P.: Luego de la liberación sexual de los años 60, la desaparición de tabúes y prohibiciones ¿qué temores hacen a la pérdida del deseo?
L.Z.: Hoy se presentan infinitas “prefiguraciones” del deseo sexual, que no proviene de nuestro interior, de lo íntimo de nuestra persona, de eso que denominamos eros, erotismo, sino que vienen fabricadas por el mercado o por la presión de determinados grupos. Se habla de libertad, pero habría que comenzar por diferenciar, como lo hizo Isaiah Berlin, entre la “libertad positiva”, que abre el mundo, y la “libertad negativa”, que tiene que ver con el consumo y finalmente esclaviza. Cuando hoy en lo sexual se habla de libertad total solo son palabras, en realidad a menudo eso se vive como un cautiverio dentro del propio cuerpo y de sus funciones, algo que puede llegar a disolver las bases de la vida erótica.
P.: ¿Es en ese sentido señala los problemas que provoca la difusión digital de pornografía?
L.Z.: El porno digital es una mala educación. Aplaza en los adolescentes las primeras experiencias sexuales, el descubrimiento de los cuerpos, o los estimula llevándolos a tener, por comparación a lo observado, una experiencia de fracaso. Mi esposa, que es psicoanalista de niños y adolescentes, tuvo el caso de un chico de menos de diez años adicto a la pornografía. Los padres le habían regalado un celular y chicos más grandes le habían enseñado a como ver porno. Estaba mentalmente mal, tenía una total confusión, había arruinado su sexualidad adulta, dado que la pornografía es el sustituto de la sexualidad, ahora necesitaría años de terapia. En los jóvenes la pornografía tiende a producir una reducción de la fantasía y de la creación de las imágenes interiores que son las que alimentan el deseo. Antes la pornografía imitaba a la actividad sexual, desde la llegada de las redes, la actividad sexual tiende a imitar a la pornografía.
P.: ¿Por qué sumó informaciones del arte a la sociología, la psiquiatría, la economía y el Derecho?
L.Z: Para comprender la sexualidad humana en el siglo XXI tuve que abrir muchas líneas de argumentación y pude cerrar pocas. Partí pensando en enfrentar temas psicológicos y hasta culturales, y me encontré con temas sociales, globales, con alteraciones biológicas antes inexistentes que pueden estar influyendo en la sexualidad y la infertilidad, observé que se hace menos el amor, con menos convicción, menos pasión, más indiferencia y aburrimiento.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
L.Z.: He terminado un libro que me llevó nueve años sobre “Los relatos de Italia”. Lo comencé cuando descubrí las diversas maneras en que se describe a Italia en el mundo. Es el país que tiene mayor cantidad de narraciones y del que menos se ha dicho o solo detalles o una somera generalidad. Italia ha tenido distintos relatos que busque recuperar. Está el relato de Italia de la monarquía. El del fascismo. El de la Iglesia Católica. Y hay, acaso por eso mismo, muchos relatos que se apartaron.
Fuente: Ámbito
Por Máximo Soto