Pensamiento vivo de Max Weber

julio, 2024
Un nuevo ensayo aborda la vida y las teorías del pensador alemán.
El libro del investigador argentino Esteban Vernik vincula la obra weberiana con los hitos personales y el contexto histórico que le dieron forma. Nación, capitalismo, alienación y ciencia son algunos de los puntos examinados.

El verdadero filósofo es aquel que busca la verdad, aunque ésta vaya en contra de lo establecido.

Platón – La República

Max Weber es, sin lugar a dudas, una de las grandes figuras intelectuales de los siglos XIX y XX. Su pensamiento sigue teniendo en la actualidad una gran influencia tanto en el ámbito de la teoría política como de la sociología.

El catedrático e investigador argentino Esteban Vernik (1962) presenta esta investigación Max Weber. Nación y alienación (Fondo de Cultura Económica, 308 páginas) dedicada no sólo desarrollar la teoría del filósofo alemán sino también a relacionarla con su vida y los momentos personales que, sumados al contexto histórico, fueron conformando las diferentes etapas de su valioso pensamiento. Es decir, el filósofo frente la realidad.

El autor -Doctor en Ciencia Social por El Colegio de México; profesor titular de sociología sistemática en la Universidad de Buenos Aires; y de Ciencia en la Universidad y Sociedad por la Universidad de Nacional de la Patagonia Austral. Además, es investigador en el Conicet y del Instituto Germani- explica que “este libro se propone un recorrido tendencialmente cronológico sobre el surgimiento y desarrollo del pensamiento weberiano a partir de dos claves: Nación y alienación, a partir de los cuales se originan uno de sus logros más perdurables: la identificación del surgimiento de un tipo de humanidad moderna que, en vez de trabajar para vivir, vive para trabajar. En cuanto a su postura sobre la nación, siempre antepuso a la cuestión democrática la fortaleza del poder del estado”.

Max Weber

Max Weber

SOBRE LA ARGENTINA

Uno de los temas a destacar en esta interesante y fundamentada investigación, son las poco conocidas referencias que hace Weber acerca de la Argentina en el marco de la cuestión del trabajo y la alienación. Los debates políticos en Alemania ante el surgimiento de la Argentina como potencia exportadora de granos le hicieron reflexionar en diferentes oportunidades.

En un artículo de 1894, se explaya acerca de la relación laboral en los establecimientos rurales y asegura que en el proceso de producción de trigo en nuestro país existe una modalidad de producción “esclavista”. Al respecto, explica Weber: “En el caso del trigo proveniente de Argentina, su forma de producción no está basada en la mano de obra esclava, dado que no existe la esclavitud en ese país, sino en una fuerza de trabajo seminómade y semisalvaje, que llega durante los períodos de la siembra y la cosecha, y luego se marcha. Es una fuerza de trabajo que -en condiciones de suma precariedad- desarrolla sus tareas y luego parte y deja al propietario del establecimiento rural liberado de toda responsabilidad por su mantenimiento y existencia”. También calificó como barbarie el modo “atrasado e irracional” el sistema argentino para producir trigo.

Un año después, Weber también participaría públicamente del debate originado en el Congreso alemán cuando los nacional-liberales habían solicitado que se pusiera fin al acuerdo comercial con la Argentina debido a que el crecimiento argentino como exportador mundial de trigo iba en detrimento de la capacidad productora alemana. En varias oportunidades, Weber se pronunció en contra del libre comercio y a favor de un proteccionismo moderado.

CRITICA AL CAPITALISMO

En su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1904) Weber desarrolla su preocupación por la pérdida de la espontaneidad, de la creatividad, y la libertad del hombre moderno.

“En este ensayo -explica Vernik- aparece el modo en que el capitalismo moderno combatió la naturaleza de los seres humanos, sobre cómo, desde su origen y por siglos, la evolución capitalista llevó en la modernidad a la conformación de un tipo de humanidad que reprime, al decir de Weber, ‘el goce espontáneo de la existencia y las alegrías que está tiene para ofrecer’”.

Frente al crecimiento del capitalismo y el impacto que ve en la sociedad que transita el filósofo -nacido en la ciudad de Erfurt (capital de Turinga) en 1864- apunta contra las máximas de Benjamin Franklin de inicios del siglo XVIII: “Piensa que el tiempo es dinero (…) Piensa que el crédito es dinero (…) Piensa que el dinero es fértil y reproductivo (…) Piensa que un buen pagador es el dueño de la bolsa de cualquiera”.

