“Putín es la extrema derecha”

septiembre, 2022
El historiador Claudio Ingerflom fustiga al progresismo que apoya al régimen ruso desde, dice, la confusión y la pereza intelectual.

“Gosudartsvo” significa en ruso “dominio del amo”, aunque se traduce y se utiliza como “Estado”. Ese desplazamiento de palabras también lo es de sentido y oculta que la primera noción, más que una forma de organización estatal moderna, implicaba que había un territorio que era propiedad exclusiva de quien conducía con puño de hierro al país. El historiador argentino Claudio Ingerflom (doctor en Historia por la Sorbona y magister en esa disciplina por la Universidad Estatal de Moscú) acaba de publicar El dominio del amo. El estado ruso, la guerra con Ucrania y el nuevo orden mundial (FCE), en el que excava en los cimientos del poder político que encarna Vladimir Putin, analiza cómo este retroalimenta una tradición imperial y qué objetivos mediatos plantea con su invasión contra el territorio ucraniano.


El historiador Claudio Ingerflom retratado en su estudio del barrio porteño de Villa Crespo para Ñ. Foto: Constanza Niscovolos.

Una apacible mañana en la habitación que funciona de estudio en la casa de Ingerflom, en el barrio porteño de Villa Crespo, es el marco de una larga entrevista con Ñ. Desde algunos de los estantes de la biblioteca, contemplan la charla las obras completas en ruso del teórico marxista Georgi Plejanov y de Aleksandr Herzen, padre del populismo moscovita.

–¿Qué aporta este libro al debate actual sobre el presente y la historia de Rusia y sobre el conflicto con Ucrania?

–La primera parte del libro es histórica porque cualquier realidad, cualquier presente, está hecho de múltiples factores y cada uno de ellos tiene su historia. El presente no es el producto de una historia única y lineal, sino de un conjunto de historias que coexisten. Y lo que observamos cuando leemos los diarios es solo la superficie. Esto funciona como en la geología; hay sedimentos del pasado que uno no ve pero modelan esa superficie. Empecé a escribir el libro a principios de enero para responder a la pregunta: ¿cuáles eran los sedimentos que hoy modelan el presente ruso? ¿Qué elementos del pasado todavía siguen funcionando y coexisten con las novedades? Cualquier presente es un conglomerado de repeticiones y novedades que en los hechos y en la teoría no se puede separar en partes.

–Es lo que usted retoma de Reinhart Koselleck, respecto de que el desafío es determinar en qué proporciones hay novedad o repetición, ante cada fenómeno social.

–La única manera de entender lo que está presente es conseguir tener una apreciación sobre la relación entre lo que se repite y la novedad. En la segunda mitad puse el acento en la relación con Ucrania. La idea era encontrar cómo se llega a esta situación. Qué se repite y qué es lo novedoso en la política rusa. Por otro lado, no se puede entender la política exterior rusa sin entender la política interior. Este es un libro de historia. Y los historiadores tenemos que tratar de no opinar sino remitirnos ante todo a las fuentes. Claro que la lectura de las fuentes tiene el sello de cada historiador pero también estamos armados metodológicamente para poder sintetizar el contenido de las fuentes sin traicionarlas. Dadas la situación argentina y lo que leía en los diarios y la reacción de una parte de los círculos progresistas y de izquierda argentina, pensé que había que transmitir los propósitos de los dirigentes rusos.


Un hombre sostiene un retrato del presidente ruso Vladimir Putin durante las celebraciones del octavo aniversario de la anexión rusa de Crimea en Simferopol, Crimea 18 de marzo de 2022. REUTERS/Alexey Pavlishak

–Esa pretensión choca con la idea instalada en algunos sectores de que no hay verdades.

