En un despliegue que se balancea con elegancia entre lo sustancial del contenido y lo lúdico de su forma, el musicólogo y ensayista Esteban Buch propone en “Playlist. Música y sexualidad” un recorrido de lectura y de escucha por el rol que tuvo y tiene la música en el goce y las representaciones de la sexualidad en los distintos géneros musicales de la historia: “Este libro intenta revertir el imaginario erótico e incluso pornográfico dominado por la imagen”, dice el autor.
«El disco de mi mente se resiente con tu corazón… ¡el disco de tu corazón, el disco de tu corazón! No ves que es necesario terminar en una habitación… invitame a tu habitación, ¡ya!». Lo dijo Miranda!, en el tema «Hola», también Babásonicos en varias canciones y se escuchó en tantas otras bandas en diferentes momentos de la historia de la música: canciones y sexo, sexo y canciones, una relación inevitable y poco explorada en el estudio cultural argentino.
«Playlist», una novedad de Fondo de Cultura Económica, llega para echar luz sobre un tema poco estudiado pero muy presente en la vida cotidiana: ¿qué papel tiene la música en la vida sexual? ¿Cuáles son las representaciones de la sexualidad en las obras musicales clásicas y populares?
Este libro es denso en información, datos y ejemplos históricos, pero es también un recorrido lúdico que abre al lector la posibilidad de elegir el orden de los capítulos y hasta interactuar a partir de códigos QR con playlist que el autor recomienda para musicalizar la lectura.
De Mozart a Adorno, de Wagner a Pink Floyd y Madonna, surfeando géneros como el rock, el tango, la música en el cine y la vanguardia, «Playlist» aborda estos temas como variaciones de un tema musical, con un ritmo que propone momentos altos, otros bajos, momentos de compromiso intelectual y otros de disfrute y esparcimiento.
Esteban Buch nació en Buenos Aires, es ensayista, musicólogo y docente en París. Escribió “El pintor de la Suiza argentina” y “O juremos con gloria morir. Una historia del Himno Nacional Argentino” entre otras obras que estudian la relación entre música y política y recibió varios premios por sus aportes académicos en el estudio de la música.
El autor dice que estudia el poder de la música para movilizar afectos, primero fueron los afectos vinculados a lo político, a partir de 2016 se interesó en el modo en que la música contribuye al placer y el goce. La música presente no solamente en espacios públicos, también en la intimidad, no sólo en conciertos y recitales sino dentro de los dormitorios, entre las sábanas. «Cómanse a besos esta noche, total nadie lo va a notar», ya lo dijo Babasónicos en «Los calientes».
Buch varía enfoques y casos, despliega nostalgia y representación con músicos y bandas de todas las décadas posibles, combina sociología de la cultura con historia cultural, musicología feminista y hasta propuestas queer para alcanzar un mapeo de la ecología sonora y de las estéticas del placer.
-Télam: Es bastante común acceder a contenidos que piensen y aborden la sexualidad a través del tacto, la vista o el olfato. ¿Por qué el oído es un sentido excluido?
-Esteban Buch: Concuerdo que el imaginario erótico e incluso pornográfico está más bien dominado por la vista, por la imagen, por lo visual, incluso hay gente que lo menciona con un tono de queja, diciendo que estamos invadidos por imágenes. Ante esto es cierto que el sonido y la música en particular parecen temas menores, en todo caso menos estudiados.
Lo que este libro trata de hacer es revertir un poco esto, no sólo porque venía trabajando sobre sonido y música, sino también porque creo que la música permite una cantidad de cosas que en la vista no están presentes y tiene que ver con la temporalidad. Los tiempos, las dinámicas temporales de las emociones, del deseo, de los afectos en general. Me interesa esto particularmente, no solamente en las canciones que hablan sobre sexualidad, sino también en obras instrumentales, por aquello de que las formas temporales de los afectos y en particular de la sexualidad tienen relaciones de homología o de analogía con formas temporales musicales.
-T: El sexo y el amor están presentes en toda la historia de la música: en lentos, en serenata, en striptease y hasta en la marcha nupcial. ¿Cómo podrías profundizar en esta idea, en la relevancia del sonido en relación con los distintos géneros musicales?
-E.B.: Es interesante pensar que también podría haber sexualidad en géneros irreprochables como por ejemplo en la música sacra, quizás es un tipo de concepción de lo erótico bastante desvinculada de los cuerpos. Pero en todo caso lo que une a estos géneros que citaste es la idea de que la música está muy presente en todos los tipos de scripts sexuales, de uniones sexuales. Esto es un concepto que la sociología de la sexualidad ha estudiado: cómo las personas al llegar a la adolescencia debemos aprender a seguir guiones de seducción, de encuentros, de cómo hay que coger, cómo hay que separarse. Nosotros somos libres e independientes, pero cuando hacemos cosas no las hacemos solos, la manera de ser es de cierto modo parecida a la de otro.
