“Cada vez que regreso a En breve cárcel recuerdo el cruce del río. El rumor del agua, y la imagen de la otra orilla que se acerca, fijan e ilustran o encubren y desplazan –como en un sueño– la experiencia de una lectura inolvidable”. Así finaliza el prólogo de Ricardo Piglia a la novela de Sylvia Molloy, publicada por primera vez en 1981, en Barcelona, por ser considerada como “subversiva” por la dictadura militar en la Argentina. El libro se publicó en 1988 y luego en 2012, en la Serie del Recienvenido, dirigida por Piglia y dedicada a difundir obras antes censuradas u olvidadas. Ahora la misma editorial reúne en un libro los prólogos de Piglia a los títulos que integraron aquella serie: Trece prólogos (Fondo de Cultura Económica, 2024).
“Leí por primera vez En breve cárcel hace años en un viaje a Entre Ríos”, decía Piglia al comienzo del escrito ya citado. “Nos detuvimos en un parador antes de cruzar el río y seguí leyendo la novela en un banco, bajo los árboles, y casi dejo escapar el ómnibus, capturado por la voz que narraba la historia. Cuando decimos que no podemos dejar de leer una novela es porque queremos seguir escuchando la voz que narra”.
El libro de Molloy compartió la colección con los de otras autoras y autores argentinos como Miguel Briante, Héctor Libertella, C.E. Feiling, Libertad Demitrópulos y Norberto Soares.
Su forma de leer
“Hay prologuistas que son realmente admirables; el que llevó a las máximas alturas cómo se escribe un prólogo es Borges”, dice el docente y escritor Aníbal Jarkowski, quien, a su vez, escribió el prólogo a los Trece prólogos.
“Yo conocía esos textos y había leído varias de las novelas, me puse a trabajar revisando apuntes y otros materiales. Cuando empecé leí de corrido todos los prólogos, como si hubiese estado ya el libro terminado. Era curioso y al mismo tiempo coherente, porque era Piglia en sus ideas y en su manera de escribir. También tenía esa unidad que era su forma de leer”.
Jarkowski cuenta que a medida que avanzaba en la tarea se encontraba con que comenzaba a armarse “una especie de red, de filigrana” entre los distintos textos, que terminaban por conectarse unos con otros, pero por distintas razones: temáticas, de género o de vínculo personal. “Me impresionaba esa sensación de descubrir en ellos el compromiso personal de Piglia. Está involucrado porque en muchos casos se trata de escritores y escritoras que conoció”.
Las marcas de la primera persona
La Serie del Recienvenidose publicó entre 2012 y 2015 con la intención de rescatar y convocar a la lectura de obras de autores y autoras que habían publicado sus trabajos literarios por primera vez en la segunda mitad del siglo XX y habían tenido una circulación reducida.
“Una idea que yo quería proponer en el prólogo era que aquella tarea tenía algo de regreso a una actividad, a una práctica suya de muy joven: de alguna manera su ingreso al mundo de la literatura había sido a través de armar colecciones. Entonces me puse a pensar qué significaba eso”, cuenta Jarkowski, y comparte algunos de sus descubrimientos: “Aquel joven que preparaba colecciones ahora se encontraba con un lector extraordinario que de alguna manera volvía a lo que había hecho en esa época, pero ya con una mirada de la literatura de una riqueza admirable”.
Y agrega que, cuando se leen los prólogos en conjunto aparece “una especie de memoria” de Piglia, “las marcas de la primera persona”, rasgo del que él “hubiera prescindido de joven, cuando hacía sus primeras colecciones”.
“En Minga! la escritura –o el estilo, si se prefiere– es una condensación tan clara del estado de gracia y de la destreza narrativa de su autor que al leerla nos convencemos de que una novela tendría que ser siempre así: rápida, divertida, inventiva, lúcida, luminosa”, escribe Piglia en el prólogo a la novela de Jorge Di Paola.
Y en el del libro de cuentos de Miguel Briante: “Conocí los relatos de Hombre en la orilla mientras Briante los estaba escribiendo. En aquel tiempo leíamos los textos en voz alta, como si buscáramos ajustar el ritmo y la entonación de la prosa”. Piglia volvió en ese momento a libros que estuvieron muy asociados a sus comienzos en el mundo de la literatura, y a amigos suyos como Héctor Libertella o Briante, con quien compartió los años 60.
La subsistencia material
En el prólogo, Jarkowski se refiere a la composición de la Serie del Recienvenido como un regreso a un trabajo que Piglia conocía bien y en el que se había iniciado más de cuarenta años antes. A su vez, indica que había sido su primer “trabajo regular”, en la editorial de Jorge Álvarez, donde se ocupó de redactar informes de lectura, crear y dirigir colecciones de libros, y de componer antologías.