–Es que un investigador tiene que tener como objetivo la verdad, aunque esta sea un horizonte. Si no, estamos estafando a la sociedad que nos paga un sueldo. Trato igualmente de darle voz a los que no la tienen. Lo hice cuando investigué las revueltas campesinas o la resistencia al zarismo. Eso hoy lo apliqué a los dirigentes rusos opositores. Hoy en Argentina no tienen voz. No podemos relativizar todo en las ciencias sociales. Y alguno puede decir que el Holocausto no existió, o que no fueron 6 millones sus víctimas. ¿Pero si fueron 4 u 8 millones cambia la naturaleza del crimen? O si no hubo 30 mil desaparecidos y fueron 20 o 40 mil…¿cambia el crimen? Claro que no.

–¿Qué imaginan en Putin aquellos sectores del progresismo y de la izquierda de la Argentina que lo apoyan o que hacen silencio sobre sus crímenes?

–Le hice esa pregunta a algunos conocidos que están en esas izquierdas. Y lo que concluyo es que, en primer lugar, hay mucha confusión. Y en segundo, hay mucho desconocimiento de lo que realmente está pasando en Rusia. En tercer lugar, hay pereza intelectual. No es indispensable conocer el ruso, se pueden buscar textos en ese idioma y Google los traduce. Si uno es realmente antiimperialista y eso no se reduce al antinorteamericanismo, no se puede dejar de ver que Rusia siempre fue un imperio colonial. Como la imagen de Estados Unidos es tan pesada, no solo en el imaginario sino en la realidad, porque todos sabemos que el 11 de septiembre de 1973, en Chile, fue activado por el Departamento de Estado, eso impide ver cuáles son los rasgos del imperialismo ruso. ¿Cómo puede ser que en la Argentina se proclamen como muy importantes la autodeterminación de los pueblos o leyes como el matrimonio igualitario o que no se criminalice la protesta social pero se considere que en Rusia eso no sea un problema? ¿Acá eso es fundamental y en Rusia es secundario?

–En esa línea, durante el apogeo del Estado Islámico, en varios sectores del progresismo argentino no había grandes críticas hacia esa banda terrorista, que, entre otros crímenes, mataba personas por su orientación sexual…

–Vi en televisión a un periodista que defendía globalmente la política de Irán. ¿Por qué? Porque se opone a los Estados Unidos. El liberalismo político, no la degeneración de la extrema derecha, si no el que triunfa con la Revolución Francesa, no fue un regalo de los poderosos a los oprimidos. Fue un resultado de luchas populares de siglos. Preguntémosle a Luis XVI qué piensa al respecto. Hoy no podemos solo defender ese liberalismo de la Revolución Francesa porque también trajo colonialismo, justificación de la explotación y otras cosas, pero globalmente fue un paso adelante gigantesco. Putin es un antiliberal. ¿Pero lo es en lo económico? En absoluto. ¿Qué niega del liberalismo político? Todo el aspecto emancipador. En Europa ya casi no queda una izquierda pro Putin. Los aliados ideológicos de Putin son la extrema derecha.


Un hombre sostiene un retrato del presidente ruso Vladimir Putin durante las celebraciones del octavo aniversario de la anexión rusa de Crimea en Simferopol, Crimea 18 de marzo de 2022. REUTERS/Alexey Pavlishak

–Usted habla del “recurso a la historia” como justificación de los dirigentes rusos a sus proyectos expansionistas. ¿Ese recuerdo al pasado tiene semejanzas y diferencias respecto del mismo mecanismo que utilizan otras naciones, como Estados Unidos?

–Todos los regímenes han tratado de legitimar su obra enraizándola en el pasado. Eso es un fenómeno mundial. En Estados Unidos, el jurar con la Biblia no está lejos de una idea trascendente del destino al cual se cree está llamado ese país. Putin afirma que su política se funda en su fidelidad a la tradición rusa. ¿Cuál es la especificidad rusa? Tres momentos me parecen fundamentales. Uno es cuando cae Bizancio y la cristiandad oriental. Ahí se elabora en Rusia la teoría de que Moscú es la tercera Roma y no habrá una cuarta. Hay una idea de futuro pero todavía no es una idea imperialista. Eso se asocia luego con la parte política, porque los zares no eran solo lugartenientes de Dios en la tierra. El segundo momento es la URSS. Los bolcheviques pretenden conocer las leyes de la historia, algo que poco tiene que ver con lo que escribió Marx. Así, canonizaron al marxismo en esas leyes del materialismo histórico. Hay una interpretación oficial de Marx y Lenin y no se discute más. La etapa tres es con Putin, heredero de las corrientes más nacionalistas y derechistas de la cultura rusa desde el siglo XIX en adelante. Putin dice que la historia legitima lo que están haciendo. Que hay una esencia rusa, algo metafísico, que justifica la pretensión de guiar al mundo.

