Marcos Novaro: “Milei va a ir a buscar candidatos peronistas para sus listas”

julio, 2024
El Presidente es un populista que no pide credenciales a nadie, dice el sociólogo; en la construcción de una derecha popular, sintoniza más con el peronismo territorial que con actores de centro

La Argentina todavía está estrenando un gobierno conducido por un presidente sin partido político que se ufana de ser un outsider y que, a seis meses de asumir, ya enfrenta desafíos en su frente interno y es cuestionado por parte de los aliados que lo ayudaron a llegar al poder. El pronóstico sigue siendo reservado. La economía da señales de mejoría, con la baja de la inflación como indicador destacado, pero la política genera ruido e incertidumbre.

Hay quienes afirman que hoy existen dos grandes coaliciones políticas y vaticinan el fin de los partidos. Sin embargo, hacia adentro, esas alianzas están más que resquebrajadas. La fragmentación domina la escena y los acuerdos son ocasionales. “Apareció un nuevo actor devorador de partidos, un nuevo movimiento que quiere tragarse a los socios potenciales”, dice el sociólogo y filósofo Marcos Novaro. “No quiere aceptar que los partidos van a existir en el futuro y que tendrá que compartir poder e incluso crecer junto a ellos”.

En su nuevo libro, Por qué es tan difícil gobernar Argentina. Y cómo nuestros presidentes y coaliciones podrían hacerlo mejor, Novaro se ocupa de esta encrucijada en la que se encuentra el país y recorre la historia reciente. Allí expone su mirada sobre el funcionamiento de las coaliciones, en el gobierno y en el llano, y analiza cómo pueden redundar en gestiones eficaces. La investigación que dio origen al libro fue premiada por la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.

A pesar de la impronta poco conciliadora del actual Poder Ejecutivo, Novaro señala que los argentinos están lejos de rechazar la concertación y el acuerdo. “La cultura política argentina se ha vuelto bastante menos identitaria y más conciliadora en la negociación de lo que era en el pasado”, destaca.

«Milei cree que el centro político tiene que desaparecer. Entre el Gobierno y Cristina no va a quedar nada, ese es un poco el plan»

La Argentina tiene una larga experiencia en coaliciones, ¿hubo alguna exitosa?

–No, y por eso la frustración de los votantes con las dos coaliciones que se le ofrecieron en la última elección. Eran fórmulas en las que no estaba claro quién era el jefe, quién definía el rumbo o cuáles eran los puntos de consenso. Eran coaliciones mal avenidas. Eso explica en gran medida el deseo de un liderazgo unipersonal. ¡Basta de consenso, basta de moderación, de negociación! Todo eso está asociado a la ineficiencia, a la mala gestión.

Hay coaliciones que sirven para ganar una elección pero no funcionan en el gobierno. ¿Qué es lo que falla?

–En la época del peronismo y el radicalismo, las fuerzas políticas eran identidades fuertes que no negociaban nada. Eso fue hace 40 o 50 años. Hoy los partidos son mucho más moderados y están condicionados. Desde una perspectiva institucional, para que funcionen las coaliciones se necesita que el Congreso fomente la cooperación y la formación de bloques grandes. Pero el Congreso argentino hace lo contrario, fomenta la fragmentación. Cualquiera arma un kiosquito, un minibloque, un emprendimiento muy redituable. Quizá contribuye a la negociación, pero lo hace caso por caso, en un toma y daca.

¿La culpa es solo del Legislativo?

–El Ejecutivo tampoco fomenta la alianza entre partidos. Tenés un presidente que siempre desequilibra, y además un gabinete muy poco institucionalizado, que depende mucho del jefe de Estado. No vamos a pedir el caso extremo de los acuerdos de gabinete en sistemas parlamentarios, pero eso se parece a lo que habría que conseguir. Los Ejecutivos tratan de que se institucionalice el gabinete. El caso típico es Chile, donde hay mecanismos que regulan el poder del presidente. Donde el presidente mismo, teniendo poderes mucho más amplios, los ejerce menos. En la Argentina pasa lo contrario. Los presidentes tienen relaciones radiales con sus ministros, que son sus empleados, sus delegados en políticas sectoriales. Y usan a la Jefatura de Gabinete como una especie de comisario de los ministros, todo lo contrario de lo que debería hacerse.

