“Una parte de la población está dispuesta a decir ‘votemos por algo nuevo, sabemos que es un proyecto loco e impredecible, pero quizás nos va bien o quizás nos terminamos de joder’”. El que habla es Aníbal Pérez-Liñán, un prestigioso e influyente profesor de Ciencia Políticas y Asuntos Globales en la Universidad de Notre Dame (Indiana, Estados Unidos), y director del Instituto Kellogg de Estudios Internacionales.
Los años de altos estudios, de libros de política comparada y la experiencia académica en esa universidad norteamericana, no le quitaron al politólogo argentino la capacidad de resumir con una frase contundente el trasfondo de la irrupción del libertario Javier Milei no sólo como ganador de las PASO, sino como centro de gravedad de la política y el poder en Argentina.
Pérez-Liñán, autor de Democracias y Dictaduras en América Latina y Juicio Político al Presidente y nueva inestabilidad política en América Latina, abordó en una entrevista con Infobae las causas, consecuencias y riesgos del fenómeno Milei.
Más allá de la singularidad de los detalles argentinos, advirtió que la victoria del líder de La Libertad Avanza no es un hecho aislado, sino que forma parte de experiencias que vienen ocurriendo en todo el mundo, de outsiders que logran doblegar a viejas estructuras partidarias.
De todos modos, Pérez-Liñán planteó los peligros que aparecen frente a este tipo de liderazgos y analizó los posibles escenarios que se abren si Milei, efectivamente, se impone en las elecciones presidenciales, sea en primera o en segunda vuelta. Mencionó las experiencias de Abdalá Bucaram, en Ecuador; de Hugo Chávez, en Venezuela; y la actual de Nayib Bukele, en El Salvador.
Además, vinculó el avance de la propuesta libertaria a la incapacidad que tuvieron tanto el peronismo -impedido de una renovación por el “ancla” del kirchnerismo- como de Juntos por el Cambio para proponerle al electorado una visión de futuro, una ilusión y la capacidad de superar años de crisis y de retroceso en la calidad de vida. “Los partidos políticos no están articulando proyectos de futuro, pasa en Argentina, en el resto de América Latina, y en buena parte del mundo”, explicó el académico.
Según él, “las alternativas, los grandes outsiders que quieren acabar con la casta política en cada país tienen visiones bastante nostálgicas del mundo”. Y continuó: “Pero lo que realmente hace esto mucho más explosivo en Argentina es la situación material, porque si el país estuviera en un momento próspero, la gente pensaría que los políticos son todos muy aburridos y no tienen nada nuevo para decir y simplemente se desconectarían de la política y se dedicarían a consumir: pero eso no es una opción hoy en día, la gente no puede desconectarse de la política”, advirtió Pérez-Liñán.
La entrevista a Aníbal Pérez-Liñán
-Le pido una aproximación sobre los últimos acontecimientos políticos que tuvimos en la Argentina, con un Javier Milei victorioso en las PASO. ¿Cómo se observa este fenómeno desde Estados Unidos?
-No sigo los detalles de la política cotidiana argentina, sí los grandes momentos de la política argentina porque tengo un interés personal y profesional en el desarrollo de la situación. Eso me da, en general, una perspectiva de la política argentina que es más espacial, desde la distancia, y también más comparativa, porque tiendo a ver lo que pasa en la política argentina en relación a lo que está pasando en el resto de América Latina y también lo que está pasando en las democracias del resto del mundo.
Me da la impresión de que parte de lo que le pasa a la política argentina hoy en día es, en alguna medida, distintivo de la trayectoria política histórica argentina, pero también refleja tendencias que estamos viendo en democracias en todo el mundo.
-No somos una excentricidad ni somos el raro del barrio. Estamos dentro de un contexto más o menos similar, en la misma página de la historia.
-Sí. Las excentricidades que está viviendo la Argentina en este momento, como el surgimiento de Javier Milei, pueden entenderse en parte como resultado de la historia argentina de las últimas dos décadas, y como resultado de la experiencia que las democracias están viviendo a nivel global hoy en día.
