A comienzos de la década pasada, Ricardo Piglia (1941-2017) dirigió la Serie del Recienvenido, publicada por el Fondo de Cultura Económica. El autor de Respiración Artificial tenía experiencia en el rubro: siendo muy joven, al comienzo de su carrera, en los años sesenta, había trabajado en las sombras organizando esa clase de trabajos, algo que se extendería más tarde en la disruptiva Serie Negra de policiales.
Esta nueva encarnación como editor, sin embargo, con su eco de Macedonio Fernández (el neologismo homenajea sus Papeles de recienvenido), tiene mucho de antología personal a contracorriente. Con un par de excepciones, los títulos de la serie pertenecen a autores de su generación y forman una cartografía original de la literatura argentina del último medio siglo.
Trece prólogos reúne los prefacios que Piglia escribió para esos volúmenes y, como sucede en estos casos (recordar los innumerables prólogos de Borges) resultan relevantes por sus ideas sobre los libros en cuestión, pero también por lo que revelan sobre él mismo como lector, crítico y narrador. Figuran libros faro (En breve cárcel, de Sylvia Molloy; Vudú urbano, de Edgardo Cozarinsky; Oldsmobile 1962, de Ana Basualdo) o algunos igual de brillantes de pares cercanos (Nanina, de Germán García; Hombre en la orilla, de Miguel Briante; Gente que baila, de Norberto Soares). Punto y aparte para un caso en el que se detiene Aníbal Jarkowski en su prólogo de prólogos, que se apoya en los excepcionales diarios de Piglia: la inclusión de los Cuentos completos de Ezequiel Martínez Estrada, una figura tutelar siempre en sordina.
Fuente: La Nación
Por Marcelo Sabatino