astor Piazzolla lo sabía. Y llamó a una de sus más grandes obras “Tres minutos con la realidad”, porque en el espacio de una canción puede entrar la vida. Greil Marcus, uno de los mejores críticos culturales de las últimas décadas, que escribió un libro dedicado a una sola canción (Like a Rolling Stone: Bob Dylan en la encrucijada), también. Y por supuesto, Esteban Buch (Buenos Aires, 1963) lo sabe. Su nuevo libro es de hecho una mezcla (como una buena canción) de algo que tiene que ver con la melodía, el cine y la literatura ensayística. Todo junto, porque de hecho Playlist. Música y sexualidad , su nuevo libro, utiliza muy bien el significado de temas en su doble acepción de canciones y temáticas.

Ensayista y musicólogo, Buch es docente universitario en París. Ganó prestigiosas becas como la Guggenheim y es autor de libros imprescindibles de música como O juremos con gloria morir. Una historia del Himno Nacional Argentino o The Bomarzo affair. Ópera, perversión y dictadura, entre otros. Pero este ensayo es diferente. Diferente a sus obras previas y seguramente a casi cualquier otro libro de música. Es un libro sobre una temática fascinante: la música y el deseo (sexual y de todo tipo). Un libro que seguramente muchos melómanos o aficionados deseaban hace tiempo.

Buch sabe, como buen crítico y observador cultural, que la crítica debe tener un pie en el tiempo presente. Y por eso, para estudiar la sexualidad en la música o la música en el sexo recorre desde un hit urbano actual (bien de playlist de streaming) a Pink Floyd, una ópera, los tango cultos de la República de Weimar o un éxito de Serge Gainsbourg. Como en un documental del filósofo Slavoj Žižek (por ejemplo, La guía perversa de la ideología), no por la intensidad del conductor sino por los recursos del autor, Buch logra ser divulgador, cronista, periodista, historiador y académico.

Su mirada está puesta en la música del deseo: el vals, los lentos, un strip-tease, la marcha nupcial, géneros que nos recuerdan el papel del sonido en el corazón de los placeres íntimos. Así, es un libro que se parece a su esencia: además de tener forma de una “playlist” dividida en capítulos que pueden leerse de corrido o salteado (como ese swing que Cortazar propuso famosamente para Rayuela), el libro contiene útiles llamadas textuales a otros capítulos para rebobinar, adelantar o hacer skip. Como diría hoy un adolescente fan de Cardi B (otra referencia del libro): “ah, re-random”.

Buch logra ser un etnólogo de los sentimientos y del sexo en la música. La lectura tiene algo de walkman, de streaming portátil: como una película de cinema-verité, el paseo es real (ese placer de caminar oyendo una buena playlist en los oídos). Y sus entrevistas y testimonios –inspiradas en la película de Pier Paolo Pasolini Comizi d’amore, en la que el director entrevista a italianos sobre el amor– a ciudadanos europeos de diferentes orientaciones sexuales sobre cómo elaboran sus playlist amatorias son ejemplares en este sentido.

La música para el sexo y el sexo en la música son cosas distintas. Y como todo buen ensayo, nos hace ver (oír) cosas que siempre estuvieron, pero que nunca pudimos comprender del todo: ¿por qué nos siguen fascinando y qué tienen en común “Cuando calienta el sol”, “Je t’aime… moi non plus” o “Garota de Ipanema”? Porque todas tienen que ver con el spleen del deseo. Lo del spleen de Walter Benjamin no es casual, porque el autor se retrotrae hasta teóricos como Adorno y Horkheimer para enmarcar una breve historia del desprecio al jazz o a cualquier música sensual y erótica.

También es un libro que abre oídos y lecturas a otros ensayos y escritores contemporáneos. Es el caso de las referencias a la musicóloga feminista Susan McClary, de la que Buch toma su concepto clave: la música clásica occidental es producto de una cultura patriarcal. Asimismo, con el neologismo “emodity” (contracción de emotion + commodity de Eva Illouz) el autor de Playlist ilustra la coproducción entre emociones y mercancías. Buch entiende perfectamente que en la crítica cultural pueden convivir la filosofía alemana y nuevos divulgadores. Que se puede hacer teoría crítica sin depreciar a Marvin Gaye, Alicia Keys o Madonna.

Buch no se recuesta en un panegírico de lo actual, en la agotadora defensa de toda tecnología nueva. Afilado y riguroso, describe con humor a las playlist armadas con fines de recreación sexual: “un afrodisiaco sumado a un ansiolitico”. Libro sobre los sonidos dentro y fuera de las relaciones sexuales, sobre cómo el cine y las bandas de sonido utilizaron la melodía como metonimia del goce, Playlist también es un libro sobre la danza. Y, después de todo, ¿quién no disfruta de todos estos temas, como una buena playlist de sonidos resignificados en el nuevo flujo que propone el autor/curador de la lista? Al fin y al cabo, la historia de la música ha sido siempre una historia de la “seducción”.

Fuente: La Nación
Por Nicolás Pichersky

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