-¿Cuando habla de estos últimos 20 años, la llegada de Milei la interpreta como una decantación, como un producto de lo que pasó durante ese lapso?
-Los últimos 20 años de trayectoria política argentina tiene una serie de fenómenos muy interesantes. El primero es, por supuesto, el surgimiento del kirchnerismo como un movimiento político muy exitoso dentro del peronismo. Una característica muy distintiva, resultado de ese éxito, es su permanencia dentro del peronismo como un ancla central que genera una dificultad para permitir una renovación de los cuadros y del discurso dentro del peronismo.
Lo que hacía al peronismo prácticamente invencible era su maleabilidad. Esto se dio históricamente: había un peronismo de izquierda, después otro que parecía populista con Carlos Menem, pero que en realidad terminó siendo de derecha, porque tuvo que adaptarse a la situación de la crisis de económica de los años 90. Después, una reconversión de ese peronismo con Eduardo Duhalde y ciertamente con Néstor Kirchner.
Se registra una pérdida de esta flexibilidad del peronismo para reconvertirse en diferentes momentos en un movimiento que tenía una continuidad de cuadros muy fuertes, pero que tenía capacidad para generar un discurso diferente de acuerdo con la necesidad política del momento. Esta condición le daba una flexibilidad estratégica increíble y permitía que el movimiento se regenerara, manteniendo su base de votantes leales, para dar respuestas en diferentes momentos históricos a la situación de Argentina.
-Hubo un congelamiento de esa plasticidad que era el ADN del peronismo.
-Sí. Es un congelamiento de esa plasticidad tanto en términos de discurso político como en términos de cuadros. La otra gran ventaja que tenía el peronismo, en parte como resultado de eso, era que tenía una base de cuadros muy estable de cuadros peronistas.
El liderazgo que finalmente terminaba compitiendo por la Presidencia se renovaba de manera tal que siempre había una nueva cara para mostrarle a la opinión pública. Ese nuevo liderazgo podía decir “el peronismo que cometió los errores era el peronismo de Menem, nosotros somos algo diferente”.
-Otra cosa.
-Creo que el éxito del kirchnerismo, justamente, imposibilitó eso. Porque creó este núcleo fuerte que no hace muy creíble la renovación del discurso peronista, como en el caso de Alberto Fernández. Y tampoco termina de renovar los cuadros, lo cual hace muy difícil mostrar una cara nueva.
El kirchnerismo creó esta situación que tiene el peronismo hoy en día que me parece es muy parecida a la que tiene el Partido Republicano en los Estados Unidos. El Partido Republicano tiene este gran candidato, que es Donald Trump -que la base republicana adora- pero que al mismo tiempo les hace muy difícil ganar las elecciones generales, porque ese mismo candidato que es tan fuerte dentro de la interna republicana, es un salvavidas de plomo para el partido.
-Tiene un límite para conseguir mayorías en la elección general.
-Claro, tiene un límite ahí. Me parece que el éxito kirchnerista creó de algún modo una situación similar para el peronismo, con un bloque político que tiene un apoyo muy fuerte dentro de un espacio peronista, con lo cual es imposible ganar sin el respaldo de Cristina Kirchner. Pero, después, eso genera un problema en las generales. Este es un primer cambio histórico de los últimos 20 años que define el momento.
El segundo gran cambio histórico es el surgimiento de una alternativa al peronismo de la derecha moderada, que ofreció una alternativa real al electorado y que presentó una alternativa democrática a un electorado de la derecha argentina que nunca la había tenido. La derecha argentina siempre estaba en este dilema entre sumarse a partidos que realmente no representaban sus preferencias políticas y de política económica, o apoyar opciones autoritarias. Este era el dilema histórico que tenía el electorado de la derecha democrática argentina. El surgimiento del PRO y, después, el de un espacio más amplio, le dio a la derecha democrática argentina un espacio para ser representado.
