Música y sexualidad: la banda sonora del placer

junio, 2023
El papel de la música en los encuentros sexuales en Playlist, el libro Esteban Buch, ensayista y musicólogo argentino radicado en Francia

El punchi-punchi como afrodisíaco: una observación de tipo antropológico permite constatar que en la gran mayoría de las piezas pornográficas que circulan por internet suena música electrónica de fondo. ¿Será acaso para que el compás machacante y las sacudidas convulsivas acompañen, o estimulen, el bombeo rítmico de los amantes?

Si hay gente que no puede hacerlo sin una banda sonora acorde, sean el último DJ set de Tiësto o el bolero tórrido de Luis Miguel, el libro Playlist, que recién se publicó acá, explora el vínculo entre música y sexualidad, ampliando al oído una actividad humana que está muy explotada por otros sentidos: tacto, gusto, vista, olfato.

“Durante los encuentros sexuales, el papel de la música puede ir desde un simple elemento de decoración hasta un principio de organización temporal de los movimientos de los cuerpos, pasando por una atmósfera o una cuasi cosa”, escribe Esteban Buch, ensayista y musicólogo argentino radicado en Francia, en Playlist, un libro de gran erudición concebido con la lógica organizada, y al mismo tiempo aleatoria, de una lista de canciones en la que los capítulos pueden leerse en orden o saltearse: “Puede incluso ser un sex toy inmaterial, gracias a la presencia virtual del artista, invitado así a unirse a los amantes en una especie de triángulo amoroso”.

Acá suenan Mozart y Wagner, Madonna y Cardi B, y la musicofilia atraviesa la obra para responder qué papel tienen las canciones en la vida sexual de las personas o cuáles son las representaciones del sexo en las partituras clásicas o los hits populares: un flujo de variaciones sobre un monotema.

«Durante los encuentros sexuales, el papel de la música puede ir desde un simple elemento de decoración hasta un principio de organización temporal de los movimientos de los cuerpos»

El espectro de la sexualidad humana es vastísimo y por eso no todo es deseo, goce o placer. Para Buch, los sonidos también expresan la soledad, la mercantilización de los cuerpos, la violencia misógina, la muerte pequeña y grande o la censura moral, política y hasta religiosa (en 1969, el Vaticano condenó el tema “Je t’aime moi non plus” de Serge Gainsbourg como “una obscenidad en treinta y tres revoluciones” y así el papa Paulo VI se convirtió en su promotor menos pensado).

El libro reproduce el modo de agrupar la música que recibió el nombre de popurrí o mixtape, según las épocas, un compilado de grandes éxitos sin orden ni concierto donde se explora el beneficio pavloviano de que cada uno haga su propia sex playlist antes que consumirla ya hecha o se repasan las películas de Hollywood que instalaron la idea de que la música forma parte del amor porque son disciplinas unidas desde siempre: “El lento, la serenata, el striptease, la marcha nupcial son todos géneros cuya propia existencia nos recuerda el papel del sonido en el corazón de los placeres íntimos”.

La analogía es evidente: si las características elementales de la música son el ritmo, la armonía, la resonancia, la sincronía y la disonancia, lo mismo puede decirse de un acto amatorio bien ejecutado. Es que música y sexualidad van de la mano, como advirtió el actor y compositor Jackie Gleason en 1952: ese año publicó Music for Lovers Only, el primer disco pensado como banda sonora para tener sexo, una explotación práctica de la tecnología flamante del long play (dos lados de veinte minutos) y un desafío de larga duración para el amante precoz, que aguante hasta que acabe la música.

ABC

A. En 1936, el filósofo alemán Theodor W. Adorno fue un pionero de los estudios culturales al publicar un ensayo sobre el carácter fetichista de la música.

B. El manuscrito titulado Über Jazz comparaba el ritmo del género con la eyaculación precoz, el coito interrumpido y la función sexual deteriorada.

C. Adorno extendió luego su interpretación de la música a la danza, sobre todo en los géneros de moda entonces como el foxtrot o el tango.

Fuente: La Nación
Por Nicolás Artusi

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