El universo de Quetzalcóatl

Autor:
  • Laurette Séjourné

$1.900

ISBN: 9681617908

«Un arqueólogo -señala el especialista inglés M. Wheeler- es, antes que nada, un buscador de hechos, hechos que son los registros materiales de los logros humanos. Por esta razón es un humanista cuya tarea es la de revivir o humanizar sus materiales con una imaginación que participa inevitablemente de las cualidades del arte y la filosofía.» El conocimiento histórico es mucho más que el desarrollo de una serie de trucos de tipo detectivesco; para aprehenderlo es necesaria una mente a tono con la escala de la acción humana, y práctica en el empleo del lenguaje más sutil para expresar las simas y las alturas alcanzadas en ese penoso trayecto que es la historia del hombre. El historiador, el arqueólogo debe tener esa chispa de entendimiento intuitivo que caracteriza al artista, «estar cerca del más alto poder que se ejerce en la poesía» en palabras de Matthew Arnold. Los grandes historiadores han tenido este poder y a él, tanto como a su erudición, deben su grandeza.
Laurette Séjourné cumple ampliamente con las premisas anteriores, a las que suma sus largos años de trabajo de campo como arqueóloga del INAH, especialmente en la zona de Teotihuacan a la que ha dedicado valiosos trabajos: Un palacio en la ciudad de los dioses (1959), Arqueología de Teotihuacan. La cerámica (1966).
Parte de su tarea está encaminada a descubrir las bases de la espiritualidad de los antiguos mexicanos, partiendo del estudio de los monumentos, la iconografía, los códices y los textos que sobrevivieron a la catástrofe de la Conquista. En El universo de Quetzalcóatl, que lleva un esclarecedor Prefacio de Mircea Eliade y apareció en 1962, Laurette Séjourné emprende una interpretación de la cultura prehispánica que no equivale a una relación de descubrimientos, sino a la interpretación del sentido de la cultura que subyace tras las magníficas obras de arte salvadas del furor de la destrucción.
La figura civilizadora por excelencia, la de Quetzalcóatl, le sirve a la autora de brújula en su labor. «Quetzalcóatl -dice- enseña que la grandeza humana reside en la conciencia de un orden superior, su efigie no puede ser otra que el símbolo de esta verdad y las plumas de la serpiente que lo representan deben hablarnos del espíritu que permite al hombre -cuyo cuerpo como el del reptil se arrastra en el polvo- conocer la alegría sobrehumana de la creación.»

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