-¿Es la derecha o es el no peronismo?
-Son las dos cosas. Es un espacio más amplio, justamente, porque es un espacio no peronista. Tiene un lugar muy claro para la derecha -y lo hemos visto con la candidatura de Patricia Bullrich– pero que además tiene un discurso de una derecha democrática, cosmopolita y moderada, sobre todo para los estándares internacionales que vemos hoy en día.
Esto creó una alternativa política en Argentina que hasta el siglo XXI realmente no existía. No existió durante el siglo XX, y que creo que ancló una posibilidad de competencia política real que le dio a la democracia argentina un cierto momento de estabilidad, en un período en el cual otras democracias entraron en una gran crisis, como la democracia brasileña con Bolsonaro. Esta es una segunda característica distintiva.
La tercera característica distintiva -y en esto Argentina no es tan diferente a otros lugares- es que la ausencia de renovación del peronismo, de cuadros y de proyecto peronista, lo que ha significado es que la crisis económica sostenida que se vive en el país, en la medida en que la oposición no parece tener una alternativa del todo clara a esa crisis, dejó al electorado argentino en un momento de gran insatisfacción con la clase política general.
En un contexto histórico en el cual los políticos estridentes tienen una llegada directa al público gracias a las redes sociales, esto creo que ha abierto esta tercera característica distintiva, histórica en la política argentina, que es el surgimiento de un candidato libertario, que en términos de discurso político nunca hubiéramos esperado que tuviera más del 10% o el 15% de los votos, y que pudo transformarse en una alternativa real de poder.
-¿Es una insatisfacción material o tiene que ver con una insatisfacción que excede lo material?
-Es más que material, en el sentido de que los partidos políticos no están articulando proyectos de futuro. Es verdad en Argentina, en el resto de América Latina y en buena parte del mundo. Las grandes alternativas que tenemos hoy en día, los grandes outsiders que cuestionan a la clase política y quieren acabar con la casta política en cada país, en el país que sea, en general tienden a tener unas visiones bastante nostálgicas del mundo. No tienen grandes proyectos de transformación hacia el futuro como tenían los partidos en el pasado.
Estamos en una era histórica para las democracias en las cuales hay gran frustración, los partidos no tienen proyectos políticos que realmente sean estimulantes en términos de propuestas de futuro, y los grandes proyectos alternativos que surgen en contra de la clase política tradicional tienden a tener un componente nostálgico muy fuerte.
En eso, Argentina no es distintivamente diferente. Ese elemento de ausencia de ilusión e imaginación, está presente también allí. Pero lo que realmente hace esto mucho más explosivo es la situación material, porque si la Argentina estuviera en un momento próspero, la gente pensaría que los políticos son todos muy aburridos y no tienen nada nuevo para decir y simplemente se desconectarían de la política y se dedicarían a consumir. Pero eso no es una opción hoy en día, la gente no puede desconectarse de la política.
-En las elecciones al fenómeno Milei se le superpuso un aumento del ausentismo. Más gente dejó de votar. ¿Por qué pasó esto y cómo se explica?
-Sospecho que los dos fenómenos están relacionados. Hay una parte del electorado que está insatisfecho con la política tradicional. Una gran parte del electorado peronista no está dispuesto a votar por otras alternativas, entonces su forma de castigar a su partido es no salir a votar.
Esto es una práctica muy convencional en muchas democracias, sobre todo en democracias en donde hay identidades partidarias fuertes. Lo que ocurre es que la gente no vota en contra, eligiendo al partido de oposición, porque no están dispuestos a hacer eso, pero no salen a votar. En Estados Unidos es un fenómeno recurrente, eso es lo que a veces le da el margen al otro partido para ganar, porque en esos contextos la política se transforma en buena medida en una política de movilización.
Parte de la función de la campaña es movilizar al electorado como entiendo que en esta campaña, para la general, parte de la clave de la estrategia va a ser movilizar al electorado.
