Bajo la dirección de Diego Armus el libro reúne catorce capítulos con el propósito de mostrar la persistencia de las prácticas de curar por fuera del marco de la biomedicina en la Argentina de los dos últimos siglos. Para ello, las contribuciones visibilizan a través de diversas
perspectivas lo que una historia focalizada en la medicina, la salud o la profesión médica no han autorizado a ver, la existencia de una multiplicidad de formas de curar y de ser curados.
Es necesario advertir sobre las dificultades de un emprendimiento de este tipo. Metodológicamente estas historias son de difícil factura. Las claves analíticas y los recursos documentales sesgan el tipo de interrogantes sobre unas prácticas que han sido objetos privilegiados de condena y represión. Este proyecto destinado a mirar las artes de curar por fuera del prisma de la medicina diplomada resulta entonces un desafío. Para llevar a cabo esta tarea los distintos capítulos realizan grandes apuestas, tanto teóricas, metodológicas como empíricas.
En lo que hace a la construcción teórica del objeto, las distintas contribuciones adoptan categorías analíticas destinadas a captar la omnipresencia y perdurabilidad de los saberes y prácticas de curar no convencionales en las sociedades contemporáneas. De tal modo,
los autores procuran eludir dicotomías empobrecedoras entre medicina/curanderos y legalidad/ilegalidad. En cambio, proponen pensar en “zonas grises”, “mezcladas” “practicantes híbridos” y “bordes borrosos”; categorías útiles para indagar en los intercambios, las mutuas
influencias y los reconocimientos informales. Esto permite comprender las continuidades, los desdibujamientos, así como los solapamientos entre las diversas prácticas que la sociedad ha utilizado para curar(se). Con esa misma finalidad, los trabajos proponen una
redefinición del proceso de medicalización como un fenómeno variable, inestable y nunca absoluto. Por el contrario, muestran que los límites rígidos impuestos por las disciplinas, se flexibilizan, adquieren sentidos y usos diversos según el lugar desde el que son abordados.
En términos metodológicos, la compilación proporciona un abanico diverso de diseños de investigación. En primera instancia, es posible destacar la productividad de los estudios de caso que restituyen la complejidad de los procesos históricos. Así pues, los distintos trabajos ejecutan diseños que habilitan la focalización en los contextos múltiples, variables y discontinuos en los que los actores desplegaron sus prácticas y construyeron sus saberes e intervenciones.
Otro de los rasgos metodológicos a destacar es el uso matizado de la biografía. Varios capítulos ensayan acercamientos a las trayectorias de determinadas personalidades. Tal como menciona José Ignacio Allevi, momentos en la vida de estos personajes quedan expuestos a la
luz pública y permiten aprehender sus modalidades de curar. Esas incursiones, si bien no llegan a conformar biografías personales, permiten focalizar la atención sobre algunas dimensiones como la experiencia educativa y profesional. Según Armus, este uso matizado de la biografía cobra sentido, en especial, al recorrer la trayectoria de personas con escasa presencia y reconocimientos institucionales. Vale la pena destacar esta estrategia metodológica porque el rescate de estos momentos personales permite mejorar la visibilidad de actores heterogéneos, tradicionalmente subsumidos en categorías estereotipadas e impuestas desde arriba. A su vez, habilita un acercamiento productivo a los marcos relacionales y escenarios en los que desplegaron su acción, pero incorporando en la narración los conflictos y las contradicciones, así como la tendencia tanto a la improvisación como a la planificación. En otras palabras, los autores compilados recuperan los escenarios, la trayectoria y la intencionalidad de la acción, mostrando sus contextos y rasgos variopintos y simultáneamente evitando los riesgos de la ilusión biográfica.
Finalmente, otra estrategia metodológica modélica es el uso del acontecimiento como locus de análisis a partir del que investigar procesos más generales. En los trabajos compilados, ese tiempo corto es rehabilitado analíticamente por su capacidad para condensar un conjunto de actores, escenarios y procesos. Para ello, los autores se centran en un rito acotado temporalmente o en un estallido social que rompe la continuidad de la vida cotidiana. Así pues, esos eventos prestan al historiador la posibilidad de indagar más allá del orden impuesto por las normas y los saberes instituidos.
