Uno de los tantos aportes con los que Borges contribuyó a enriquecer la literatura en los albores del siglo XX tuvo por centro aquello que fue, en su vida, central: la lectura. Ya en 1935, en el prólogo a Historia Universal de la Infamia, consignó para la posteridad que era la lectura –y no la escritura– la actividad “más resignada, más civil, más intelectual”. Casi noventa años después nos llega de la mano de Jorge Schwartz (Posadas, 1944) Borges babilónico. Una enciclopedia, un suculento volumen de lectura coral que apuesta, con su jugosa musculatura y cuidada edición, por la belleza intransferible del libro físico.
Publicada inicialmente en 2017 por la brasileña Companhia das Letras, arriba ahora, en el marco de los conflictos por la herencia y la protección del legado borgeano, su edición vernácula de la mano de Fondo de Cultura Económica. Con 1220 entradas de especialistas varios (75 en total, entre ellos Ricardo Piglia, Gastón Gallo, Inés Azar, Beatriz Sarlo, por nombrar sólo algunos) la enciclopedia, por babilónica que sea, es, como bien se resalta en su título, una enciclopedia posible, puesto que de Borges –sobre todo si se toma en consideración su concepción de lo que representa un clásico– podrían llevarse a cabo incontables lecturas.
Ordenado alfabéticamente, el libro se explaya en las temáticas y heteróclitos intereses borgeanos que no se reducen, únicamente, a las letras. De allí que emerjan un sinfín de nombres y términos ligados a la historia universal, a la cultura oriental, a la política local, a las religiones…Tomemos un ejemplo –arbitrario y caprichoso como cualquier otro– que sirva de demostración. En la letra “C” pueden hallarse entradas vinculadas a la Cábala; a Concepción Guerrero (una novia de juventud del autor); a Fabio Cáceres, el protagonista y narrador de Don Segundo Sombra; al candombe; a Chuang Tzu, el filósofo chino; a Concepción del Uruguay; a la revista Caras y Caretas; al cine; al matemático Georg Cantor; a la censura; y las entradas, unas breves, otras extensas, proliferan.
“Definimos desde el principio que no haríamos interpretación de textos –escribe Schwartz en el prólogo a la edición brasileña–. Además, evitamos repetir información de fácil acceso en Internet (Google, Wikipedia, etc.) y adoptamos la norma de que todas las entradas harían referencia específica a la obra de Borges”. Esta nueva edición repara ciertas omisiones –tan dolorosas como inevitables– de la versión primera. Por caso, se subsana la entrada “H. Bustos Domecq”, ausente en la tirada del 2017. Lo mismo ocurre con algunos personajes celebérrimos como Beatriz Viterbo o Emma Zunz, a cargo, esta última, de Horacio González, y se incorporan, del mismo modo, el vocablo “nazifascismo” y una reseña del intrusivo, maledicente, Borges, de Bioy Casares.
No deja de ser llamativo que, de un tiempo a esta parte, uno de los libros más interesante sobre Borges sea, precisamente, esta enciclopedia coral. En otras palabras, un volumen que enfatiza el costado informativo antes que el hermenéutico. Como si las interpretaciones de su obra hubieran, últimamente, mermado, y fuera imperativo regresar al universo borgeano –en este caso gracias a la enciclopedia– desde aristas, por así llamarlas, literales. Desde el espacio textual en el que, como si fuera la primera vez, lectores hipnotizados se maravillan con las magias inextinguibles de una obra que los convoca a estudiar, a subrayar, a informar. A reunirse alrededor de un objeto precioso que los embriaga como ningún otro, del que necesitan hablar y escribir en comunidad para comunicarlo al resto del mundo. Esa lectura maravillada, ese feliz y desprejuiciado encuentro entre lectores: tal vez resida allí, finalmente, la inestimable herencia que Borges nos supo legar.
14 de junio, 2023
Fuente: El Diletante
Por Tomás Villegas