Albert Béguin
Lector ávido desde su infancia, Albert Béguin (1901-1957) hace estudios de letras sin mucha convicción, ya que, en su opinión, los métodos de enseñanza matan el placer y el valor de las grandes obras. Sin embargo, prosigue su formación descubriendo nuevos autores, frecuentando los círculos literarios y traduciendo a los románticos alemanes. Consigue la cátedra de literatura francesa en una universidad alemana y, durante el periodo que corresponde al ascenso del nazismo, prepara su tesis. El sueño en los románticos alemanes y en la poesía francesa moderna que, más tarde, publica en Suiza con el título que la volverá célebre: El alma romántica y el sueño (1939). Al término de su estancia en Alemania, regresa a enseñar en Ginebra y en Basilea, publica algunos ensayos en contra del militarismo, pero al estallar la guerra busca la manera de no ser solamente un testigo ineficaz e impotente y, en los Cahiers du Róhoné (1942), se une a todas las voces pacifistas que abogan por la defensa de los valores intelectuales y espirituales tanto germánicos como franceses, cuya destrucción, es una pesadilla, representaría una pérdida irreparable para el humanismo occidental. Terminada la guerra, se instala en Paris y colabora en diversas revistas, en la editorial Le Seuily, en 1950, asume la dirección de la revista Esprit, a cuya cabeza permanece hasta su muerte. Mientras tanto, sigue publicando ensayos de crítica literaria y encargándose de reediciones críticas de autores importantes como Hoffmann y Bernanos. La postura de Béguin ante la literatura es comparable a la que adopta frente a los hombres: hay que comprenderlos. En ambos casos se trata de subjetividades que no es posible aprehender mediante métodos objetivos o científicos, en todo caso, para él, una obra es el síntoma de una época. El medio de conocimiento de lo que los hombres de hoy son en su conjunto está esencialmente en el arte, la pintura, la música y la literatura de hoy.