-Sí, claro.
-Hay otra parte de la población que está dispuesta, frente a la situación tan problemática en lo material, en términos de seguridad y falta de confianza, la falta de renovación en los partidos, sobre todo en el peronismo, una parte de la población está dispuesta a decir “votemos por algo nuevo; sabemos que este es un proyecto loco e impredecible, pero quizás nos va bien o quizás nos terminamos de joder”.
Un colega de Ecuador me dijo cuando vio el resultado sobre Javier Milei “esto me recuerda mucho a la situación de Bucaraman en Ecuador”. Abdalá Bucaram fue un presidente electo a fines de los años 90 -en 1996- y parte del impulso del electorado ecuatoriano en ese momento fue justamente decir “Bucaram es un candidato loco”.
Él jugaba con esta imagen de ser un tipo loco, que tocaba la guitarra, que cantaba en televisión, que se disfrazaba de Batman y bajaba de un helicóptero, hacía estas cosas locas -en algún modo fue un precursor de la política que conocemos hoy en día, que es tan popular en las redes sociales- y la lógica del electorado en Ecuador en ese momento fue, cansados con la situación económica y con la clase política fue “votemos a este loco para ver si o termina de arruinar todo o nos consigue encaminar”.
Por supuesto, el resultado en Ecuador fue una gran inestabilidad política que duró 10 años después de Bucaram, quien duró apenas unos meses en el poder (NdR: asumió en agosto de 1996 y fue destituido en el siguiente febrero) y después se sucedieron presidentes que no consiguieron terminar el gobierno. Hubo diez años de inestabilidad política, hasta que surgió Rafael Correa, que era una solución mucho más autoritaria que las anteriores.
En general, estas apuestas terminan saliendo mal. Pero son candidatos que dicen lo que van a hacer. Al igual que en el caso de Donald Trump, son candidatos que uno sabe quiénes son. El electorado los vota porque están dispuestos, están en una situación en el terreno de las pérdidas y entonces están dispuestos a apostar todo a una solución milagrosa, pero en realidad sabemos qué tipos de candidatos son.
-Es como un jugador que viene con una mala noche y dice “lo último que me queda lo pongo al verde, al cero”.
-Sí. Me parece que parte del electorado esa es la apuesta que está haciendo.
-Milei llega con posibilidades de ganar la presidencia pero no cuenta con un andamiaje político-institucional. No tiene diputados, senadores suficientes y tiene una personalidad que estará puesta a prueba si quiere construir un proyecto político lo suficientemente sólido para impulsar reformas.
-Entonces imaginemos los posibles escenarios si gana Milei. Todos los escenarios me parecen políticamente problemáticos desde el punto de vista del terreno democrático.
Un posible escenario es el escenario Bucaram. Que Milei llegue con un proyecto ambicioso, pero que no tenga los votos en el Congreso para implementarlo y que -convencido de que tiene un mandato como resultado de la segunda vuelta y que cuenta con una mayoría del público favor- apueste a todo o nada a enfrentar al Congreso, al Poder Judicial y enfrentar a los gobernadores para impulsar de manera unilateral una agenda de reformas económicas muy profundas.
Para esa apuesta tiene que haber cambios rápidos que le permitan remontar la situación. Sino, la opinión pública, que en realidad no lo votó porque cree en las ideas que le está proponiendo, sino porque cree en que él es el candidato en contra del establishment, al no ver resultados, le retire el apoyo. Entonces, en una cuestión de meses, es posible que exista un escenario de aislamiento político y de posible juicio político.
Es el escenario de Bucaraman en Ecuador, el de Fernando Collor de Mello en Brasil (NdR: asumió como presidente en marzo de 1990 y destituido en diciembre de 1992). Es un posible escenario problemático porque eso significa una vicepresidenta también con poco respaldo en el gobierno y un escenario de potencial inestabilidad en el resto del periodo presidencialial.