«El juez Ariel Lijo en la Corte Suprema de Justicia le viene bien a Milei en muchos sentidos. Es un magistrado que va a depender del presidente que lo nominó»

Esto sucedió con todas las fuerzas políticas, en todos los gobiernos…

–Sucedió con Alberto Fernández. Y Macri hizo lo mismo, aunque por lo menos hacía reuniones de gabinete. Cristina no las hizo nunca; Néstor, ni hablemos: el gabinete no existía.

¿Y Milei?

–Milei es un poco de las dos cosas. Tiene un gabinete donde la relación es personal. El Presidente le entrega su confianza. No hay acuerdo del partido, porque ni siquiera hay un partido. Entonces ahí el poder está muy personalizado. Hay reuniones de gabinete que se tratan de mantener. Vamos a ver cómo resulta la gestión de Guillermo Francos. Puede tener un papel clave a la hora de institucionalizar el poder.

¿Por qué con un ejercicio del poder tan concentrado, la gente lo apoya igual?

–Milei gana las elecciones gracias a eso. En la campaña, Patricia Bullrich le decía: “Vos no tenés gobernadores, tampoco diputados”. Y Milei le respondía: “Sí, exactamente”. Decía: “La gente tiene que confiar solo en mí, porque no tengo entorno o runfla que me obstruya el paso”. Eso fue determinante en su triunfo. Ganó solo y Patricia terminó subscribiendo. Hoy no tiene mayoría y no quiere formar una coalición. Su prioridad es crear su propio partido, y por lo tanto, las alianzas son puntuales. “Te necesitamos para estos proyectos, después vemos”. Esa es la tensión con Macri, que tenía la expectativa de un gobierno basado en una alianza de partidos. No pasó.

¿Por qué Milei no buscó esos acuerdos para llenar el organigrama y prefirió dejar muchos cargos en manos del massismo?

–Para Milei eso también es una ventaja. Pueden decir, “yo no me hago cargo de ninguna de estas áreas, son rémora del pasado”. ¿Por qué tiene que haber secretaría de Educación, de Obras Públicas? Prefiere ocuparse de las tres o cuatro oficinas que cree que sí o sí tienen que funcionar en el área de la economía. Seguridad, Justicia, Defensa, Relaciones exteriores, no le interesan. Armó un gobierno minimalista. Si hay problemas en las otras áreas, puede decir “a mí no me eligieron para resolver eso”. Cuando hay problemas con las escuelas, dice que es un problema de los gobernadores. Es una solución peligrosa porque en algún momento te puede estallar. Le pasó con las universidades. No fue Yacobitti, a la protesta la movilizó Milei.

¿Cómo hace para evitar los efectos negativos de sostener el pliego del juez Ariel Lijo para la Corte Suprema con el presunto apoyo del kirchnerismo?

–Lo de la Corte es lo más discordante. Me parece que tiene que ver con la pretensión de reconocerle al peronismo un lugar que no le reconoce a las otras fuerzas. Milei no tendría un problema con más ministros de la Corte peronistas, sobre todo si pueden ser conciliadores con sus necesidades. Lo que no imagina seguramente es un ministro de la Corte radical o ligado a Lilita Carrió. Esos son los partidos que no pertenecen al universo de Milei. Por eso Milei va a ir a buscar candidatos peronistas para sus listas. No va a ir a buscar candidatos ni del PRO ni radicales, ni del resto de Juntos por el Cambio. Todo eso es una especie de centro político en descomposición que él cree que tiene que desaparecer. Lijo le viene bien en muchos sentidos. Es un tipo que va a depender del presidente que lo nominó.

