Libertad Demitrópulos nació en tierras del Ingenio Ledesma el 21 de agosto de 1922, su padre era un griego que vio frustrado su sueño de ser escritor por no dominar el idioma español, pero que llenó de libros la infancia de esa niña que pudo cumplir lo que a él se le negó. Paradojalmente, en la escuela le confiscaban los libros que llevaba con los útiles escolares. En las clases de literatura había temas vedados: la exaltación de los sentidos, la celebración del amor carnal, el desafío a la autoridad. Todo lo que constituiría la materia prima de la decena de libros que escribiría a lo largo de su vida.
Tenía una abuela criolla quien, además de criar a sus doce hijos y de manejar la empresa de la familia, influyó en la vida de Libertad más que sus padres. Ella le contaba cuentos fascinantes, la mayoría de ellos nacidos de su propia imaginación y que terminaría forjando el afán de narrar de la niña. La abuela murió en un accidente, cuando cruzaron un puente sobre un arroyo pedregoso, viajando en sulky por los caminos de Ledesma.
A los doce años empezó a publicar en el diario local, que se llamaba “La Nueva Palabra”. Ya escribía poemas. En 1950, merced al apoyo del poeta español Juan Ramón Jiménez, publicó en un diario de Buenos Aires el poema “Oda de agosto al río San Francisco”.
Ledesma era un damero de nueve manzanas en total. Muy difícil que una vocación literaria pudiera sobrevivir en ese entorno. Libertad Demitrópulos decidió dejar su tarea de maestra de escuela y tomarse un tren en busca de aires más respirables. Su padre la apoyó en la decisión, porque quería verla convertida en una escritora. Así llegó a Buenos Aires. Entró en la Universidad y siguió cultivando su tarea solitaria de escritora. A los 29 años se casó con el poeta Joaquín Gianuzzi, abandonó la poesía y se entregó a la narrativa. Contar le gustaba más que rimar. Su primera novela, “Los comensales”, tiene un fuerte tinte social y crítica para el ingenio azucarero que en sus tierras mandaba más que Dios.
Se acaban de reeditar dos novelas de Libertad Demitrópulos: “Río de las Congojas” y “Un piano en Bahía Desolación”. La primera está ambientada en la época de la Conquista, el segundo transcurre en la Patagonia más desolada, en donde un lobero y lavador de oro descubre a una mujer alta, rubia, y joven tocando el piano en un bar lleno de bebedores y jugadores de monte. En ambos libros tienen a una mujer como protagonista central. Su literatura está hecha con marginales, a quienes considera los verdaderos hacedores de la historia, los protagonistas cuyas nombres jamás serán recogidos por la historiografía oficial. Decía Libertad Demitrópulos: “Durante la conquista y colonización al lado del conquistador iba el pueblo formado por indios y mestizos. Los españoles eran pocos. Durante las guerras de la independencia los criollos y los gauchos era los que ofrendaban la vida en las batallas. Solo conozco tres menciones que la historia oficial hace de ese pueblo marginal: el negro Falucho, el tambor de Tacuarí y el sargento Cabral”.
En el prólogo de “Río de las congojas”, Ricardo Piglia dice que esta novela de Libertad Demitrópulos es una de las obras maestras que reconstruyen imaginariamente la conquista española del Río de la Plata. La heroína de la novela es una mestiza, María Muratore, amante de Juan de Garay, que viaja con éste para refundar Buenos Aires. En esa expedición vive numerosas aventuras contadas con una prosa vehemente y animada por la picaresca. Resume Piglia: “Participa en fugas, raptos, enfrentamientos, es vendida y comprada, huye y se pierde en el río pero reaparece vestida de soldado y muere con el nombre de Fernán Gómez”. El narrador del libro, Blas de Acuña, no acepta abandonar la tumba de su “muertecita”, para no dejarla sola, y se queda hasta que la muerte viene a buscarlo a él, cuando ya es muy viejo.
Tuvo una fervorosa militancia peronista de la que dio cuenta en “Eva Perón”, una biografía novelada que publicó en 1984, donde logra un sutil entramado de documentos de la época y un cautivante aliento narrativo.»
Fuente: Diario Hoy