-¿Javier Milei se enfrenta entonces a un riesgo alto de enfrentar un proceso de juicio político?
-No es el único escenario posible, creo que hay otro. Pero creo que sería posible si Milei apuesta a una estrategia de gobernar solo, de gobernar aislado, sin formar una alianza con el Congreso. Si no consigue formar una alianza dentro del Congreso y si empiezan a surgir escándalos que afecten su popularidad y que le den eventualmente al Congreso una justificación para hacer un juicio político.
Si la clase política ve que, en caso de que él siga avanzando con las medidas unilaterales que quiere tomar, va a haber un costo colectivo para la clase política, eso facilitaría la formación de la mayoría de dos tercios que se necesita en el Congreso para activar ese proceso.
La idea de enfrentar a la casta está muy bien, pero solamente si uno puede llamar a una Asamblea Constituyente y borrar al Congreso anterior, borrar a la clase política anterior y capturar la Corte Suprema. Si uno no puede hacer eso, que es lo que le pasó a Podemos en España, tiene que empezar a negociar con el establishment y entonces ahí la situación se vuelve mucho más complicada.
-Bien. ¿Y los otros escenarios?
-Un escenario más exitoso para un Milei ganador, que me parece muy poco probable, pero no imposible, sería un escenario en el cual él resulta ser tan carismático y mantiene tanto apoyo público -un “escenario Chávez”- que hace imposible para los partidos tradicionales resistirse a su avance. Esto significaría que, de algún modo, el peronismo quede relegado a ser el segundo partido. Es una situación parecida a la que le pasó al radicalismo en los años 50, que era el gran partido popular y pasó al segundo lugar, con un discurso más tradicionalmente democrático, pero quedó en desventaja porque fue desgastado por el tiempo y su liderazgo tradicional no consiguió renovarse.
La consecuencia de eso es que Juntos por el Cambio se partiría y habría una parte de la derecha más dura que se sumaría al grupo de Milei y el resto quedaría desbandado en pequeños partidos, o terminaría sumándose a esta coalición más de centro izquierda, si se quiere, con el peronismo como principal partido.
En este realineamiento, lo que quedaría sería un escenario, para mí, bastante problemático de un líder carismático con un discurso de derecha que no sé finalmente qué forma tomaría, sería como un discurso populista neoliberal -una combinación algo extraña- y un bloque de partidos tradicionales debilitados, con un discurso como suele suceder en estos casos, acusando y tratando de recuperar un discurso democrático, acusando al gobierno de ser antidemocrático.
Pero esto requeriría de un nivel muy alto de popularidad. Y, de alguna manera, desplazar a los partidos tradicionales de los espacios de poder que ya tienen, sobre todo a nivel subnacional, a nivel provincial. Este escenario se ve muy poco probable en Argentina.
-Como extremos podría ser Bucaram por un lado o Chávez, por el otro.
-Lo que hace muy improbable este “escenario Chávez” es que no veo cuál sería el mecanismo, a menos que Milei consiga una popularidad extraordinaria y revertir la situación económica muy rápido, no veo cuál es el mecanismo por el cual él podría ocupar los espacios de poder que necesita ocupar de la manera en que lo hizo Chávez. Hugo Chávez tuvo una Asamblea Constituyente que le permitió renovar el Congreso de manera muy rápida, “limpiar” el Poder Judicial. Ese sería un “escenario Chávez” o quizás más como metáfora más cercana un escenario Bukele.
Nayib Bukele consiguió como presidente de El Salvador tener una elección legislativa muy exitosa, ganar dos tercios de la Asamblea, utilizar esa mayoría para “limpiar” la Corte Suprema y, a partir de ahí, tomó el control.
No veo en Argentina cuál es el espacio para esto, porque incluso los mecanismos de reforma constitucional ponen trabas, afortunadamente, a este tipo de cambio. Este escenario parece mucho menos probable. No hay un mecanismo claro que Milei podría usar, aún siendo muy popular, para capturar todos estos espacios de poder.