«El kirchnerismo se rasga las vestiduras por la polarización mileísta. Es lo que hizo toda su vida. Ahora apuesta a que le vaya mal y se vaya»

Pensaba en las coaliciones no peronistas y cómo se fracturan rápido en el poder. ¿Por qué sucede?

– Es así, y por eso el kirchnerismo tiene chance de sobrevivir. Es frentista por naturaleza. Sabe absorber expresiones que le permiten captar votos. Sus aliados progresistas le permitían tener ese rostro que lo diferenciaba del peronismo histórico, también del peronismo de Menem. La presencia de Milei le da más aire a esa identidad. Más allá de las disputas que hay en la conducción kirchnerista, ese bloque tiene cierta cohesión en su oposición a Milei. En las encuestas tenés que 50% son para Milei, treintipico para el peronismo y 15% para el resto. Si ese último porcentaje es lo que queda para repartir entre Pro, radicales, Pichetto y Carrió, es una catástrofe. Por eso creo que la coalición kirchnerista va a sobrevivir. La propia polarización que les plantea Milei los favorece. Pero va a haber muchos peronistas moderados que estuvieron 20 años esperando que el kirchnerismo terminara y ahora se preguntan: “¿Qué hacemos, nos vamos con Milei y hacemos como Scioli, o nos bancamos más años de sufrimiento con los Kirchner? Además, hay muchos peronistas que sintonizan más con Milei que con Juntos por el Cambio. Milei es un populista, un tipo que no le pide credenciales a nadie. No tiene ningún problema, digamos, de conciliar con negocios bastante turbios. Un tipo que a muchos peronistas territoriales les viene bien.

¿También tiene sus piqueteros amigos?

–Al Partido Obrero lo castigaron, pero a todo el arco de organizaciones peronistas lo van a tratar de cooptar. Belliboni la va a pasar mal, pero los otros no. A Grabois, en todo caso, le van a querer robar las organizaciones. Este es el mundo que piensa Milei. Un mundo con una derecha de base popular. Tiene chance de funcionar porque Milei ofrece lugares expectantes en las listas y no pide nada a cambio.

¿Y qué lugar tendría el Pro?

–Francos dice: “Necesitamos al Pro para que nos vote los proyectos”, pero entre los suyos dice: “Los necesitamos hasta el año que viene”. Entre el Gobierno y Cristina no va a quedar nada. Ese es un poco el plan. No creo que tenga éxito, me parece que la Argentina es un país donde siempre ha habido un centro político importante. Pero el proyecto oficial es que se mantenga la polarización.

Lo paradójico es que sea este Gobierno, que no busca una coalición, el que convoca al Acuerdo de Mayo.

–Los acuerdos que propone Milei son muy de base. Negociaciones puntuales con tales gobernadores peronistas. A cambio les dan un poco más de plata, transferencias discrecionales, obra pública o lo que sea, y listo. Eso es más o menos lo que han hecho todos los gobiernos, y es legítimo. Pero tiene el problema de que en algún momento se te acaba la plata. Milei representa la reforma de la economía, del Estado, la nueva Argentina, y está en condiciones de obligar a buena parte de los gobernadores a firmar esa agenda. ¿En qué se traduce eso? En el mejor de los casos será un espacio donde el presidente y los gobernadores discuten alguno de esos temas para convertirlos en acuerdos tal vez legislativos, tal vez de política, tal vez de recursos. Necesitamos un nuevo pacto fiscal, tal vez la mayoría de ellos esté más inclinado a firmarlo porque han entrado al Pacto de Mayo. Para los gobernadores es rentable, nadie les reclama nada a cambio. Gana Milei y ganan los gobernadores. Ahora ¿en qué se traduce? Vamos a ver. En una coalición seguro que no.

¿Hay chances de que Milei mejore la calidad de gestión del Gobierno?

