Fuente: Perfil
Autor: Enrique Garabetyan
Hay un mito que circula asiduamente entre muchos adultos argentinos que sostiene que los únicos temas que les interesa a la mayoría de los adolescentes son tres: la tecnología, el deporte y la música.
Sin embargo, una reciente investigación realizada por Roxana Morduchowicz, experta en cultura juvenil, demostró que la realidad es muy diferente: las cuestiones sociales ocupan un lugar importante entre los temas que preocupan a los adolescentes y las comparten en su actividad en internet. Por ejemplo, el 85% asegura que el uso de las redes sociales puede ayudar a solucionar problemas de su escuela o en la sociedad.
Según la experta, estar en la red de redes constituye hoy la actividad más importante de la vida de los adolescentes argentinos. Y en muchos aspectos. Por ejemplo, para informarse. “Para la enorme mayoría de los jóvenes las redes sociales son la principal fuente de información: siete de cada diez adolescentes las utilizan fundamentalmente para informarse. Reciben las noticias en sus “feeds” y las descubren cuando entran a sus perfiles para comunicarse con sus amigos. Sin embargo, informarse es una actividad secundaria. Lo hacen de manera incidental cuando usan sus redes para comunicarse”, explicó Morduchowicz.
Entre las conclusiones más llamativas de la investigadora figuran algunas que rompen mitos. Por ejemplo, el hecho de que a los adolescentes sí les interesa participar y lo hacen en su vida cotidiana (prepandemia). “Descubrimos que para ellos el principal espacio de participación es el centro de estudiantes. Pero también lo hacen en sus barrios. Además, casi la mitad de los chicos de 17 años votó en elecciones nacionales, pese a que para ellos no es obligatorio”.
Cuando se les preguntó específicamente sobre temas de discriminación, el 60% de los encuestados respondió que comparte habitualmente, en redes sociales, sus opiniones. “Por ejemplo, el 50% afirmó haber posteado sobre grooming, sexting o cyberbulling”, dijo a PERFIL Morduchowicz, que acaba de sistematizar todos sus hallazgos en el libro Adolescentes, Participación y ciudadanía digital.
Sin ataduras
Otro de los puntos que destacó esta experta se centra en que hoy los jóvenes perciben a internet como un territorio exento de adultos. “En el siglo XX, cuando querían independizarse tenían tres caminos: casarse, conseguir un trabajo o graduarse en la universidad. Hoy logran su independencia mucho antes de cumplir los 18 años y lo hacen a través de la conectividad. Los adolescentes sienten que la red es un mundo que les pertenece y en el que pueden estar sin adultos. En parte porque pueden decidir a quién aceptan o excluyen de su perfil algo que les otorga una especie de autonomía”. Por eso muchos explican que internet es un espacio que sienten ‘propio’”.
Sin embargo, también valoran especialmente a la red como un lugar de participación: “la consideran una herramienta muy útil para resolver problemas tanto de su colegio como de la comunidad”, afirmó Morduchowicz.
Pero estos puntos positivos no implican que no haya todavía asignaturas pendientes. “Por ejemplo, para la mayoría de los adolescentes, un contenido que circula en internet es confiable si proviene de un amigo o conocido. Quién envió la información es más importante que quién la produjo. El amigo es variable de confiabilidad por encima del autor o la fuente que originó el contenido. Por eso muchos adolescentes –aun sin intención- terminan compartiendo fake news o datos de dudosa confiabilidad”, agregó.
Además, si bien todos los adolescentes argentinos tienen un perfil en alguna red social, la mitad de ellos prefiere no opinar sobre temas que les preocupan o afectan, porque –según dicen– recibieron alguna burla, acoso o intimidación cuando lo hicieron. “Este es un problema grande porque opinar es la primera forma de participación. Y para la mitad de los adolescentes, esto no es visto como posible. Tenemos que pensar cómo hacer de Internet un espacio plural y diverso para la libre expresión de las ideas”, concluyó la investigadora.
Los cambios que trajo la pandemia
Durante la cuarentena se registraron dos grandes cambios en el uso que hacen los adolescentes de internet. El primero fue el tiempo que destinaron a las tecnologías. Básicamente, aumentó la cantidad de horas que los chicos están conectados cada día. El segundo cambio residió en las formas de uso de la web. Por ejemplo, aparecieron nuevas plataformas –especialmente en educación– y también nuevos usos para las anteriores. Un caso paradigmático es Netflix. “Antes de la cuarentena los chicos veían series que comentaban en la escuela al día siguiente. Pero con el ASPO los adolescentes utilizaron nuevas funciones, como la de “party” que les permitía ver la misma serie o película en grupo y comentarla en tiempo real. Algo parecido con la Play. Antes solo se usaba para jugar en red, pero con la cuarentena también se empezó a usar como medio de comunicación con amigos para compartir esa cotidianidad que no podía tenerse cara a cara”.
Otras maneras de ser y estar distintas a la familia de origen
Liliana González y Natalia Brusa*
Los padres, los docentes y los adultos cercanos son los primeros referentes de los niños. A medida que van creciendo y su mundo se les expande, empiezan a incorporar otras figuras con las que se identifican, admiran o rechazan. Gracias a la tecnología y su poder inmenso de mostrar otros mundos y otras realidades, ese marco de referencia adulto se ha expandido y se multiplicaron las posibilidades de conocer otras maneras de ser y estar diferentes a la propia familia de origen.
Por ello, los adolescentes –que en la construcción de su propia individualidad siempre intentaron diferenciarse de sus padres–, encuentran hoy líneas de pensamiento, movimientos sociales, y grupos de pertenencia en los que se sienten entendidos y contenidos en sus búsquedas personales. Y esas búsquedas muchas veces entran en contradicción con los modelos que les ofrecemos los padres. Vemos adolescentes que cambian su modo de alimentación, que se suman a causas ecologistas, a movimientos por la diversidad sexual y la inclusión aunque no necesariamente sean causas ideológicamente compartidas por sus padres. Los niños y los adolescentes nos miran. Están atentos y nos señalan nuestras contradicciones.
Sin embargo, esa mirada no siempre es de juicio o de reproche. Los hijos quieren vernos bien, entusiasmados, con proyectos, con amigos y muchas veces nos impulsan a cumplir con algún sueño pendiente, a retomar alguna actividad que nos hacía sentir bien. Pensamos que los adultos nunca dejamos de ser referentes en los que los chicos se miran. Quizás en algunas ocasiones nos miren para no cometer los mismos errores.
* Autoras de Tiempo de Conversar (Penguin Random House).