-¿Y cómo queda el rol de Cristina Kirchner y de Mauricio Macri ante la irrupción de un fenómeno como Milei?
-Lo que muestra es que no son imprescindibles en el juego político argentino, esa es mi impresión. Que pueden surgir otras opciones que no tengan la bendición de ellos dentro de sus respectivos espacios y esto posiblemente es mi esperanza: que permita la renovación dentro de sus propios espacios.
El mensaje potencial aquí, si consiguen leer bien ese mensaje, es que si no hay una renovación de opciones dentro de sus propios espacios, si no hay alternativas dentro de sus propios espacios, van a venir de afuera. Entonces el costo va a ser mucho peor.
-Es decir que ambos son responsables del surgimiento de un liderazgo como el de Milei.
-Creo que los mecanismos de renovación en Juntos por el Cambio han sido más fluidos que en el peronismo, curiosamente, porque el peronismo siempre tenía esa ventaja histórica que mencioné antes. Me da la impresión de que en ese sentido Juntos por el Cambio, realmente los votantes de ese espacio, tenían opciones esta vez y fue muy claro que eligieron una opción particular.
-¿Con este panorama, cree que en la Argentina hay mayores riesgo de un liderazgo autocrático, un liderazgo que desborde los límites y controles institucionales?
-La institucionalidad argentina tiende a ser todavía fuerte y, en ese mismo sentido, representaría una limitación a un líder, sea Milei o Patricia Bullrich o quien sea. Hay una institucionalidad que tanto la institucionalidad política, de los políticos tradicionales en el Congreso y en las provincias de los gobernadores, como la institucionalidad en términos de Estado de Derecho, con todos los problemas que tiene la Justicia argentina, pero que funciona.
Me parece que ponen una serie de límites al decisionismo unilateral del Poder Ejecutivo en un contexto como en Argentina. Y eso, cuando hay líderes que son outsiders y que tienen esta agenda de transformación en contra de la clase política tradicional, esta contención es algo muy importante. Lo vimos en Brasil, con Bolsonaro: el Congreso no hizo mucho, pero simplemente al ser disfuncional ayudó a contener a Bolsonaro, y la Corte Suprema hizo un gran trabajo conteniéndolo. Produjo daño, pero ambos poderes impidieron que produjera un daño irreparable.
– Si tuviera que explicarle a un alumno de Notre Dame este proceso electoral de la Argentina ¿cómo lo resumiría?
-En Argentina, a diferencia de otras democracias, hoy en día hay opciones reales. Los votantes tienen opciones reales, pero en este momento ninguna de esas opciones tradicionales les dan esperanza. Por lo tanto, buena parte del electorado -como decías antes- está jugando a todo o nada en la ruleta. Eso eso genera algo de esperanza, pero el resultado puede ser peor.
-¿Qué piensa de Juntos por el Cambio?
-Acá hay también un factor simbólico. Si Juntos por el Cambio hubiera reunido dos puntos porcentuales más, nuestra conversación hoy en día sería diferente, porque simplemente estaríamos pensando a quién va a apoyar el bloque de Milei, si iba a apoyar a Juntos por el Cambio o a Unión por la Patria.
Realmente creo que no sabemos lo que va a ocurrir, lo que sí creo es que cualquiera sea el que gane, si gana Milei o si gana Patricia Bullrich, está claro que va a tener que haber un gobierno de algún tipo de coalición en el Congreso para que exista gobernabilidad. Y Argentina, con estos tres bloques, ese Congreso va a parecer más a un sistema parlamentario. Sobre todo si gana Juntos por el Cambio, va a tener que tomar una serie de decisiones y definir si hace una coalición con un sector del peronismo más moderado o si hace una coalición para impulsar ciertas políticas que son quizás menos populares con el grupo de Milei.
Fuente: Infobae
Por Facundo Chaves