–Tengo muy serias dudas, porque el gran déficit que tiene Milei es precisamente la gestión. Tiene el apoyo de la sociedad, lo está manteniendo y eso es un gran mérito. Llegó en un momento en que la gente está muy desesperada, no ve alternativa, está harta de todo lo demás y está muy acostumbrada a empobrecerse. Entonces, si nos empobrecemos un rato más pero con una posibilidad de salida, la gente banca. Consiguió apoyo parlamentario, limitado, pero bueno, eso es una conquista. Pero hay una tercera pata, que es la pata de la gestión. Está por verse si logra armar un equipo de gobierno. Necesita gente capacitada que está básicamente en otros partidos.

Trajo a algunos, sin darles nada a cambio. Y después echó a varios.

–Está cooptándolos. Algunos peronistas, algunos de Pro. Después, la selección dentro de ese equipo no es la mejor. Están echando gente por caprichos. Lo de Julio Garro fue el último episodio, pero empezó con Osvaldo Giordano. Esa fue la primera señal de lo mal que estaban pensando el problema del equipo. Tenían un tipo muy valioso para la reforma previsional, que es uno de los grandes temas a resolver, y lo echaron por una tontería, por cómo votó la esposa. Y se quedaron sin agenda previsional. Obviamente, entonces la agenda la tomaron los opositores con el proyecto de actualización, que les pone un problema fiscal serio. Pero el problema se lo generaron ellos. Este gobierno es por ahora una gran declamación que funciona muy bien para una sociedad que no tenía esperanza. Pero en el momento de pasar a los hechos, se traba mucho.

¿Qué pasaría si la reactivación económica se hace esperar más de lo previsto?

–Si fracasa el proyecto de estabilización, esto puede desembocar en una situación muy compleja y costosa. Ahora, aún cuando el paquete económico más o menos funcione, creo que la capacidad del Gobierno para polarizar la política argentina de modo permanente, y de construir un polo de derecha dura, es escasa. Un escenario de fracaso despierta más incertidumbres. El período de descomposición del Gobierno puede ser muy complicado. Hemos visto fracasos presidenciales en otros países de la región, pero esos países tienen instituciones económicas. Vuelan por el aire presidentes en Perú, Brasil, Paraguay, pero en esos países hay Banco Central y estabilidad monetaria. Acá no tenemos nada de eso. Por ahora las posibilidades de que eso suceda son muy remotas, pero que haya actores apostando a esto me parece muy preocupante. Eso no es defender la democracia. Es la polarización en su peor versión. Es lo que hizo el kirchnerismo toda la vida y ahora se rasga las vestiduras por la polarización mileísta. La solución que ellos proponen es que Milei fracase y se vaya. Si hay un peligro para la democracia, está ahí.

ENTRE LA ACADEMIA Y LOS MEDIOS

PERFIL: Marcos Novaro

■ Marcos Novaro nació en Buenos Aires en 1965. Es investigador principal del Conicet y dirige el Centro de Investigaciones Políticas (Cipol).

■ Se desempeña como profesor titular de la cátedra de Teoría política contemporánea en la carrera de Ciencias Políticas de la UBA.

■ Ha sido becario Fulbright en la George Washington University y Columbia University (2006) y becario Guggenheim entre 2008 y 2009.

■ Trabaja como consultor y como columnista y articulista político en distintos medios. Obtuvo el premio Konex por esa labor en 2017.

■ Publicó más de una docena de libros y numerosos artículos en revistas académicas nacionales y extranjeras. Entre sus libros se cuentan Representación y liderazgo en las democracias contemporáneas (2000); Historia de la Argentina contemporánea. De Perón a Kirchner (2006); Argentina en el fin de siglo. Democracia, mercado y nación, 1983-2001 (2009); Dinero y poder. Las difíciles relaciones entre empresarios y políticos en la Argentina (2019) e Historia de la Argentina 1955-2020 (2021).

■ Acaba de publicar Por qué es tan difícil gobernar Argentina. Y cómo nuestros presidentes y coaliciones podrían hacerlo mejor (Fondo de Cultura Económica)

Fuente: La Nación
Por Adriana Balaguer

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