Clima de época

julio, 2021
La política implica diferencias, existencia de adversarios políticos, esto es totalmente cierto. Pero no es solamente conflicto, también es construcción. Y la democracia necesita más especialistas en el arte de la construcción

Fuente: Perfil

Autor: Rodrigo Lloret

 

En sus memorias, Raúl Alfonsín recorrió el intenso y vertiginoso gobierno que protagonizó tras la última dictadura militar “con la convicción de que no se podía hablar del futuro sin mirar hacia atrás”.

En Memoria política. Transición a la democracia y derechos humanos, Alfonsín dejó impreso su legado, incluyendo la histórica primavera democrática y la trágica debacle inflacionaria. Fue publicado en 2003 pero acaba de ser reeditado por el Fondo de Cultura Económica. Y eso es una muy buena noticia para Facundo Manes.

¿Por qué es necesario recurrir a Alfonsín para referirse a Manes? Porque el expresidente, que hizo del rezo laico una comunión de valores cívicos para la sociedad argentina, representa un espejo en el que el neurocirujano se proyecta, al dejar atrás la pulcritud de su quirófano para sumergirse en las advenedizas tierras de la política argentina.

Egresado de la UBA, doctorado en la Universidad de Cambridge, investigador del Conicet y exrector de la Universidad Favaloro, Manes pone en juego su trayectoria académica con Alfonsín como estandarte. “Nací en una familia radical, viví el huracán Alfonsín”, anticipó el neurólogo el mes pasado cuando se rodeó de las principales figuras del radicalismo para consolidar su lanzamiento electoral.

La cúpula radical se había reunido en el Comité Central de la UCR para impulsar al candidato que ilusiona al partido centenario. También estaba Rocío Alfonsín, nieta del expresidente que, a diferencia de su tío embajador, es opositora del gobierno nacional. Rocío había sido convocada, especialmente, para el evento: sangre alfonsinista fluyendo cerca de Manes.

Esta semana, el neurólogo retomó el mensaje en una cita organizada por el Comité de la UCR de La Plata, que reunió a quinientos militantes de la provincia de Buenos Aires. La simbiosis con Alfonsín se hizo presente en cada intervención que tuvo el fundador del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco) en el zoom radical.

Manes recordó que Alfonsín había logrado instaurar un “clima de época” en torno a la recuperación democrática, un mensaje que fue incorporado por la sociedad para lograr que Argentina pusiera fin a los reiterados golpes de Estado sufridos durante el siglo veinte. También dijo que la generación actual enfrenta el reto de generar “un nuevo clima de época” y sostuvo que el paradigma del siglo veintiuno debería estar basado en “el conocimiento, la educación, la ciencia y la tecnología como impulsores del desarrollo social y productivo de la Argentina”.

La empatía de Alfonsín con Manes no es nueva. Hace dos años, cuando amagó con lanzarse a la candidatura que ahora concreta, el médico visitó Chascomús para conocer el origen del expresidente. “Es un honor poder descubrir esta ciudad, porque es el lugar donde nació el último prócer político de la Argentina, una persona que puso a la democracia como política de Estado”, aseguró entonces. “Hoy necesitamos otro sueño colectivo como el que propuso y luchó Alfonsín. Siguiendo el ejemplo de Alfonsín, hoy debemos poner a la investigación científica y el desarrollo tecnológico como política de Estado”, agregó.

Lo mismo había dicho unos meses antes, durante su exposición en la Fundación Clementina, que reúne a prestigiosos científicos argentinos y lleva su nombre en honor a la primera computadora desarrollada en el país. “La sociedad argentina necesita un sueño, una utopía que supere las divisiones y que nos unifique en un proyecto común. El último gran sueño fue el de la democracia que supo encontrar Alfonsín –sostuvo Manes–. Debemos sumar a ese sueño ahora el objetivo de convertirnos en un productor mundial de conocimiento”.

Cuando Alfonsín publicó su autobiografía, Manes ya empezaba a dar indicios de su interés por la política. Eran años en los que había sido convocado para realizar un ciclo televisivo llamado “Los enigmas del cerebro” y el hombre criado en Salto presentó entonces un capítulo especial, titulado “El cerebro político”.

En ese informe, el flamante precandidato a diputado nacional en la provincia de Buenos Aires por Juntos por el Cambio citó papers académicos en los que se habían investigado distintas campañas presidenciales en los Estados Unidos que arrojaron datos sorprendentes: en los procesos cerebrales de un grupo de electores, el voto se relacionaba más directamente con las áreas emocionales, que con las áreas racionales del cerebro. Se trataba de votantes demócratas o republicanos que no cambiaban el apoyo a su partido ni si quiera cuando escuchaban contradicciones de sus candidatos.

Manes tiene un largo camino por delante en esta nueva aventura que inicia. Su amplio recorrido profesional le ayudó a comprender que, si quiere triunfar en una elección, tendrá que emocionar a sus votantes, como demostró la neurociencia. Pero el científico devenido en político sabe que con eso no alcanza: si quiere convertirse en un verdadero “especialista en el arte de la construcción”, como exigía Alfonsín, su desafío será no alimentar la fragmentación de un país dividido hasta límites peligrosos.

No se trata, hay que decirlo, de una tarea sencilla. Interpretar un nuevo clima de época en la Argentina pospandémica es un arduo trabajo, incluso para alguien de la experiencia de Manes: la ciencia política es mucho más imprevisible que la neurología.

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