–Las dedicatorias son para víctimas de distintos regímenes violentos. ¿Por qué esa decisión?

–Tiene que ver con mi juventud. Sigo siendo fiel a los ideales con los que me afilié a los 12 años, durante la huelga por la enseñanza laica en el 58 a la Federación Juvenil Comunista. Esos cuatro casos tienen algo en común: el que asesina al ucraniano que sobrevivió a cuatro campos nazis pero que lo mata un misil enviado por Putin, a la periodista rusa de 42 años que estaba filmando un edificio ucraniano atacado destruido por un misil y le cae otro misil ruso, a mi amigo Lenin Díaz, miembro del PC de Chile y a las víctimas argentinas del terrorismo de Estado, es el mismo enemigo: el neonazismo.

–Resalta que en ruso el término “gosudartsvo” quiere decir “dominio del amo”. Y advierte que se suele traducir erróneamente como “Estado”. ¿Qué resonancias del sentido original de esa palabra se encuentran en el accionar del gobierno de Putin?

–Las palabras en ruso tienen conexiones de sentido que no son las mismas que acá. “Gosudartsvo” no es Estado. Mi estadía en Rusia me enseñó a dejar que la lengua venga hacia mí, no ir desde el español o el francés al ruso. Alguien me decía “en Rusia hay un parlamento”. Si, a la Potemkin. Cuando Catalina la Grande paseaba en carroza por el país, veía a lo lejos como se habían construido nuevas grandes ciudades y pueblos que en realidad eran puro cartón, creadas para ella por el príncipe Potemkin. Antes de las elecciones que ganó Putin, se invalidaron a muchos de los candidatos realmente opositores. Todos los medios opositores han sido clausurados. Y en diciembre cerraron la Fundación Memorial, que se dedica a investigar el terror estalinista, rehabilitar a las víctimas y denunciar las violaciones de los derechos humanos. Es como si acá prohibieran Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, HIJOS o el CELS. Si nosotros pensamos que el Estado es una instancia separada de la sociedad pero fundada en la representación y en la soberanía del pueblo y en la despersonalización del poder, esos tres elementos no existen en Rusia.

–Usted habla del “recurso a la historia” como justificación de los dirigentes rusos a sus proyectos expansionistas. ¿Ese recuerdo al pasado tiene semejanzas y diferencias respecto del mismo mecanismo que utilizan otras naciones, como Estados Unidos?

–Todos los regímenes han tratado de legitimar su obra enraizándola en el pasado. Eso es un fenómeno mundial. En Estados Unidos, el jurar con la Biblia no está lejos de una idea trascendente del destino al cual se cree está llamado ese país. Putin afirma que su política se funda en su fidelidad a la tradición rusa. ¿Cuál es la especificidad rusa? Tres momentos me parecen fundamentales. Uno es cuando cae Bizancio y la cristiandad oriental. Ahí se elabora en Rusia la teoría de que Moscú es la tercera Roma y no habrá una cuarta. Hay una idea de futuro pero todavía no es una idea imperialista. Eso se asocia luego con la parte política, porque los zares no eran solo lugartenientes de Dios en la tierra. El segundo momento es la URSS. Los bolcheviques pretenden conocer las leyes de la historia, algo que poco tiene que ver con lo que escribió Marx. Así, canonizaron al marxismo en esas leyes del materialismo histórico. Hay una interpretación oficial de Marx y Lenin y no se discute más. La etapa tres es con Putin, heredero de las corrientes más nacionalistas y derechistas de la cultura rusa desde el siglo XIX en adelante. Putin dice que la historia legitima lo que están haciendo. Que hay una esencia rusa, algo metafísico, que justifica la pretensión de guiar al mundo.