En este contexto, se encarga de conectar el espíritu capitalista con la ética protestante, más específicamente con la calvinista puritana y concluye que las influencias en los individuos fueron nefastas. “El individuo tiene que interesarse en incrementar su capital como un fin en si mismo. El trabajo profesional debe realizarse como un fin absoluto. La ganancia de más y más dinero debe combinarse con la pérdida de todo disfrute espontáneo”.

GRAN GUERRA Y CIENCIA

Otro momento de su vida que influyó en su pensamiento fue durante el verano (boreal) de 1914 tras estallar la Gran Guerra. Weber tenía 50 años y se lamenta profundamente por no estar en edad de marchar al frente y dirigir un pelotón. Esta frustración lo lleva a dejar escrito varias reflexiones sobre el morir por la patria.

Al hablar acerca de la grandeza de la muerte en combate sostiene, en diferentes cartas, que “la muerte del héroe por la libertad y el honor de nuestro pueblo es una realización suprema, que afectará a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos. No hay mayor gloria, no hay fin mas digno que morir así”.

Según Vernik, luego de la guerra, Weber transita sus últimos años dejando uno de los períodos intelectuales más productivos y de mayor activismo político.

En este contexto, en medio de la hambruna y la depresión en la cual estaba Alemania tras perder la Gran Guerra, Weber reflexiona sobre la función de la ciencia y, al respecto, plantea dos cuestiones: El deber de esforzarse por conseguir -ante sí y ante los otros- el máximo de claridad y el sentido de la responsabilidad, lo cual implica asumir el conflicto “eterno e irresoluble” entre las orientaciones últimas de valor, que impulsa por tanto a tener que tomar decisiones personales.

EL MUNDO DE LA POLITICA

En el marco de una serie de conferencias que pronuncia en diferentes ciudades alemanas, en este caso en Munich, Weber deja para la posteridad la celebre y vigente distinción entre las dos éticas que rigen la vida política: La “ética de la convicción” o de los principios últimos, fundamentalista e inmanente. Y la “ética de la responsabilidad”, que es teleológica, o sea, que discrimina entre medios y fines.

Para el filósofo alemán, en esta búsqueda de la relación entre ética y política, sostiene que la segunda sería la adecuada para la política y debe incluir una moral de principios, suficiente para saberse responsable de los actos y sus consecuencias. Sin embargo, instala su teoría en una especie de metafísica de la confrontación “de la lucha a muerte entre Dios y el diablo”, destaca Vernik. “La vida conoce solamente la lucha eterna entre los dioses, es decir, la imposibilidad de conciliar y por lo tanto de resolver los puntos de vista últimos posibles y, en consecuencia, la necesidad de decidir en favor de uno o de otro”.

En la práctica política para obtener resultados, los fines justifican los medios. Por lo tanto, desarrolla la idea de que quien entra en política debe ineludiblemente firmar un pacto con el diablo. “Quien opera conforme a una ética de la convicción no soporta la irracionalidad ética del mundo”. Y que tanto “si luchan por la patria como si lo hacen por el futuro del socialismo o la paz internacional, siempre que se sirvan de medios violentos y actúen con arreglo a una ética de la responsabilidad pondrán en peligro la salvación del alma”.

Quien se mete en política -concluye Vernik- debe saber que al utilizar como medios el poder y la violencia, ya no podrá salir con las manos totalmente limpias. Por lo tanto, para Weber, no hay lugar en política para las almas bellas o los seres angelicales.

Por último, más allá de su militancia política (pocos meses antes de su muerte integra el Comité Ejecutivo del Partido Demócrata Alemán) en cuanto a la relación entre el político y el científico, con el cual se identifica, finaliza: “El político debe y tiene que hacer concesiones. Pero mí profesión es la de un científico, cuya condición es la de no hacer concesiones”.

Max Weber murió de gripe española en Munich, el 14 de junio de 1920. Días después su amigo y colega Karl Jaspers escribió: “Él es el único filósofo de nuestro tiempo y no tengo dudas que así será reconocido en futuro”. Hoy, un siglo después, el pensador europeo es considerado como uno de los padres de la sociología cuyo legado mantiene plena vigencia.

Fuente: La Prensa
Por Pablo S. Otero

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