Inmaculada concepción furtiva

ISBN: 9789681667184

La ciencia: ¡hey, a escena! Esa biología reproductiva, muéstrese, salga del laboratorio…¿Diga usted?… ¿No? Está bien. Por favor, doctor Djerassi, proceda.
Carl Djerassi. –(Levantándose y dejando sobre el sillón un envoltorio muy pequeño que sostenía en la palma de su diestra.) eh, si; permítanme. Debo antes dejarla aquí.
Interlocutores. -¿Es… su hija?
Djerassi. –(Orgulloso.)… Mmhh, si, en efecto, la Píldora… Si, la anticonceptiva, que a pesar de sus poco más de cincuenta años de edad –la fabricamos en un laboratorio de la ciudad de México, y vio la luz el 15 de octubre de 1951-, todavía es pequeña. Y bien… para que la ciencia salga a escena hay muchos motivos. De esta obra que el lector tiene en sus manos, miren: aquí está el antecedente: mi novela La semilla de Menachem, que, entre otras, pertenece al género que yo he llamado «ciencia en ficción». Escucharon bien: no ciencia ficción, sino ciencia en ficción. ¿Por qué? Dejen que me cite y que me parafrasee: Es ese género en el que «todo lo que yo como autor especifico en el texto, existe o podría existir, y cuyas acciones llevan a cabo personajes que, en su mayoría, son científicos, tanto reales como imaginarios».
Interlocutores. –El objetivo, doctor Djerassi…
Djerassi. –Ehmm… descubrir y exponer parte de la vida de determinadas personas-personajes para que la cultura y el comportamiento de los científicos sean visibles y comprensibles, algo poco común en la narrativa de ficción de nuestros días. El teatro, el cine y cualquier otra forma de ficción, puede ser que no interesen mucho a los científicos, y eso quién sabe: muy deshumanizados han de andar los que así vivan. Pero en fin, a mí me interesa allegar, o hacer llegar la ciencia a ese público no científico e incluso al anticientífico, pero no con agresividad, sino diciéndoles: «Permítanme contarles una historia», y si aceptan, entonces incorporo una trama que toque aspectos de la ciencia y de la vida de algunos científicos, tal como ocurre en la vida real. Así que, en efecto, digo yo, con Inmaculada concepción furtiva, la ciencia, ¡a escena!