Cabe destacar en este recorrido, también la apuesta empírica que llevan a cabo los estudios compilados al desplegar un conjunto testimonial amplio, rico, complejo y diverso. Ese esfuerzo heurístico resulta manifiesto, en especial, en los trabajos de perfil histórico en los que es necesario utilizar los registros que la biomedicina hizo de estas prácticas. Esto implica que la mirada de los historiadores debe pasar por el cedazo de los tribunales, las denuncias y las publicaciones comerciales, leyendo entre líneas los discursos públicos construidos sobre las prácticas de curar. El esfuerzo redunda en el rescate de conflictos, tensiones y rivalidades, así como en la puesta en
evidencia de la endeblez de las agencias, la densidad de las relaciones sociales y la porosidad de las prácticas.
Podemos agrupar los trabajos de acuerdo a los objetos estudios y al tipo de indagación que proponen sobre el problema de las artes de curar. En primera instancia, reunimos un conjunto de investigaciones dedicadas a explorar la figura de curanderos, médicos y sanadores que en diferentes momentos constituyeron practicantes alternativos a la biomedicina. El libro se abre con la contribución de José Ignacio Allevi, quien recupera la vida de Juan Pablo Quinteros a partir de los alegatos presentados a su favor en el Consejo Provincial de Higiene de Santa Fe a finales del siglo XIX. El caso de Quinteros permite a Allevi visibilizar la vitalidad que alcanzó el espiritismo en estos escenarios de modernidad periférica y proporciona atisbos de la manera en que la población aprehendía la atención de su salud. Mauro Vallejo, por su parte, prosigue con una tarea semejante al indagar en la figura de un médico hipnotizador. Esto le habilita a mostrar
la permeabilidad existente entre estas prácticas de curación, el mercado de salud y el espacio público, así como la importancia que adquirió la prensa en la difusión y legitimación de este tipo de ofertas de curación.
Las siguientes contribuciones avanzan hacia el siglo XX, en un contexto que, si bien podría ser descripto por el progreso exitoso de la biomedicina, también se caracterizó por la subsistencia de fuertes incertidumbres médicas y escasas herramientas terapéuticas con las que asegurar la curación de muchas afecciones. En ese contexto, María Dolores Rivero y Paula Sedran delinean la figura de Fernando Asuero, un famoso hacedor de curas para la tuberculosis en los años treinta. Un proyecto semejante despliega Diego Armus, quien propone focalizar la atención en otro especialista en tuberculosis, Jesús Pueyo, creador de una vacuna antituberculosa. Estos autores
muestran la incertidumbre biomédica alrededor de esta enfermedad, las expectativas de los enfermos y las reacciones de médicos y agencias oficiales. En especial ponen en evidencia los cruces académicos y políticos en el tratamiento público dado a los tratamientos antituberculosos en la prensa. Las investigaciones reseñadas permiten comprender cómo esos practicantes de la salud circularon entre el mercado de salud y los espacios de construcción de la opinión pública y en esos espacios híbridos recibieron reconocimientos que, aunque no eran oficiales, avalaban socialmente su actuación.
Dos casos más de biografías son las de Daniel Alegre y la “bruja feminista”. Nicolás Viotti le dedica su capítulo a Alegre con la finalidad de describir el desarrollo de las terapias alternativas entre los años setenta y los noventa, mostrando los recorridos intelectuales de un agente en el contexto de la cultura de su época. Karina Felitti focaliza su atención en una “bruja feminista” en época de marea verde. Para la autora esta figura sintetiza la existencia de propuestas de cuidado femenino que aúnan estilos de vida y prácticas corporales y espirituales, así como un activismo político feminista. Esta historia conecta diversas redes, actividades, organizaciones y eventos críticos de la Argentina de los últimos años. En estas contribuciones, los autores entretejen de manera compleja espacios de producción intelectual, vocaciones sociales e influencias globales como el movimiento de la Nueva Era.