El rol de la música en los guiones sexuales es una de las cosas en común que permite que la gente se encuentre. El baile, el lento por ejemplo, en su momento, es un ejemplo de cómo la cultura propone modos sonoros y musicales de articular cuerpos y sensibilidades y experiencias de dos personas que quieren acercarse por deseo. Y esto vale para otros géneros. La marcha nupcial suena el día de la noche de bodas, o sea que también forma parte del entorno. En la medida en que la sexualidad es una experiencia social y no solamente íntima, la música es uno de los elementos más importantes en el aprendizaje y en la práctica. E incluso en la memoria que se construye, de allí el lugar común de decir que hay una canción para cada historia de amor, alimentada por la cultura del cine.
-T: En este libro hay una inmersión en el aspecto fetiche de la música como mercancía. ¿Cómo se repiensan estas dimensiones en el mundo actual de Spotify y la música disponible para alquiler en distintas plataformas?
-E.B: El fetichismo de la mercancía es uno de los momentos más importantes de “El capital” de Marx. Ese es un momento inaugural de la industria cultural como medio masivo de sacar provecho económico de los deseos, las prácticas de seducción y eróticas de las personas, y a la vez de darles una forma a esos deseos. Y eso fue cambiando según la evolución técnica y socioeconómica.
Para cada etapa técnica (disco, longplay, casette, cd, mp3, streaming) hay formas privilegiadas de presentación, difusión y explotación comercial. La playlist corresponde al momento actual, donde ofrecer este tipo de objeto es la manera hegemónica, la más simple de manipular, la más automática, y es la que más funciona en el sentido de darnos a cada uno la ilusión de tener una elección personal sobre cosas que en realidad vienen muy formateadas por la industria. Hay una dialéctica entre lo que cada uno hace con eso individualmente y lo que las plataformas y algoritmos te proponen como “sabemos lo que te hace bien y lo que te gusta”. El libro es una exploración de cómo eso va cambiando, hasta este momento que no solamente está Spotify sino también YouTube en particular, por eso hay un capítulo que se llama Googlear music forsex: ¿qué es lo primero que te propone el sistema cuando uno quiere música para el sexo? Como en otros planos, como cuando uno elige música para relajar, estudiar o bailar.
-T: También hay un abordaje sobre los modos en los que el patriarcado encontró sus analogías sexuales en la música y en las dimensiones en las que la música atraviesa la comunidad queer y feminista. ¿Es necesario incluir la música como variable para pensar el orden patriarcal o de género?
-E.B: Una de las fuentes teóricas de mi trabajo es la musicología feminista de los años 80 y 90, y antes, como una especie de prehistoria de eso, está el pensamiento de Theodor Adorno (que no es por cierto un pensador feminista o queer). Pero en algunos de sus textos hay crítica de la masculinidad dominante, es algo bastante llamativo de los años 30, donde dice que la función sexual bajo régimen capitalista está deteriorada. Habla de los hombres, en ese sentido es muy poco feminista porque el deseo de las mujeres no está en su agenda. Lo que dice de la función sexual deteriorada hoy puede ser leído bajo las claves de un texto de un teórico queer. Hay algo interesante ahí, por eso propongo una lectura un poco a contrapelo, un poco queer, de algún momento del pensamiento de Adorno.
La musicología feminista, sobre todo en Estados Unidos, es la que trae esta idea fundacional de que el patriarcado produce formas temporales normativas y que esas formas temporales están hegemonizadas por el tiempo del orgasmo masculino, que se caracteriza por un evento único seguido por la disolución, que a veces se llama “la pequeña muerte”. Esta clave armó muchísimo revuelo y es un campo de exploración de las formas temporales en general. De allí el potencial que tiene la música es ejemplificar experiencias de goce que pueden ser sexuales o pueden ser estéticas de otros campos. Hay muchos espectáculos que tienen curvas temporales de satisfacción que también tienen forma de clímax, interrupción, reanudación y demás. Lo que dicen entonces las musicólogas feministas es que las formas temporarias del goce son múltiples, los orgasmos pueden ser múltiples y que quedarse en la heteronormatividad es de una pobreza ridícula, sobre todo porque además eso es impuesto para todo el mundo.
T: Hay una canción de Miranda que dice “el cd que habíamos compilado para hacer el amor, ayer fue mi disco favorito y hoy es lo más triste que oí”.
-E.B.: Es un buen resumen de lo esencial del libro y una descripción de lo que pasa en la vida de muchas personas. Un CD ya es un poco anacrónico… pero al final es eso: las canciones te dan su propia historia.
Fuente: Telam
Por Josefina Marcuzzi