En la Buenos Aires distópica de 2050, apestada por una enfermedad mortal, un hombre usa todos sus recursos para mantener a su lado a la mujer que ama, en “Los mundos anteriores” (Fondo de Cultura Económica), novela donde el premiado escritor y arquitecto Gustavo Nielsen aúna ciencia ficción con romance, aventuras, teorías científicas y especulaciones filosóficas. Dialogamos con él.
Periodista: ¿En veinte años la ciudad de Buenos Aires tendrá una grieta que separe una antigua y empobrecida de una fantástica y de avanzada?
P.: Cuándo se había logrado vencer al cáncer aparecer algo peor…
G.N.: Eso ocurre muchas veces en la historia humana. Con el descubrimiento del ADN y los retoques del ADN, la vida humana tiene nuevas metas. La longevidad supera los 110 años. Y de pronto surge algo que provoca retroceso y los que llegan a los 50 se sienten bendecidos. Lo inadmisible se hace presente. La guerra es en eso un ejemplo actual.
P.: ¿Por qué para viajar al pasado los enfermos tienen que volverse otro sí mismo?
G.N.: Un avatar, una representación. La idea de enviar al pasado un avatar es de Hawking, para no sufrir una “espaguetización”, un alargue corporal que deforme hasta matar. El único modo de viajar sería por medio de una forma distinta del ser humano. Luego descartó el ir al pasado por las paradojas. Si viajo al pasado y mato a mis padres, no nazco. La paradoja es: quién mató a mis padres. El asesino tiene que volver al presente donde ya no existe. Para Rovelli, que retomó la idea de desde la cuántica, se puede ir al pasado porque la consecuencia no está antes del suceso. Es por eso que en “Los mundos anteriores” no va al pasado un cuerpo que se está muriendo sino un avatar, un cuerpo nuevo, de 30 años, con el saber y los sentimientos de toda su vida.
P.: ¿La historia de un amor quebrado por la enfermedad le sirvió para ofrecer, además, especulaciones éticas y filosóficas?
G.N.: Estuve escribiendo la novela durante seis años. Venía de escribir “El corazón de Dolli” sobre la clonación. En ambas hay reflexiones e investigaciones sobre el sentido de la vida, el amor, la ética. Cuando en la historia surge la idea de viajar a un mundo anterior, a otra realidad, en una especie de exilio, aparecen naturalmente temas como la separación, la familia, la pérdida, que nos provocan dudas existenciales.
P.: ¿No consideró que, junto a lo legendario del héroe enamorado, hay algo religioso en la idea de la salvación?
G.N.: Yo soy ateo, pero cuando me puse a corregir la versión final de la novela me di cuenta de que había algo religioso en el lugar al que van los personajes dolientes. Pasan del padecimiento a una especie de edén. Comencé a descartar ciertos momentos para que eso no ocurriera. Y también en algunas partes me iba por las ramas, porque la historia más de una me vez invitaba a eso. Mantuve el humor, la ironía, todo aquello que creo que nos lleva a no dejar de leer. Por último, me di cuenta que cuando escribo una novela siempre hay algo que me supera, que entra en el tema de lo holístico, que no entiendo, pero que no cuestiono.
P.: ¿Contó la historia de amor que deciden mantener dos personas mayores metiéndose en una aventura que los saca del tiempo?
G.N.: Al comienzo de la novela el protagonista anota en su “pañuelo digital”, el celular de múltiples funciones del futuro, “besar es el modo más hermoso de detener el tiempo”. La frase me remite a “El beso” esa foto en la que Robert Doisneu logró registrar la eternización de un beso. Cuando P. se encuentra con Nane, ella le pide un beso, y él lo posterga porque lo que su mujer le reclama es un beso que transmita la potencia del amor.
P.: ¿Por qué el viaje es a Nueva York de 1919?
G.N.: Porque allí estaba Llewelly Park, un lugar donde el cáncer no existe, que fue el Silicon Valley de ese momento, el área de Nueva York donde se juntaron los cerebros tecnológicos de la época: Edison, Houdini, Tesla, que también trabajan en “Los mundos anteriores”.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
G.N.: Terminando un libro de cuentos.
Fuente: Ámbito
Por Máximo Soto