–Las dedicatorias son para víctimas de distintos regímenes violentos. ¿Por qué esa decisión?

–Tiene que ver con mi juventud. Sigo siendo fiel a los ideales con los que me afilié a los 12 años, durante la huelga por la enseñanza laica en el 58 a la Federación Juvenil Comunista. Esos cuatro casos tienen algo en común: el que asesina al ucraniano que sobrevivió a cuatro campos nazis pero que lo mata un misil enviado por Putin, a la periodista rusa de 42 años que estaba filmando un edificio ucraniano atacado destruido por un misil y le cae otro misil ruso, a mi amigo Lenin Díaz, miembro del PC de Chile y a las víctimas argentinas del terrorismo de Estado, es el mismo enemigo: el neonazismo.

–Resalta que en ruso el término “gosudartsvo” quiere decir “dominio del amo”. Y advierte que se suele traducir erróneamente como “Estado”. ¿Qué resonancias del sentido original de esa palabra se encuentran en el accionar del gobierno de Putin?

–Las palabras en ruso tienen conexiones de sentido que no son las mismas que acá. “Gosudartsvo” no es Estado. Mi estadía en Rusia me enseñó a dejar que la lengua venga hacia mí, no ir desde el español o el francés al ruso. Alguien me decía “en Rusia hay un parlamento”. Si, a la Potemkin. Cuando Catalina la Grande paseaba en carroza por el país, veía a lo lejos como se habían construido nuevas grandes ciudades y pueblos que en realidad eran puro cartón, creadas para ella por el príncipe Potemkin. Antes de las elecciones que ganó Putin, se invalidaron a muchos de los candidatos realmente opositores. Todos los medios opositores han sido clausurados. Y en diciembre cerraron la Fundación Memorial, que se dedica a investigar el terror estalinista, rehabilitar a las víctimas y denunciar las violaciones de los derechos humanos. Es como si acá prohibieran Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, HIJOS o el CELS. Si nosotros pensamos que el Estado es una instancia separada de la sociedad pero fundada en la representación y en la soberanía del pueblo y en la despersonalización del poder, esos tres elementos no existen en Rusia.


Los bomberos trabajan en un incendio en un edificio después de los bombardeos en la ciudad de Chuguiv, en el este de Ucrania, el 24 de febrero de 2022. (Foto de Aris Messinis / AFP)

–¿Cómo definiría ideológicamente a Putin?

–Como un hombre de lo que nosotros entendemos como extrema derecha. Comparte todos sus valores con la extrema derecha y la extrema derecha comparte los valores de él. Es un régimen no conservador sino profundamente reaccionario, en el sentido de ir para atrás, y negar casi toda conquista que implique emancipación del ser humano. Y ese posicionamiento ideológico, asociado a la creencia en una esencia metafísica, explica la que guerra que está conduciendo.

BÁSICO


El historiador Claudio Ingerflom retratado en su estudio del barrio porteño de Villa Crespo para Ñ. Foto: Constanza Niscovolos.

Claudio S. Ingerflom
Argentina, 1946. Historiador.

Es especialista en historia política y social rusa. Es doctor en Historia por la Sorbonne y Magister en Historia por la Universidad Estatal de Moscú. Se desempeña como director de la licenciatura en Historia, de la Maestría en Historia conceptual, del Centro de Estudios sobre los Mundos Eslavos y Chinos y del Centro de Investigaciones en Historia Conceptual, todos dependientes de la Universidad Nacional de San Martín. Entre sus libros, se cuentan El zar soy yo. La impostura permanente desde Iván el Terrible hasta Vladímir Putin (2017) y El revolucionario profesional. La construcción política del pueblo (2017).

Fuente: Clarín – Revista Ñ
Por Alejandro Cánepa

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