La potencia de los discursos hegemónicos se pone en evidencia en el caso de la contribución de Juan Bubello, quien indaga en dos producciones fílmicas de mediados del siglo XX destinadas a retratar figuras ligadas a la práctica médica popular. En su contribución, Bubello muestra la construcción de un relato visual oficial que invalida las prácticas alternativas a la medicina oficial. No obstante, otros análisis permiten aprehender agentes que ejercieron la labor de curar en los límites de la biomedicina, conformando híbridos entre esos saberes hegemónicos que revisa Bubello y aquellos de carácter no convencional. Así pues, Daniela Testa ahonda en la biografía de
una pediatra para delinear la manera en que en torno a la atención de la poliomielitis se disputó el reconocimiento de terapias gestadas por idóneos y cómo en el despliegue de los principales dispositivos de tratamiento estuvieron involucradas asociaciones civiles de distinto tipo, las que incluso involucraron movimientos religiosos. Mariana Bordes por su parte pone en tensión dos trayectorias laborales en contextos médicos convencionales, dos terapistas alternativas que trabajan en hospitales públicos. A través de un juego de semejanzas y diferencias, la autora muestra diversas maneras de legitimar, rutinizar e interactuar en ese espacio de trabajo. A su vez, Betina Freidin sigue los pasos de tres médicos diplomados que realizan el recorrido de la práctica alopática a la homeopática, mostrando los sentidos y los hitos que condicionaron ese viraje profesional. En pocas palabras, cada una de estas intervenciones visibiliza la práctica médica
como un híbrido en el que se entrecruzan intervenciones provenientes de tradiciones diversas.
En un tercer bloque, los autores reunidos se interrogan por las prácticas sociales, las reacciones y los sentidos populares sobre este tipo de prácticas de curar. Desde la perspectiva de quienes demandan atención, estas acciones curativas adquieren límites aún más difusos y
muestran recorridos que engarzan todo tipo de consultorios, iglesias y terapias. Esto permite aprehender la difusión de este tipo de prácticas, su alta receptividad y los sentidos biológicos y emocionales que se entretejieron alrededor de su demanda.
Dentro de este bloque incluimos el trabajo de María Silvia Di Liscia, quien a través del prisma del “empacho” analiza los vínculos establecidos entre la medicina diplomada y los saberes populares. Para la autora los sanadores populares se destacan por la hibridez, la perduración y la empatía para tratar problemáticas de la salud popular y en especial infantil. Siguiendo la observación de las expresiones populares, Mirta Fleitas explora los sentidos subyacentes a las manifestaciones populares producidas en San Salvador de Jujuy en defensa de un “Mano Santa”, sus condiciones de posibilidad y significados populares. Su investigación permite indagar la multiplicidad de definiciones de términos como enfermedad, tratamiento y remuneración a mediados del siglo XX. Por su parte, Adrián Carbonetti y María Laura Rodríguez indagan en la figura de Jaime Press, un armonizador que cobró relevancia en Córdoba durante los años sesenta. Los autores revisan las interpretaciones sociales elaboradas sobre sus curas, su figura, trayectoria y las repercusiones que sus obras tuvieron en el espacio urbano y provincial. La contribución de Ana Lucía Olmos Álvarez está dedicada a los encuentros con las manos del padre Ignacio, un sacerdote sanador y misionero. La autora elabora una etnografía que restituye el punto de vista de las personas que buscan participar en el rito de sanación, sus expectativas, creencias y deseos. Utiliza el concepto de “alianza de medicinas” para poner en evidencia cómo en las representaciones y las prácticas de los creyentes y del sacerdote conviven tanto la biomedicina como la espiritualidad ligada a la práctica cristiana.
Estos últimos trabajos permiten captar la riqueza de las concepciones existentes de enfermedad y curación en las que se sedimentan tanto dimensiones ligadas al cuerpo como a otras relativas a las emociones y al espíritu. Así pues, los casos analizados muestran otras
modalidades de pensar la salud, la atención y la legitimidad de los oferentes, incorporando dimensiones inexploradas como la empatía, la caridad y la religiosidad. Justamente en su epílogo, Armus explica la persistente convivencia e hibridez entre biomedicina y saberes y prácticas alternativas como resultado de la incertidumbre y la emergencia continua de nuevos desafíos sanitarios, las desigualdades en el acceso a los cuidados de la salud, así como la demanda social por una atención más humana.
Recapitulando, esta compilación permite demostrar de manera eficaz la perdurabilidad de las prácticas alternativas de las artes de curar y sus estrechas relaciones con la biomedicina. Para ello, los distintos autores recorren escenarios, actores, espacios y tiempos diversos. La
empresa lograda es sustantiva y las perspectivas que inaugura también. Ahora bien, el énfasis puesto en las permanencias nos impulsa a interrogarnos por las discontinuidades y, con ello, por las transformaciones introducidas en las artes de curar por demandas, límites y jerarquías sociales cambiantes en el tiempo y en el espacio. De tal modo, creemos que el libro abre nuevos interrogantes relativos a cómo contextos diversos introducen variaciones en los usos y sentidos de este tipo de prácticas de curar.
Fuente: Anuario del Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”
Por María José Ortiz Bergia