“Muchos años después, cuando prepare la edición de Los diarios de Emilio Renzi, distinguirá el tomo correspondiente a esta época de su vida con el nombre de Los años felices”, dice en esas líneas.
“Piglia adulto le asigna ese título a esa zona del diario, está construyendo un pasado definido por días de felicidad”, explica a Clarín Cultura.
“Esa felicidad después va a ser sucedida por el espanto de la dictadura. Pero hay como una construcción de que fueron momentos felices y entre ellos están los armados de las colecciones. A mí me gustaba mucho ver la insistencia de Piglia en dejar en el volumen el registro de su preocupación material. Es decir, cuánta plata podía ganar, porque son trabajos irregulares, inconstantes. De pronto uno recibe una cantidad de plata que no esperaba y está tranquilo, pero después esa plata se acabó y uno ya no tiene esa entrada regular. Es un riesgo personal, por el tipo de decisión que tomó Piglia sobre cómo convertirse en escritor, donde lo inconstante, lo irregular está en una relación muy intensa y muy particular con el dinero. Entonces la idea de que él trabajara armando colecciones para mí tenía algo del orden de lo material. Y la vida cotidiana, la subsistencia material, se vinculaba al mismo tiempo con un trabajo que era del orden de lo intelectual”.
El origen
Jarkowski plantea una hipótesis: para Piglia, volver a armar una colección de libros era, en parte, reencontrarse con el joven que había sido. “Yo no lo conocí, no tuve vínculos personales con él, pero lo que presentía era eso. Más allá de preparar el prólogo, releer los libros y anotar sus ideas, también había algo de un reencuentro con aquel joven que él fue en esos años felices. Un regreso, un reencuentro con amigos, que en muchos casos ya estaban muertos, y al mismo tiempo un reencuentro con él mismo, con aquel lector que armaba colecciones y leía muchos más libros de los que realmente se podían editar, leer, seleccionar y descartar. Es un trabajo muy arduo. Ese es el origen de Piglia”.
Óperas primas
“Las óperas primas son un género en sí mismo, quien las escribe no es todavía un escritor, aunque juegue a serlo en todos los cafés de la ciudad”, dice Piglia en el prólogo a Gente que baila, de Norberto Soares. Sostiene Jarkowski: “Él dice ‘Yo tengo una idea: hay un género que es una ópera prima’. Y lo dice brevemente, porque los prólogos son breves, pero de fondo hay toda una teoría sobre los comienzos de un escritor; cómo uno se posiciona, cómo ingresa, esta idea de que todavía no es escritor, pero hay algo en él que lo mueve a pensar que en realidad está comenzando a volverse escritor”.
El especialista en Literatura argentina considera que es “una experiencia fuertísima”, para un escritor la posibilidad de ver su primer libro publicado. “Parecería que cambia el estatuto, la consideración con la que uno es leído; es lo que Borges llama la expectativa de lectura. Cuando el libro está editado el autor hace reclamos de cómo debe ser un libro, cuál tiene que ser su calidad, cuáles tienen que ser sus ideas. Se modifica la percepción de los demás sobre el escritor y también la percepción del escritor sobre él mismo. Entonces Piglia considera que todo esto debería ser estudiado efectivamente como un problema en sí. Y eso lo dice brevemente, en unas pocas líneas. Y uno se queda pensando. A mí me sucedía eso: tenía los prólogos impresos y anotaba cosas, después me quedaba pensando en esas ideas, que podían expandirse”.
Efecto de manual
La sensación de estar ante un “manual de la literatura” aunque se trate de una compilación de prólogos también sucede en ocasiones al reunir textos de esta clase escritos por Borges, sostiene Jarkowski.
“Uno puede ir levantando ideas y quedarse pensando y aprendiendo porque hay como una unidad: la mirada de Piglia sobre la literatura. Que tiene un efecto de manual. Quien lea este libro va a encontrar un montón de ideas formuladas de manera muy breve. Son ideas que en su acumulación producen el efecto de que hay algo del que escribe, una persona con una mirada amplísima y súper sutil sobre la literatura. De alguna manera eso también se produce cuando se leen compilaciones de prólogos de Borges. Es una cosa admirable”, agrega.
Y cierra con una expresión de deseo: “Ojalá que este libro primero acerque a los lectores que estaban esperando un nuevo libro de Piglia. Y que, en un segundo paso, esos lectores vayan también a los libros que Piglia incluyó en la serie”.
Fuente: Clarín
Por Dalia Ber